
Aunque el trabajo realizado por las mujeres de El Argar se ha identificado tradicionalmente con la fabricación de textiles, también participaron en muchas otras tareas en ocasiones consideradas como masculinas, como la importante actividad metalúrgica. Parte del procesamiento de los metales se hacía en el ámbito doméstico, probablemente con participación femenina, como en esta ilustración, en que aparecen reduciendo el metal. © José Luis García Morán de Arqueología e Historia n.º 58: El Argar.
La sociedad argárica, en el sudeste peninsular, que se desarrolló, aproximadamente, entre el 2200 y el 1500 antes de nuestra era, fue una de las primeras culturas en que podemos diferenciar claramente tanto las jerarquías sociales como los roles de género y que, con frecuencia, se define como el primer ensayo de organización estatal. En El Argar podemos ver cómo muchas de las actividades de mantenimiento corrían a cargo de las mujeres, y adivinar un inicio de esa separación entre lo doméstico y lo extradoméstico. Las diferencias en el tipo de lesiones y estrés musculoesquelético nos habla de una tendencia hacia el trabajo de los hombres fuera del poblado (minería, pastoreo…) y de las mujeres dentro del mismo.
El Argar y la división sexual del trabajo
Las actividades de mantenimiento, desde la preparación de alimentos y la molienda del cereal, hasta la preparación de textiles y la crianza, distan de ser tareas sencillas. No solo por la exigencia de conocimientos especializados, sino también físicamente. Las mujeres tendían a tener más lesiones crónicas en la región lumbar, codos o rodillas por la tarea de molienda, una labor diaria e imprescindible, pero también ardua y tediosa. Otras, como la crianza o los cuidados médicos, implican un enorme desgaste e implicación emocional. Son tareas básicas para la comunidad, sin las cuales no podría sobrevivir.
En algunos casos los trabajos de mantenimiento no eran algo siquiera propio de todas las mujeres de El Argar, sino que requerían una especialización, como demuestra el yacimiento de Castellón Alto, en que algunas de las mujeres (y solo mujeres) mostraban señales en los dientes de su uso, como ayuda a las manos, para la preparación y manipulación de fibras vegetales y animales, es decir, para la fabricación de hilos y cordajes. Es decir, esas mujeres eran trabajadoras especializadas, pero dentro un ámbito que ha tendido a clasificarse bajo el paraguas del trabajo doméstico, como un no-trabajo, frente a otros trabajos especializados mejor considerados, como la metalurgia.
Por otro lado, la producción textil más cotidiana, de telas y ropas, parece una actividad propia de las mujeres, ya que los punzones aparecen asociados, sobre todo, a tumbas femeninas. Este instrumento, junto con las agujas, servía para perforar, tejer o coser, tanto en telas de lino como en la cestería de esparto. De hecho, estas herramientas son un elemento muy característico de los ajuares femeninos, aunque unos pocos hayan aparecido asociados a tumbas masculinas, lo que también nos debería llevar a pensar en una cierta flexibilidad en estos roles de género, como también pasaba con la tumba de una mujer de esta misma época, en Viena, que se dedicaba a la metalurgia, algo considerado masculino. El punzón es, además, un elemento transversal, lo encontramos en tumbas de niñas de diez años y ancianas de setenta, de ricas y de pobres, como un componente común a todas las mujeres argáricas. La diferencia estaría en su decoración y calidad, lo que indica que las argáricas se enorgullecían de este trabajo, al menos lo suficiente como para dejarlo reflejado en la representación en la muerte. Pero, es más, el punzón sobrepasa el ámbito del trabajo para convertirse en un elemento simbólico de una cierta identidad femenina.
El poder y la muerte
En el poder, como en el trabajo, quizás hemos tendido a añadir más de nuestra visión de lo que realmente podemos ver en las tumbas. Las mujeres de la élite fueron enterradas con ajuares que incluían joyas, sacrificios animales y otro tipo de ofrendas o piezas cerámicas. Sin embargo, esto no supone, automáticamente, la misma diferencia jerarquizada de épocas posteriores. Si bien las mujeres de la élite son enterradas con joyas y punzones y los hombres con armas, su consideración como “mujer del jefe” es algo contemporáneo y presentista. Lo que podemos ver en este tipo de tumbas es el acceso compartido al poder que tenían las argáricas de la élite y que se escenifica en ese sentido en las inhumaciones.
Mas allá de ese poder, podemos comprender, gracias a las sepulturas, mucho más sobre la muerte, las mujeres y El Argar. Los espacios funerarios argáricos se sitúan en un espacio doméstico, que como ya hemos visto era prioritariamente femenino, por lo que, aunque no sepamos mucho de la vida espiritual de El Argar ni de sus dioses ni de sus duelos, podemos inferir una importancia de las mujeres en este ámbito. En ese mundo funerario, tan asociado a la trascendencia, el sentimiento de comunidad y a la identidad, tanto individual como grupal, el ajuar femenino parece más estable que el masculino, con los punzones como hilo conductor. Las mujeres parecen mantener, en esta sociedad, una estabilidad, con unas redes sociales que serían fundamentales en la creación de una identidad común.

Esta tumba doble de La Almoloya apareció en el edificio conocido como el Parlamento, y corresponde a una pareja de la élite. Entre el ajuar de la pareja apareció un punzón de gran calidad, un elemento característico en los enterramientos de las mujeres de El Argar.
Pese a que ya podemos ver roles de género no parece que hubiera una desigualdad en la alimentación como tal, aunque sí variantes en qué alimentos se consumían en algunos yacimientos. Esto puede provenir más que de una diferencia jerárquica, quizás de las variantes geográficas, ya que, en muchos casos, eran las mujeres las que cambiaban de poblado en el matrimonio. En todo caso, no es comparable con las dinámicas de otras sociedades, en que se subalimentaba a las mujeres, que no solo comían menos sino también alimentos de peor calidad. No solo sería aventurado ver una minusvaloración de las labores domésticas, sino que, al contrario, parecen desempeñar un papel importantísimo en la configuración del grupo argárico como un algo cohesionado. Tampoco tenemos indicios como para hablar de una diferencia de prestigio o consideración entre estas tareas, que situara a las mujeres en las condiciones de subordinación que sí vemos claramente en sociedades como la griega o la romana.
Asimismo, tanto el estudio de los individuos infantiles como las diferencias de lesiones por género no parecen indicar que hubiera un ejercicio de la violencia interno. Aunque sí hay hombres que muestran signos de haber participado en conflictos violentos, no parece que se dieran en el interior de cada comunidad. En fin, estudiar una sociedad profundamente jerárquica en algunas cuestiones pero que todavía mantenía un cierto igualitarismo en otra, en que ya podemos ver no solo diferencias sociales, sino también en la consideración del género, nos ayuda a comprender no solo el origen de la desigualdad, sino también cómo nuestra sociedad ha mirado al pasado.
De este modo, frente a una visión decimonónica que primaba sobre todas las cosas la violencia y la guerra como generadoras de prestigio y autoridad, y la minusvaloración de lo doméstico, una nueva forma de entender las sociedades pasadas ha puesto de relieve no solo los cuidados como trabajo, sino también la importancia concedida a los mismos. Quizás hay que reivindicar más no solo que las mujeres siempre han trabajado fuera del hogar, sino también la importancia de esos trabajos domésticos, vitales para la vida y la comunidad, que tan relegados habían quedado en la historiografía de tiempos pasados.
Bibliografía
- Lozano, M. et al. (2021): “Argaric craftswomen: Sex-based division of labor in the Bronze Age southeastern Iberia”, Journal of Archaeological Science, 127. https://doi.org/10.1016/J.JAS.2020.105239
- Montón Subías, S. (2007): “Interpreting archaeological continuities: an approach to transversal equality in the Argaric Bronze Age of south-east Iberia”, World Archaeology, 39(2), pp. 246–262.
- Montón Subías, S. (2010): “Muerte e identidad femenina en el mundo argárico”, Trabajos de Prehistoria, 67 (1), pp. 119-137
- Sánchez Romero, M. (2014): “Mujeres, Arqueología y Feminismo: aportaciones desde las sociedades argáricas”, ArqueoWeb, 15, pp. 282-290.
Comentarios recientes