La victoria de Carlos V sobre Francisco I de Francia en Pavía y la brusca irrupción de los turcos en Hungría tras la batalla de Mohács marcaron el inicio de un conflicto a gran escala entre los imperios Habsburgo y otomano al que no fueron ajenos los príncipes de Italia, Alemania, Berbería y los Balcanes. En este universo intricado y cambiante se movieron agentes de todo tipo, entretejidos en complejas redes de información que llegaban desde las posadas de mercaderes hasta las alcobas de los príncipes. El espionaje en ambos bandos, imperial y otomano, precedió siempre a las grandes campañas militares. El asedio turco de Viena en 1529, la campaña de Andrea Doria en el Peloponeso en 1532 o la conquista de Túnez por Carlos V en 1535 se fraguaron merced a la información recabada por los respectivos agentes imperiales en territorio enemigo.
Raguseos y albaneses
En el complejo mundo del espionaje mediterráneo del siglo XVI, la ciudad-estado de Ragusa, una república marítima vasalla del Imperio otomano, constituyó uno de los principales centros de información de las redes organizadas en Nápoles y Venecia por los virreyes y embajadores españoles. No solo los raguseos, sino también otros vasallos cristianos del sultán en la península balcánica, como griegos y albaneses, estaban dispuestos a colaborar con los españoles. Sin embargo, se trataba con frecuencia de hombres volubles, y en ocasiones de espías dobles que actuaban al servicio de los turcos. Rodrigo Niño, embajador del emperador en Venecia a inicios de la década de 1530, consideraba a los albaneses “gente de poca confianza, y raguseos de mucha menos”.[1]
Dos de estos agentes dobles eran personajes del entorno de un espía español del que solo conocemos el nombre clave: Angulema, al que Lope de Soria, sucesor de Rodrigo Niño en la embajada en Venecia, consideraba ampuloso e indiscreto.[2] Se trata de su pariente Juan Mida y del fraile franciscano Ludovico Martinengo, natural de la isla de Lesina –actual Hvar–, en la Dalmacia veneciana. Ambos eran agentes de Alvise Gritti, gobernador de Hungría y hombre de confianza del gran visir Ibrahim Pachá.
Fray Ludovico se dio a conocer en 1531 en Aquisgrán, donde se presentó ante Fernando I, rey de Bohemia y de Hungría además hermano de Carlos V, como emisario del patriarca ortodoxo de Constantinopla para informar al emperador sobre los preparativos turcos para una gran campaña inminente. Martinengo no portaba credenciales, lo que despertó las sospechas de Fernando. El emperador recibió al franciscano en los Países Bajos, le ordenó que regresase con su hermano y le entregó una suma de cincuenta escudos para los gastos del viaje.[3] Sin embargo, Martinengo no apareció. Fernando ordenó al gobernador de Carniola, Johann Katzianer, que apostara hombres en los caminos para interceptar al sospechoso individuo si trataba de regresar al Imperio otomano por tierra. Asimismo, escribió a su agente en Ragusa, Michele Bucignolo, para que comprobase si el fraile tenía relación con el patriarca de Constantinopla. Martinengo fue arrestado en St. Florian, en la Alta Austria, y aunque logró escapar, lo capturaron de nuevo en Linz. En su equipaje no había documento alguno que acreditase su relación con el patriarca, pero sí dos cuños para sellos con los que debía de falsificar documentos.[4]
Mientras Martinengo estaba en prisión, llegaron informes de Ragusa, Roma y Constantinopla acerca de su actividad. No solo el patriarca ortodoxo no había tenido contacto con él, sino que se supo que había sido sacerdote en la ciudad veneciana de Modona, en el sur de Grecia, antes de presentarse en la capital otomana, donde el superior regional de los franciscanos lo había apartado de la actividad religiosa por diversos escándalos.[5] El fraile fue conducido al castillo de Scharnstein y confesó bajo tortura que el verdadero propósito de su viaje era recabar información sobre la situación política y militar en el Sacro Imperio. Era ya 1534, y temeroso sobre su suerte, arrebató una daga a uno de sus guardias en un momento de descuido, se asestó cuatro puñaladas y se cortó la garganta. Fue una lástima, pues según Lope de Soria se trataba de una “persona muy sabia”, de alguien que podría haber proporcionado abundante información.[6]
En cuanto a Juan Mida, al que Soria presenta como “doméstico servidor de Luis Gritti y Abrahim Bajá”, se sabe que era ingeniero militar y que pasó a Italia en 1534 con el pretexto de entregar a Carlos V cartas de un antiguo agente del emperador Maximiliano afincado en Venecia, el conde Abbatis de Villanova, otrora conocido como Micaleto Olastè.[7] Estas cartas, según Soria, “eran por dar color al que las llevaba”.[8] La realidad es que el conde Abbatis, viejo y gotoso, estaba asociado con Mida y Martinengo y también actuaba a las órdenes del gran visir. El verdadero propósito de Mida era llevar un mensaje verbal al gran almirante otomano Jeireddín Barbarroja, que operaba entonces con el grueso de la flota otomana en la costa ligur para apoderarse de Génova con apoyo francés. Mida fue arrestado en aquella ciudad, pero no pudieron hacerle confesar y quedó en libertad. Finalmente, fue atrapado en el invierno de 1535, cuando ya se sabía, en palabras de Soria, que “ha tenido cargo de galeas del Turco”.[9]
Un falso embajador
Más astuto e intrigante que los anteriores fue otro agente del turco, Isidoro de Codroipo, o Isidoro Zegliaco. Natural de Friuli, en la república de Venecia, antes de pasar al servicio de Solimán había demostrado ya su habilidad para el espionaje y la traición: en 1508 entregó a los imperiales la fortaleza veneciana de Marano a cambio de una cuantiosa suma de dinero. Poco satisfecho con sus nuevos empleadores, pasó a Ferrara y Mantua, donde se hizo pasar por emisario del emperador Maximiliano valiéndose de su labia y de sellos falsificados.[10] Desenmascarado, estuvo dos años encarcelado en Viena, y cuando lo dejaron libre se dirigió a Constantinopla para ofrecer sus servicios a Solimán el Magnífico. Para ello se presentó como embajador de Carlos V y del papado. Al cabo de unas semanas lo descubrieron, pero su audacia, junto con la valiosa información que reveló a Ibrahim Pachá y a Alvise Gritti, convencieron a ambos de emplearlo a su servicio. En efecto, Zegliaco les entregó un plano detallado de Italia con sus pasos, puertos y plazas fuertes, hizo sugerencias para la conquista de la península y señaló la ventaja estratégica que supondría para el turco la adquisición de Fiume.[11]
El embajador imperial Cornelis de Schepper, que viajó a Constantinopla en 1533, se encontró a Zegliaco en las dependencias de Gritti y en su diario no ahorra epítetos para calificar al personaje: “gran y notable traidor, que al principio se hacía llamar embajador del emperador”.[12] Pero lo cierto es que Gritti tomó al friulano a su servicio como “familiaris”, lo obsequió con cien ducados y un caballo, y, como gobernador de Hungría, le expidió credenciales diplomáticas. En septiembre de 1533 Zegliaco abandonó Constantinopla camino de Croacia, donde se entrevistó con importantes personajes como Stjepan Berislavić, déspota titular de Serbia. Sus actividades despertaron sospechas, de modo que fue arrestado por las autoridades habsbúrgicas y conducido a Praga. Si bien aseguró que en realidad actuaba en beneficio de la cristiandad y que habría informado al emperador en caso de una invasión otomana, uno de sus sirvientes admitió que Zegliaco había estado conspirando con la nobleza croata contra Fernando I. La oportuna intervención de Gritti, que había viajado a Buda para participar en la negociación de la paz entre el rey de Hungría y el sultán, propició que Isidoro fuese puesto en libertad y recuperase todas sus pertenencias.[13]
Zegliaco anunció que viajaría a Roma, por lo que el nuncio pontificio en Alemania, Pier Paolo Vergerio, puso sobre aviso a las autoridades papales. Sin embargo, el astuto friulano se dirigió en realidad a Baviera, donde se entrevistó con el duque Guillermo IV, al que quiso atraer sin éxito al bando del sultán y del rey de Francia. Seguidamente pasó a París y, de regreso, entró en contacto con el landgrave de Hesse y el duque de Wurtemberg, ambos protestantes, a quienes informó de que recibirían subsidios turcos si invadían con sus tropas los territorios austriacos para apoyar a Juan Zápolya, que disputaba a Fernando I el trono de Hungría. Indignado, este ordenó de nuevo el arresto del intrigante embajador. Para entonces, Gritti había muerto, por lo que aquí acabó la fortuna de Zegliaco. Fue apresado de nuevo y se ignora cuál fue su suerte.[14]
Un forajido napolitano
De origen más esclarecido que los anteriores era otro cristiano al servicio de Solimán, Troilo Pignatelli, al que el virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, describía al emperador como “hombre de manera y buen soldado, y [que] ha tenido cargo muy honrrado en la señoría de Venecia”.[15] Era vástago de una ilustre familia de la aristocracia napolitana y, para cuando se pasó al turco a finales de 1533, contaba ciertamente con una extensa hoja de servicios en el Ejército de la Señoría de Venecia. Su carrera, sin embargo, la comenzó en las filas españolas. En 1511 era lugarteniente de una compañía de lanzas, y en abril de 1512 fue herido en la batalla de Rávena. En octubre de 1514 se distinguió al servicio de Venecia, a las órdenes de Bartolomeo d’Alviano, en las tomas de Rovigo y Lendinara a los españoles.[16] En junio de 1515 sorprendió a ciento cincuenta infantes españoles alojados cerca de Lonigo y masacró a la mayoría, aunque él mismo fue herido y perdió su caballo. Como recompensa por la victoria, d’Alviano lo obsequió con una nueva montura valorada en ciento treinta ducados.[17]
En los años sucesivos, Pignatelli acreditó su valor en numerosos combates contra españoles e imperiales y fue herido en varias ocasiones, aunque también sufrió reveses importantes. Destacó asimismo como ingeniero militar en la fortificación de las plazas de Legnano y Vicenza. Tras el fin de las hostilidades asesoró a los franceses en la fortificación del Castello Sforzesco de Milán, realizó obras hidráulicas en Longare, cerca de Padua, y trabajó en la renovación de las defensas de esta ciudad. Sirvió también en la Guerra de la Liga Santa (1521-1525) y regresó a Nápoles en 1528. En marzo de 1533, su hermano Andrea, comendador sanjuanista de Castrovillari, emboscó y mató a Carafa della Spina, conde de Policastro. El nuevo virrey, Pedro de Toledo, fue implacable y ordenó ejecutar al caballero a pesar de las súplicas de Troilo, que pasó a la Cefalonia veneciana y de allí a tierras del turco en pos de venganza, convirtiéndose así en un fuoriuscito, un forajido. El virrey informó puntualmente al emperador: “hase de sospechar que su ida al Turco no es sin causa; tiene grande parentela en Trana, lleva consigo cuatro servidores de allí; podría ser fuese con ruín pensamiento”.[18] Los temores se confirmaron en cuanto se supo de la calaña de sus compañeros: Colla Pellegrino, un bandolero de renombre; Marco Sormano, un clérigo huido por deudas, y un tal Jacobo del Monte.[19]
Los agentes españoles en Valona –actual Vlorë, en Albania– informaron de los movimientos de Pignatelli y su compañía: los recibió el cadí de la ciudad, que obsequió al napolitano con pan, vino y carne, y cuatro días después se pusieron en camino hacia Constantinopla con una escolta proporcionada por el gobernador.[20] En la capital otomana fue recibido por el propio Solimán y este lo tomó a su servicio. Troilo reveló abundante información a los turcos sobre los puertos, costas y plazas fuertes de su región de origen, Apulia, la puerta de entrada a Italia desde la Albania y la Grecia otomanas. Supo también ganarse el favor personal del sultán. En palabras del cronista Paolo Giovio:
[…] siendo hombre muy ingenioso y astuto, había mostrado los artificios de algunos instrumentos, con pequeños modelos de madera […], para sostener una furia del enemigo cuando fuesen impedidos de desembarcar en tierra por las riberas. Solimán se deleitaba tanto de las formas de aquel artificio, que […] encomendó mucho a este hombre como persona de sutilísima y eficacísima industria al pachá, y especialmente a Lüfti Bey, al que había hecho capitán general de la armada.[21]
En la primavera de 1537, Solimán ordenó aprestar su flota para una campaña en el sur de Italia. Lejos de tratarse de una mera operación de pillaje y captura de esclavos, como se ha considerado tradicionalmente esta empresa, el verdadero propósito del sultán, que en paralelo se desplazó en persona con un gran ejército hasta Valona, era establecer una presencia firme en el sur de la península, alentado por Troilo y el embajador de Francisco I de Francia, Jean de La Forêt. Solimán pretendía así emular a su bisabuelo Mehmet el Conquistador, que en 1480 había tomado la ciudad portuaria de Otranto.[22]
Troilo embarcó en la armada, que gobernaban conjuntamente Lüfti Bey y Jeireddín Barbarroja y se componía de 160 galeras y 60 naos con 30 000 hombres a bordo. Aconsejados por el napolitano, los generales turcos evitaron atacar directamente las principales plazas portuarias y desembarcaron 10 000 hombres entre jenízaros y sipahis junto a Castro, una pequeña población amurallada 12 km al sur de Otranto. Troilo persuadió al señor local, Mercurino di Gattinara –sobrino del canciller imperial homónimo–, para que se rindiese a los hombres de Barbarroja bajo la promesa de que se permitiría que los habitantes abandonasen la villa sin sufrir daño. El turco, sin embargo, incumplió su palabra, hizo masacrar a los ancianos y los débiles, y esclavizó a los demás. Solimán esperaba una rápida victoria, mas la defensa acérrima de la población local, el hostigamiento de las tropas del conde Scipione della Soma y la rápida movilización del ejército reunido por Pedro de Toledo, junto con los éxitos en el estrecho de Otranto de la armada imperial de Andrea Doria, obligaron a los turcos a reembarcar.[23] El forajido Pignatelli desaparece en este punto de los registros históricos; se ignora qué fue de él.
El hombre más rico de Constantinopla
A lo largo de estas líneas ha sido recurrente el nombre del que fue sin duda el cristiano más influyente en la corte de Solimán el Magnífico: el comerciante veneciano Alvise Gritti, hijo bastardo de Andrea Gritti, bailo –embajador– en Constantinopla en tiempos de Bayaceto II y más tarde jefe de las tropas venecianas en la Guerra de la Liga de Cambrai (1508-1516) y dogo de Venecia (1523-1538). Políglota, mercader sagaz e inmensamente rico especializado en el comercio de piedras preciosas, fue íntimo amigo del gran visir Ibrahim Pachá, se rodeó en su palacio de una verdadera corte de humanistas cual príncipe del Renacimiento, fue regente de Hungría con Juan Zápolya y se dice que, en su creciente ambición, llegó a codiciar el trono del reino magiar.[24]
Gritti nació en Constantinopla en 1480 fruto de los devaneos amorosos de su progenitor, ilustre patricio veneciano. El muchacho creció la ciudad del Cuerno de Oro hasta que su padre regresó a Venecia en 1496 y se lo llevó consigo. Recibió una educación exquisita en Venecia y Padua, pero, al estarle prohibida la carrera política por su condición de hijo ilegítimo, volvió a Constantinopla hacia 1507 o 1508 y se estableció allí como mercader. Hábil negociante, supo hacer fortuna con la importación de vinos y piedras preciosas al tiempo que exportaba especias y grano a Venecia; construyó en el Gálata un magnífico palacio de estilo italiano con extensos jardines y formó un séquito un séquito de centenares de sirvientes y esclavos. Su riqueza, sus conocimientos y su elocuencia le granjearon la amistad del gran visir Ibrahim Pachá y el favor del propio Solimán. Así, cuando su padre se convirtió en dogo en 1523, Gritti dejó de ser un bastardo para convertirse para los turcos en beyoğlu, “el hijo del príncipe”.[25] Su chambelán y confidente Francesco della Valle dejó de él la siguiente semblanza:
Tenía unos cincuenta y dos años, era un hombre muy alto, de rostro moreno, nariz aguileña y aspecto jovial; había estudiado las mejores letras humanas en griego y latín, era muy inteligente y afable al hablar, un maestro absoluto en las lenguas turca y griega […]. Su vestido era al estilo turco, de seda y de oro; llevaba una gorra de cebellina en la testa y vestía ostentosamente, cambiándose de ropa todos los días. No solía usar más de seis u ocho veces una misma prenda, pero lo que no usaba lo daba a sus sirvientes.[26]
En su corte de Pera, Gritti se rodeó de un círculo de humanistas para mayor gloria personal: el citado Francesco della Valle; el filósofo y poeta Tranquillus Andronicus; Agostino Museo, su secretario y preceptor de su hijo Antonio, y el franciscano Bartolo Fontio, traductor al italiano de la obra de Lutero. También patrocinó al célebre poeta Pietro Aretino, que compuso un poema en loa de su benefactor.[27]
Gritti sabía cómo ganarse el favor de sus congéneres. Sus fiestas eran magníficas e incluían como invitados a los hombres más ricos de Constantinopla y a altos dignatarios extranjeros. El embajador imperial Cornelis Schepper cuenta que, durante su estancia en la ciudad en 1533 para negociar una tregua, Solimán visitó a Gritti en su palacio y este lo obsequió con una silla de montar con incrustaciones de piedras preciosas por valor de cien mil ducados.[28] Al embajador lo agasajó también y le regaló un caballo.[29] Su gran valedor, con todo, no fue directamente el sultán, sino Ibrahim Pachá, un hombre inteligente, culto y pragmático como Gritti, que aprovechó los extensos conocimientos y la red de informantes del veneciano para diseñar la estrategia otomana en Europa.
El ascenso político de Gritti comenzó propiamente en 1527, tras la batalla de Mohács, cuando el polaco Hyeronimus Laski, embajador de Juan Zápolya, rival de Fernando I en la pugna por el trono húngaro, se presentó en Constantinopla para pedir la ayuda del sultán en la lucha contra el Austria, cuyas fuerzas avanzaban victoriosas. A cambio de sus gestiones ante el gran visir Ibrahim, el embajador sobornó a Gritti con la promesa de un obispado en Hungría que le rentaría anualmente suculentos beneficios económicos. De este modo el veneciano se erigió como intermediario entre Zápolya y la Sublime Puerta para gran enfado de su padre, que le pidió que regresase a Venecia y aceptase un estipendio anual de cien mil ducados. El dogo temía que, en el contexto de la guerra entre Carlos V y Francisco I de Francia, después del Saco de Roma, las gestiones de su hijo en favor de un enemigo declarado del emperador comprometiesen la neutralidad de Venecia. Alvise, sin embargo, se negó renunciar a su posición.[30]
En la campaña húngara de Solimán de 1529 acompañó al sultán como proveedor del ejército y le prestó treinta mil ducados y otras tantas piastras para financiar la empresa. El 8 de septiembre, los turcos tomaron Buda. Solimán marchó entonces sobre Viena, mientras que Gritti permaneció en la capital húngara, donde se le confirmó la diócesis que le había prometido Laski, la de Eger, y fue nombrado consejero y tesorero del rey. Cuando los imperiales asediaron Buda entre octubre y diciembre del año siguiente, Gritti lideró la exitosa defensa. El 26 de diciembre, Zápolya lo recompensó con el título de regente y le concedió el condado de Mármaros, rico en minas de sal. Las rentas del obispado de Eger le fueron transferidas a su hijo Antonio, de dieciséis años.[31] La nobleza húngara protestó antes las prebendas que recibía aquel extranjero, pero el rey acalló las voces críticas, consciente de que la ayuda turca dependía de la satisfacción de Gritti.
A su regreso a Constantinopla en 1531, el bastardo reconvertido en príncipe estaba en la cima de su poder. Su ambición creció y estableció contactos secretos con los príncipes alemanes al tiempo que trataba de intervenir en las disputas entre el rey de Polonia, Segismundo I, y el voivoda de Moldavia, Petru Rareș, quien no olvidaría las componendas del veneciano.[32] Sin embargo, el sultán pronto requirió de sus servicios. Solimán deseaba responder a la coronación de Carlos V en Bolonia con una demostración de fuerza en la que Gritti desempeñaría un papel clave. En calidad de experto joyero, ideó y contribuyó al diseño y la adquisición en Venecia del más destacado elemento simbólico del poder del sultán para la campaña venidera: un casco-corona de oro inspirado en la tiara papal que el orfebre Cristoforo Foppa había elaborado en 1510 para Julio II, pero con cuatro círculos en lugar de tres y tachonado de perlas, diamantes, rubíes, esmeraldas y una gran turquesa, un conjunto valorado en ciento quince mil ducados.[33] La entrega de la suntuosa corona vino acompañada de la presentación al sultán de un panegírico en forma de manuscrito ricamente iluminado, encargado también por Gritti en Venecia y en el cual el hijo del dogo, buen conocedor de la mitología griega, remontaba los orígenes del linaje de Solimán al héroe helénico Teucro, hijo del dios Apolo y de Casandra, hija de Príamo de Toya, y presentaba al sultán como epítome del gobernante ideal.[34]
Llegada la primavera, Solimán avanzó desde Constantinopla al frente de un gran ejército en pos de la “manzana dorada”, Viena. Gritti actuó en la campaña como proveedor de la expedición, al igual que tres años antes. A principios de julio, en Buda, Zápolya lo nombró capitán general del reino y le entregó la dirección de su ejército. Mientras Solimán marchaba sobre Viena, Gritti lideró las tropas húngaras en el sitio de Estrigonia, que defendía el español Tomás de Lezcano con un contingente de soldados españoles, alemanes, croatas y húngaros leales a Fernando I. A finales de octubre, incapaz de avanzar más allá de Kőszeg a las puertas del invierno, el sultán ordenó la retirada y Gritti tuvo que levantar el asedio y regresar a Buda. Los enemigos húngaros del veneciano habían estado conspirando en su ausencia, y este, alertado por sus informadores, prendió e hizo ejecutar a varios de ellos.[35]
El fracaso de la campaña de 1532 marcó el inicio del declive de Gritti. Mientras Solimán estaba ocupado en Occidente, el sah de Persia, Tahmasp I, había aprovechado para avanzar sobre las fronteras orientales del imperio. El sultán encargó a Ibrahim Pachá y a Gritti que negociasen una tregua con los Austrias mientras aprestaba una gran expedición contra los safávidas. Consciente de que Zápolya y la nobleza húngara se volverían abiertamente en su contra si se consumaba la división del reino, el veneciano comenzó a sopesar un cambio de bando. Había además otras razones para ello: su creciente impopularidad entre la plebe y la hostilidad de importantes funcionarios otomanos como Janus Bey, dragomán (intérprete) y favorito del sultán, el gran almirante Jeireddín Barbarroja –rival acérrimo de Ibrahim Pachá– o el defterdar (tesorero) Mahmud Çelebi.[36] Por si fuera poco, había prestado grandes sumas de dinero a varios magnates húngaros que no se lo habían devuelto, y sus finanzas se habían resentido considerablemente. En marzo de 1533 fue llamado a Constantinopla, donde aprovechó la presencia de Cornelis de Schepper, enviado de Carlos V, para iniciar la aproximación al emperador. Cuenta el flamenco que Gritti le reveló una señal premonitoria que había observado en el cielo nocturno de la capital turca:
Nos dijo […] que la noche anterior había visto, lejos de aquí [en el cielo], dos hombres armados que esgrimían lanzas, uno de los cuales en latín y el otro en turco habían dicho: “La fortuna, oh turcos, hasta ahora había estado de vuestro lado, pero ahora ha cambiado y se ha aproximado a los cristianos”. Fuera cierto o no, se ha tenido como cosa verdadera y me parece que puede tomarse por un prodigio.[37]
Explica Schepper en su diario de viaje, además, que días antes circulaban por las calles de Constantinopla rumores contra Gritti: “de este bastardo moreno se ha predicho que seducirá a los turcos y será la causa de la ruina de todos ellos”.[38] Es posible que el propio veneciano hubiese hecho correr habladurías al respecto para ganarse el favor del embajador imperial, pues un gentilhombre de su corte, el milanés Michele Cusano, sostuvo por entonces una curiosa conversación con Schepper: le dijo que había recibido una carta del presidente del Consejo de Milán en la que este hablaba de una profecía que circulaba a la sazón por Italia, según la que “el imperio de los turcos debía ser extirpado por medio de un bastardo, que sería hijo de algún príncipe, de gran estatura y de color moreno, el cual bastardo tendría gran autoridad sobre los turcos y los llevaría a emprender alguna empresa por cuyo medio lograría su ruina absoluta”.[39] Este, claro está, no podía ser otro que Gritti.
El veneciano engañaba a todos al mismo tiempo para tratar de salir del paso. Fue en este contexto cuando envió a Isidoro de Codroipo para tratar de conjugar una alianza de los príncipes alemanes con Juan Zápolya en contra de Fernando I. Al mismo tiempo, planteaba al embajador imperial la creación de una liga que integrase a Carlos V, la república de Venecia y Francia para invadir el Imperio otomano mientras Solimán estaba en Persia con el grueso de su ejército y la armada de Barbarroja permanecía ocupada en África.[40]
La realidad es que Gritti estaba ganando tiempo para escabullirse de Constantinopla y regresar a Hungría con tropas suficientes para enfrentarse a sus enemigos y negociar desde una posición de fuerza. El 14 de junio de 1534 dejó la capital, y dos meses más tarde llegaba a Transilvania acompañado de sus tres hijos, su corte y un contingente de tropas que oscilaba entre los mil ochocientos y los veinte mil hombres, según las fuentes –la cifra real, sin duda, se aproxima mucho más a la primera–.[41] El recibimiento no fue amistoso. István Mayláth, voivoda de Transilvania, reunió un ejército de cuarenta mil hombres y asedió a Gritti y sus fuerzas en la ciudad de Medyges. De nada sirvieron las desesperadas peticiones de ayuda del veneciano a Juan Zápolya y a Fernando I. El 29 de septiembre, la artillería abrió brecha y se produjo el asalto. Los soldados turcos de Gritti combatieron bien, pero fueron derrotados y masacrados; entre tanto, el veneciano, en estado febril, escapó a caballo en compañía de sus hijos, su chambelán Francesco della Valle y varios soldados turcos. No llegaron lejos. Gritti fue capturado, conducido de regreso a Medyges y ejecutado sin contemplaciones. En sus botas encontraron ocultas las piedras preciosas que le quedaban.[42]
Conclusiones
Las vidas de los agentes cristianos del turco, en suma, fueron peligrosas. Enemigos entre sus propios correligionarios, casi siempre hombres de una frontera difusa, despertaban también las suspicacias de sus empleadores. La ambición y el deseo de ascender socialmente guiaron sus acciones, bien que, con frecuencia, su astucia y sus dotes para el engaño no les bastaron para salir airosos en un ambiente en el que un paso en falso, una indiscreción o confiar en el hombre equivocado podían ser fatales. Aun así, no hay que subestimar sus capacidades, pues supieron desempeñar los cometidos asignados, al menos por un tiempo, y sembraron la confusión entre los agentes de los Austrias al tiempo que ejercían funciones diplomáticas y nutrían de información a sus señores turcos.
Notas
[1] Sola, Emilio: “Ragusa y los espías”, Archivo de la Frontera, 11/05/2009, p. 4.
[2] Sola, Emilio, ídem.
[3] Žontar, Jože (1973): Obveščevalna služba in diplomacija Avstrijskih Habsburžanov v boju proti Turkom v 16. Stoletju. Ljubljana: Slovenska akademija znanosti in umetnosti, p. 34.
[4] Žontar, Jože, op. cit., p. 35.
[5] Žontar, Jože, ídem.
[6] Lope de Soria a Juan de Zúñiga, Venecia, 9 de octubre de 1534, British Library Addison 28.587, f. 73.
[7] Sola, Emilio, op. cit., p. 5.
[8] Lope de Soria a Juan de Zúñiga, Venecia, 9 de octubre de 1534, British Library Addison 28.587, f. 73.
[9] Sola, Emilio, op. cit., p. 5.
[10] Schepper, Corneille de (1533-1534) “Journal de Corneille Duplicius de Schepper”, en Saint-Genois, Jules, barón de (ed.); Yssel de Schepper, G. A. (ed.): Missions diplomatiques de Corneille Duplicius de Schepper, dit Scepperus, ambassadeur de Christiern II, de Charles V, de Ferdinand Ir et de Marie, reine de Hongrie, gouvernante des Pays-Bas, de 1523 à 1555, I. Bruxelles: Hayez, pp. 150-151.
[11] Žontar, Jože, op. cit., p. 36.
[12] Schepper, Corneille de, op. cit., p. 150.
[13] Žontar, Jože, op. cit., p. 37.
[14] Žontar, Jože, op. cit., p. 38.
[15] Pedro de Toledo a Carlos V, Nápoles, 2 de diciembre de 1533, en Escribano, José Miguel: “Literatura de avisos, literatura de la frontera”, Archivo de la Frontera, 2/08/2013, p. 14.
[16] Carta del proveedor general Domenico Contarini, 21 de octubre de 1514, en Sanuto, Marino (1887): I diarii di Marino Sanuto, vol. XIX. Venezia: Fratelli Visentini Tipografi Editori, pp. 153-155.
[17] I diarii di Marino Sanuto, vol. XX, pp. 298-299.
[18] Pedro de Toledo a Carlos V, Nápoles, 2 de diciembre de 1533, en Escribano, José Miguel: “Literatura de avisos, literatura de la frontera”, Archivo de la Frontera, 2/08/2013, p. 14.
[19] Moral y Pérez de Zayas, José María del (1966): El Virrey de Nápoles: don Pedro de Toledo y la guerra contra el turco. Madrid: CSIC, p. 88.
[20] Nuevas de Levante, 18 de noviembre de 1533, Lecce, en Escribano, José Miguel: “Literatura de avisos, literatura de la frontera”, Archivo de la Frontera, 2/08/2013, p. 31.
[21] Giovio, Paolo (1562): Libro de las historias, y cosas acontescidas en Alemaña, España […] y en otros reynos y señorios: començando del tiempo del Papa Leon […]. Valencia: Joan Mey, p. CXXXIX.
[22] Sobre la estrategia y la finalidad de la campaña turca en Apulia en 1537, vid. Otman, Elvin; Latimer, Paul (dir.) (2018): The Crescent, the Lion and the Eagle: re-analyzing the Ottoman Apulian Campaign and Attack on Corfu (1537) in the context of Ottoman-Habsburg rivalry. Tesis doctoral, Ġhsan Doğramacı Bilkent University.
[23] El Desarrollo de la campana se puede seguir en Saletta, Vincenzo (1974): “Saccheggio di Castro”, Studi meridionali, 7, pp. 67-72.
[24] Existen sobre el personaje una extensa biografía contemporánea: Papo, Gizella Nemeth; Papo, Adriano (2002): Ludovico Gritti: un principe-mercante del Rinascimento tra Venezia, i Turchi e la corona d’Ungheria. Mariano del Friuli: Edizioni della Laguna. Vid. también Elvin, Otman; Kalpaklı, Mehmet (dir.) (2009): The role of Alvise Gritti within the Ottoman politics in the context of the “Hungarian Question” (1526-1534). Trabajo de fin de máster, Bilkent University.
[25] Otman, Elvin, op. cit., p. 48.
[26] Otman, Elvin, op. cit., p. 53.
[27] Otman, Elvin, op. cit., pp. 56-57.
[28] Schepper, Corneille de, op. cit., pp. 149-150.
[29] Schepper, Corneille de, op. cit., p. 186.
[30] Otman, Elvin, op. cit., p. 82.
[31] Otman, Elvin, op. cit., pp. 94-95.
[32] Otman, Elvin, op. cit., p. 98.
[33] Sobre el casco-corona de Solimán, vid. Necipoǧlu, Gülru (1989): “Süleyman the Magnificent and the Representation of Power in the Context of Ottoman-Hapsburg-Papal Rivalry”, The Art Bulletin, 71 (3), pp. 401-427.
[34] El documento se conserva en la Houghton Library de la Universidad de Harvard con la signatura MS Typ 145. Vid. Pulido-Rull, Ana (2012): “A pronouncement of alliance: an anonymous illuminated Venetian manuscript for Sultan Süleyman”, Muqarnas, 29, pp. 101-150.
[35] Papo, Gizella Nemeth; Papo, Adriano, op. cit., pp. 146-147.
[36] Otman, Elvin, op. cit., p. 105.
[37] Schepper, Corneille de, op. cit., pp. 162-163.
[38] Schepper, Corneille de, op. cit., p. 151.
[39] Schepper, Corneille de, op. cit., p. 153.
[40] Otman, Elvin, op. cit., p. 103.
[41] Papo, Gizella Nemeth; Papo, Adriano, op. cit., p. 238.
[42] Papo, Gizella Nemeth; Papo, Adriano, op. cit., p. 270.
Comentarios recientes