El Armisticio de Panmunjom, firmado el 27 de julio de 1953, supuso el final de una batalla, no de una guerra. La guerra de Corea (1950-1953) se sitúa en la lista de los conflictos más relevantes para la creación de un nuevo orden internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Dos peones de la geoestrategia global
La participación internacional en la firma del armisticio fue de vital relevancia ideológica para la región. El sur, liderado por Syngman Rhee, recibió el apoyo de la influencia de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, especialmente en el Consejo de Seguridad, el cual aprobó las resoluciones 82/1950, donde se condenaba la invasión norcoreana y se pedía la retirada hasta el paralelo 38; y la resolución 84/1950, que creó el Comando de las Naciones Unidas (CNU), liderado por Estados Unidos. Este organismo iba a firmar el armisticio por Corea del Sur, que se retiró de las negociaciones, de ahí que nunca se convirtiera en un tratado de paz a pesar de que los surcoreanos lo ratificaron. En el caso de Corea del Norte, liderada por Kim Il-sung, se vieron afectados por la “táctica de la silla vacía” de la URSS en el Consejo, pues los soviéticos nunca se posicionaron internacionalmente a favor de los norcoreanos a pesar de que compartían ideología. Había sido la República Popular de China la que había apoyado al norte con su Ejército de Voluntarios del Pueblo Chino cuando la ofensiva del CNU y surcoreana se acercó al río Yalu, por tanto, el armisticio fue firmado por esta junto con los representantes estadounidenses del CNU, Corea del Norte y la representación china.
La firma del armisticio supuso la creación de una Zona Desmilitarizada (ZDM) de 4 km de ancho a lo largo de los 248 km del paralelo 38; la repatriación voluntaria de los prisioneros de guerra acorde a la Convención de Ginebra; la división de la península en dos Estados soberanos –motivo por el la República Democrática de Corea (Corea del Sur) no quiso firmar la paz, pues uno de sus objetivos era la reunificación del territorio– y, por último, el establecimiento de la Comisión de Supervisión del Armisticio Militar (CSAM) para la proliferación de la paz. Lo único que no contempló el armisticio fue la paz.
Como hemos mencionado antes, la presencia internacional fue una fuente de tensiones entre las dos naciones. En 1953 Corea del Sur firmó el Acuerdo de Defensa Mutua con Estados Unidos, ratificando el armisticio y fomentando la cooperación internacional e iniciando la reconstrucción de su Estado. Mientras, Corea del Norte, apoyada por el comunismo chino y soviético, militarizó sus territorios, amenazados por el tratado antedicho a pesar del alto el fuego. La intensificación de la Guerra Fría escaló las tensiones entre ambas coreas, que internacionalmente chocaron ante la propuesta del Comité Olímpico de unificar la delegación deportiva, donde las discrepancias llevaron al rechazo. El primer movimiento militar tras el armisticio, que llevó a cabo la República Democrática Popular de Corea, fue invasión de la isla de Paekryeong (1965), que demostró a Corea del Sur que el apoyo estadounidense, ahora centrado en el desarrollo nuclear, no era suficiente para desalentar al norte. Estos enfrentamientos desencadenan una guerra de guerrillas en la que las incursiones más allá de la ZDM se volvieron cada vez más corrientes, con ejemplos como el incidente del 21 de enero, en el que treinta y un espías norcoreanos entraron en la sede de la Presidencia de la República de Corea. Por el otro lado, la República Democrática Popular identificó y capturó el USS Pueblo, un barco de espionaje estadounidense en aguas norcoreanas. Corea del Sur respondió con la Doctrina de la Contención, una estrategia militar que les prepararía y perfeccionaría para dar respuestas sistemáticas a los ataques norcoreanos, que abogaban por la militarización y, apoyados por la URSS, por el inicio de un desarrollo nuclear como disuasivo estratégico para Estados Unidos que sigue influyendo en la región a través del CSAM.
En la década de 1970 Corea del Sur, presidida por Park Chung-hee, se centró en la cooperación, asumiendo una política de “paz”. En 1971, la Cruz Roja, representada en ambos Estados, consiguió provocar unas reuniones bilaterales donde se establecieron los tres principios para futuros encuentros: autonomía, paz y unidad nacional. Sin embargo, Corea del Sur no asumió correctamente las políticas de reconciliación de Kim Il-sung y en 1972 aplicó la Constitución de Yushin, que otorga al presidente poderes decisorios especiales en asuntos de política exterior, y la declaración del 23 de junio de 1972, que hacía un llamamiento a que ninguno de los dos gobiernos se entrometiera en los asuntos internos del otro, fomentando la internacionalización de ambos Estados.
Corea del Norte consideró que este cambio de doctrina era un incumplimiento de la declaración del 4 de julio de 1971, que mantenía los citados pilares fundamentales. Para Pyongyang, la del 23 violaba la unidad del pueblo y los segregaba, y hubo un rebrote de las guerrillas hasta que en 1979 un golpe de Estado acabó con la vida del presidente surcoreano. La situación autocrática de Corea del Sur no mejoró con Chun Doo-hwan, el nuevo presidente al mando, quien tras la toma militar del Estado asumió políticas de desarrollo económico y represión política. La masacre de Gwangju en 1980 determinó la necesidad de que Corea del Sur iniciara una transición a la democracia. Ocho años más tarde, coincidiendo con los juegos olímpicos de Seúl de 1988, Roh Tae-woo fue elegido presidente democráticamente.
Dos caminos divergentes
Mientras que Corea del Sur se transformaba en el Estado democrático liberal que es hoy en día, Corea del Norte continuó con una política aislacionista basada en el desarrollo militar, sobre todo en el ámbito nuclear. En la década de 1990 las tensiones se consolidaron y ambos países siguieron adelante sin prácticamente ningún tipo de contacto entre ellos. Tras su apertura al mundo global, la República Democrática de Corea se vio terriblemente afectada por la Crisis Financiera Asiática del 97; mientras que la República Democrática Popular sufrió daños colaterales provocados por la caída de la URSS.
Fue entonces cuando se produjo el primer acercamiento norcoreano-estadounidense tras el Armisticio de Panmunjom; con la firma del Acuerdo Marco que, acorde a los tratados de Desarme Nuclear, paralizó el desarrollo nuclear de Pyongyang a cambio de apoyo económico y energético de Estados Unidos para sacar a su población de las hambrunas que el régimen autoritario no había podido solucionar con su política aislacionista. Mientras que esta apertura podría haber significado cambios en las relaciones multilaterales y bilaterales en Corea, en realidad supuso la violación de prácticamente todo lo firmado anteriormente y en la década del 2000 las guerrillas y los atentados se intensificaron. Tras los fallos de reconciliación de la cumbre de Pyongyang, Kim Dae-jung, nuevo presidente de Corea del Sur aplicó la nueva Política del Sol sobre reconciliación y cooperación; cuestión que les debilitó ante el gobierno de Corea del Norte, que poco después se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), violando el Acuerdo Marco con Estados Unidos.
A modo de conclusión, podemos ver que a fecha de hoy las relaciones bilaterales entre Corea del Norte y del Sur siempre han implicado de alguna manera la influencia o imposiciones de terceros actores, siendo multilaterales en la práctica. Esto ha provocado la inestabilidad entre ambas partes y un conflicto que se mantiene activo, pendiente de las fluctuaciones internacionales que afectan a los gobiernos de ambos países. Aunque hoy Corea del Sur es un Estado democrático, no debemos olvidar sus orígenes pues sigue centrada en ganar la guerra y por ello es susceptible a cambios repentinos en el gobierno, como lo sucedido recientemente en su parlamento. Para Corea del Norte, el panorama internacional, marcado por el resurgimiento de conflictos bélicos en Europa, podría ser de gran ayuda en la mejora de sus relaciones con la Federación Rusa y China, que a día de hoy siguen siendo sus mayores aliados.
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