En el corredor natural de la Val de Aibar, al pie de la vía que conectaba el Pirineo Central -desde Iacca (Jaca, Huesca)- con el último puerto navegable del Ebro en época romana –Vareia (Logroño)- se alzan los restos de la ciudad romana, antes vascónica, de Santa Criz de Eslava, en Eslava (Navarra) (Fig. 1), en la Comarca de Sangüesa. Conocida desde que en 1917 se hallase en ella un miliario del siglo III d. C., el enclave fue objeto de excavaciones arqueológicas en los años 90 del siglo pasado. Gracias a ellas hoy pueden visitarse parte del que fuera el foro de la ciudad -que debió colapsar con un espectacular derrumbe en sucesivas ocasiones que supusieron un reto para los arquitectos romanos- y un sector de la necrópolis cívica, la única necrópolis romana que puede visitarse in situ en Navarra, tierra de intensa huella romana. La ciudad se ubica en un espacio en que además se encuentran las ciuitates, también de nombre antiguo ignoto, del Forau de la Tuta de Artieda de Aragón, Campo Real/Fillera de Sos del Rey Católico y Los Bañales de Uncastillo, todas en tierras ya aragonesas.
Aprovechando el centenario de la primera noticia científica sobre Santa Criz de Eslava, en 2017 el Ayuntamiento de Eslava, propietario del yacimiento, firmó un convenio de colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras para la dinamización e investigación en el lugar. Desde ese momento el equipo de arqueólogos que lidera y promueve el Diploma de Arqueología que ofrece dicho centro se puso a trabajar para colocar Santa Criz de Eslava en el mapa de la Arqueología hispanorromana promoviendo visitas guiadas, impulsando el lugar en redes sociales y liderando acciones investigadoras que cristalizaron en la rápida inauguración de una muestra retrospectiva sobre la Arqueología del lugar -”Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón”- que funciona ya como museo de sitio y establece una sugerente conexión entre el yacimiento -a las afueras del municipio de Eslava- y el propio núcleo urbano enclavado en una zona, entre Sangüesa y Tafalla, que se cuenta entre las más visitadas de Navarra pero que, como tantas otras de nuestro país, está amenazada de despoblación y para la que el patrimonio arqueológico y su dinamización ofrecen una oportunidad de supervivencia extraordinaria.
Desde el año 2021, además, y en virtud del apoyo económico de la Institución Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra, el equipo de la Universidad de Navarra, viene desarrollando campañas de sondeos arqueológicos en el lugar que se han centrado, fundamentalmente, en la que sería la plaza del foro de la ciudad de cara a contextualizar el sensacional criptopórtico meridional que constituye uno de los mejores ejemplos de la arquitectura provincial romana con que contamos en la península ibérica y del que procede un repertorio escultórico, de decoración arquitectónica y epigráfico singularísimos que se exhibe en Eslava. El conjunto arquitectónico era de grandes dimensiones -de unos 60 x 50 m.- y ocupaba una superficie de unos 3000 m2.
Tras constatar, en los años previos, áreas del enlosado de la plaza y, también, la calle que daría acceso a la misma por su lado oriental, en la campaña de este año, desarrollada durante los pasados meses de septiembre y octubre y con participación de estudiantes de la propia Universidad de Navarra y de la UNED de Pamplona se ha producido un espectacular hallazgo que ha confirmado las hipótesis sobre la organización urbanística del que, hasta la fecha, es el único foro que se conoce en el territorio de la Comunidad Foral de Navarra.
Así, en la parte central de la que fuera el área abierta del foro, y a pocos metros de la torre medieval que queda com testigo del uso del cerro de Santa Criz como espacio de vigilancia en los siglos altomedievales, se han constatado los muros perimetrales -especialmente bien conservados en la parte septentrional y oriental- del que debió ser el podio sobre el que se alzó el templo que presidía dicha plaza (Fig. 2). Las dimensiones preservadas del edificio hasta el momento son de 7,40 m. en dirección norte-sur y de 6,85 m. en sentido este-oeste. Sin embargo, la construcción debió de ser muy superior, ya que sólo conocemos seguro el ángulo nororiental. Por tanto, en sucesivas campañas uno de los objetivos primordiales es poder conocer las medidas totales del templo que deben ser rastreadas por sus lados sur y oeste.
Los muros, fabricados en monumentales sillares de arenisca en opus quadratum de sensacional porte y con marcas de la anathyrosis para la recepción de otros bloques, conservan en algunos puntos in situ la moldura superior que embellecía el citado podio y sobre el que se alzaba la estructura de la cella que, en época medio-imperial, debió ser amortizada con la reutilización y compartimentación del conjunto, perceptible en un muro de spolia que ha sido también constatado en el eje de dicha estancia. En el proceso de excavación del morcuero de piedra que, desde época post-clásica, cubrió los restos del conjunto, se han recuperado también algunos fragmentos de tambores de fustes de columna y de semicolumna.
La presencia de ambos elementos hace que planteemos que el templo fue de tipo pseudoperíptero. Las dimensiones máximas conservadas de estos fustes nos indican que presentaban unas dimensiones de al menos 84 cm de diámetro que dan muestra del potencial arquitectónico de esta construcción. También se han hallado elementos del entablamento superior del edificio con huecos para albergar las vigas de la techumbre de la construcción y otros elementos arquitectónicos que nos hablan de la gran monumentalidad del templo. Algunas de las piezas de decoración arquitectónica conservan restos de estucado en tonos ocres, idénticos a los preservados en otros edificios del foro como los procedentes de la basílica jurídica recuperados en la excavación del criptopórtico.
El hallazgo resulta muy singular no sólo porque confirma las propuestas que el equipo investigador había trazado sobre la estructura del foro sino, muy especialmente, por las posibilidades de futuro que ofrece y, también, por su carácter exclusivo al tratarse del segundo templo romano documentado en Navarra tras el que, con una estructura y técnica constructiva parecida, puede visitarse en Andelo (Mendigorría) que, en cualquier caso, ha sido presentado habitualmente como un castellum aquae al servicio del sistema hidráulico de la ciudad. Desde un punto de vista de las posibilidades del espacio, debe tenerse en cuenta que la limitación de recursos ha impedido que se excave el interior de la cella y que los trabajos continúen hacia el área de la pronaos, ubicada al oeste del conjunto, trabajos que se espera puedan desarrollarse en las próximas semanas si prosperan las gestiones para obtención de fondos que están llevando a cabo el Ayuntamiento de Eslava y la Universidad de Navarra.
Aunque en esta breve campaña no se han localizado elementos epigráficos que permitan atribuir el templo a una u otra divinidad es cierto que la técnica constructiva empleada y el hecho de que el citado témenos presidiera el conjunto forense apuntan a la posibilidad de que se tratase de un templo del culto imperial. Recuérdese que en época de Tiberio se edificó en Tarraco (Tarragona) el que Tácito afirma fue el primer templo dedicado al culto de Augusto en Occidente y que tras su estela se construyeron muchos en todo el Imperio pues, efectivamente, como afirma el historiador romano éste sirvió como ejemplo.
La presencia, en el sensacional repertorio escultórico de Santa Criz de Eslava, de la que, hasta la fecha, constituye la más septentrional representación de un emperador divinizado de época del emperador Claudio y que pudo ser muestreado para la caracterización del mármol blanco en que se fabricó, de las canteras de Luni-Carrara, gracias a una ayuda de la Fundación Palarq- permite abonar esta hipótesis que, sin embargo, sólo la continuación de los trabajos, podrá confirmar. En la campaña, además, a escasos metros del templo, pero en el lateral occidental de la que fuera la plaza del foro, se han localizado restos que podrían pertenecer a la basílica que cerraba el conjunto público por ese lado. Estos hallazgos confirman el potencial de este yacimiento arqueológico, que habrá que tener en cuenta en el futuro y, también, arrojan luz sobre el proceso en que, en las primeras décadas del siglo I d. C., el modo de vida romano y sus comodidades arquitectónicas caló con absoluta profundidad entre las gentes vasconas.
Nota:
Este artículo se inscribe en el marco de las actividades de transferencia de resultados del proyecto de investigación “De parua a oppida labentia: ciudad, ciudadanía y desarrollo urbano en el piedemonte vasco-aquitano (siglos I a. C.-II d. C.)” (PID2022-137312NB-I00) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.
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