mosaico alejandro issosmosaico alejandro roma

Durante el momento crucial de la batalla del río Liris (321 a. C.) Alejandro Magno encabeza a sus hetairoi como punta de lanza del decisivo ataque de la caballería del ala derecha macedónica contra el malogrado flanco izquierdo de la infantería romana. Musaeum Clausum de Tlön. Una ucronía basada en el mosaico original de la batalla de Issos entre Alejandro y Darío III. Fuente: Wikimedia Commons.

Ucronía, historia contrafactual

«Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan».

Jorge Luis Borges, El jardín de senderos que se bifurcan

El término ucronía, del griego u –prefijo de negación– y chronos –tiempo–, responde según la Real Academia de la Lengua a la “reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos”. Y aunque los “¿Qué hubiera pasado si…?” son tan antiguos como antigua es la imaginación del hombre, y su aplicación a la especulación histórica es tan antigua como la capacidad de pensar en términos históricos –ya Tito Livio fantaseó con un enfrentamiento entre Alejandro Magno y Roma en el libro nono de su primera década (IX.18)–, dicho término fue acuñado por vez primera en 1857 por el filósofo francés Charles Renouvier en una serie de artículos reunidos luego en su obra Uchronie (L’utopie dans l’histoire). Esquisse historique apocryphe du développement de la civilisation européenne tel qu’il n’a pas été, tel qu’il aurait pu être (1876).

Para Renouvier la ucronía era “la utopía aplicada a la historia”, esto es, “la historia rehecha lógicamente tal y como podría haber sido”. Su obra, formulada como un manuscrito apócrifo transmitido por generaciones de heterodoxos entre los siglos XVI y XVIII, reescribe la historia de Europa desde el reinado del emperador Marco Aurelio hasta el siglo IX, momento en que concibe al continente organizado de manera similar a las repúblicas italianas medievales, pero emancipadas en materia religiosa y avanzadas en ciencias y letras, un modelo ideal del republicanismo francés nueve siglos avant la lettre. La obra no hacía sino constatar el desplazamiento de las especulaciones utópicas desde el espacio hacia el tiempo que venía cuajando desde el Siglo de las Luces. Si antes la utopía se emplazaba fundamentalmente en un espacio geográfico ficticio o mítico –desde la Pancaya de Evémero hasta el reino del Preste Juan–, la modernidad, que con las exploraciones geográficas irá agotando el mundo, lleva la utopía al futuro, en un anhelo de perfectibilidad de la sociedad y del hombre que se contagiará también a las doctrinas política: dado que los “justos habitarán la Tierra” (Proverbios 2:21), ¿para qué esperar al día del Juicio? La Tierra será el paraíso et cetera.

La ucronía, como las modernas utopías, juega también con el tiempo, pero con el que ya pasó y no con el que está por venir, imaginando desarrollos alternativos de la historia –de ahí su denominación en inglés, alternate history–, a partir de lo que Renouvier denomina “puntos de divergencia” o “nudo de la historia”, acontecimientos puntuales que ocurrieron (o no ocurrieron) de distinta manera a la que fue. Es lo que en ciencia ficción se conoce como “punto Jonbar”, por John Barr, protagonista de la novela The Legion of Time (1938), que a partir de una decisión trivial hará que el mundo se deslice o bien hacia una civilizada utopía o bien hacia una distópica tiranía. Son esos eventos –esos “¿qué hubiera pasado si…?”– los que marcan el momento a partir del cual la historia tomará un curso divergente. La ucronía es pues historia contrafactual, aunque frecuentemente se reserva el primer término para las obras del ámbito de la ciencia ficción que desarrollan escenarios históricos alternativos, mientras que la historia contrafactual plantearía su especulación a partir de un análisis riguroso de un proceso histórico, eliminando o modificando una de sus causas determinantes para ponderar cuál habría sido el devenir subsiguiente.

Son, en parte, matices semánticos que confluyen en un cuestionamiento de lo que fue y que proyectan retrospectivamente anhelos y miedos, en un género cuyo atractivo intelectual ha generado en el último siglo un aluvión de literatura, con especial atención a determinados momentos que, como el Imperio romano o la Segunda Guerra Mundial, fascinan y permean el imaginario cultural contemporáneo. Así, en el campo de la ficción podemos destacar novelas como Roma eterna (2003) de Robert Silverberg, en la que especula qué habría sucedido si el Imperio romano hubiera sobrevivido hasta la actualidad, El hombre en el castillo (1963) de Philip K. Dick –acaso la más señera del género–, que transcurre tras la victoria del Eje en la Segunda Guerra Mundial, o La conjura contra América (2004) de Philip Roth, con un antisemita Charles Lindberg presidente de los Estados Unidos en 1940. Desde el ámbito académico, la historia contrafactual ha sido generalmente vista desde los años 30 del pasado siglo como un ejercicio de frívola especulación, pero en las últimas tres décadas se ha asistido a una revalorización de la aproximación científica a la historia alternativa, fundamentalmente en el ámbito anglosajón. Destaca el volumen editado por Niall Ferguson, Historia virtual. ¿Qué hubiera ocurrido sí…? (1997), con repercusiones también en el ámbito hispánico, como muestran los capítulos de Santos Juliá y Juan Carlos Torre en la edición española de dicha obra o el libro colectivo dirigida por Nigell Townson Historia virtual de España (1870-2004): ¿qué hubiera pasado si…? (2004).

Moneda Vercingetorix cabeza César

Moneda de oro acuñada por el líder arverno, Vercingétorix, tras haber derrotado a César, 52-49 a. C. En el anverso leyenda en caracteres latinos VERCINGETORIXS. En el reverso, un guerrero con cota de malla y espada al cinto sujeta en su mano derecha un carnyx y un estandarte en forma de jabalí, mientras que su mano izquierda sostiene una testa decapitada, la de César, como puede inferirse por la leyenda CAESAR MARVOS, “César muerto”. Musaeum Clausum de Tlön.

El debate en torno a la ucronía

Este auge de la historia contrafactual ha generado vivo debate. Sus defensores arguyen que no pretenden reescribir la historia, sino que ponderan su utilidad como herramienta para la comprensión de sus procesos, desde diferentes ópticas. El planteamiento de escenarios alternativos ayudaría en la aprehensión de los mecanismos de causalidad y las dinámicas históricas, y serviría para escapar de una visión teleológica y determinista de la historia y para poner de relieve tanto la contingencia como la agencia humana, sea de grupos o de individuos. También nos permitiría reflexionar acerca de la manera en que escribimos historia y sobre sus usos políticos. Pero como sus detractores subrayan, plantear historias alternativas no está exento de riesgos, y de peligros. Gavriel Rosenfeld considera este auge dentro de las tendencias culturales y políticas contemporáneas: la crisis de las ideologías, la posmodernidad que ha difuminado las barreras entre lo real y lo ficticio, el desarrollo de una ciencia que cuestiona los anteriores planteamientos lineales y positivistas, la revolución de las tecnologías de la información –que nos hace vivir en un continuo presente–, el desarrollo de una “sensibilidad especulativa” en la cultura popular y lo que el denomina “la revolución del ocio”, con la historia convertida en un entretenimiento más. Todo confluiría en un relativismo inane. Y, como subraya Evans, muy crítico con la historia contrafactual, a menudo el historiador contrafactual cae en la trampa de proyectar sus deseos, “en el trance embriagador de la imaginación especulativa”.

En nuestro presente líquido, en el que el análisis y la reflexión histórica han sido desplazados por acercamientos mucho más banales, cuando no espurios –con gente que pretende aprender historia jugando a juegos de ordenador donde lo histórico no es sino barniz–, en el que la historia no es a menudo ya sino narración, en el que la multiplicación de los acercamientos ha enriquecido, pero también atomizado, la disciplina, en un momento de cuestionamiento de las grandes narrativas y de su capacidad para explicar el mundo –ergo, para explicarnos–, plantear ucronías podría entenderse cuanto menos como una frivolidad, y cuanto más, como un peligro: hic sunt dracones.

Y aún así, lo hemos hecho, porque el plantear una ucronía, el escribir historia contrafactual, es, para quien esto escribe, fundamentalmente un juego intelectual, un divertimento culterano. La historia, además de ciencia, es un juego de imaginación, un juego fundado, con sus reglas, sí, pero impensable sin imaginación. Y entramar una ucronía, como el jugar un wargame que busca cambiar el curso de una batalla, es darle una vuelta de tuerca a nuestra imaginación histórica. Habitamos en un tiempo en el que los previos regímenes de historicidad se disuelven, destruidos por una virtualidad que hace que pasado, presente y futuro se fundan en un ahora continuo que todo lo devora; un tiempo cuestionado por la nueva física, que lo ha relativizado y que se interroga por su imbricación con el espacio, que plantea infinitos universos paralelos y que nos abisma al vértigo de la entropía y la futilidad de la existencia humana. En un tiempo ya diagnosticado por Hannah Arendt, en una brecha entre el pasado y el futuro. Mientras tratamos de cerrar esa brecha, permitámonos jugar con el tiempo, modestamente, en nuestra diminuta escala. Permitámonos levantar nuestro Musaeum Clausum, nuestra cámara de maravillas con las cosas que nunca fueron, y deambular por el jardín de los senderos que se bifurcan, siempre doblando a la izquierda, como hay que hacer para llegar al patio central de un laberinto, según me reveló un rapsoda ciego. Porque en otro universo, en otro tiempo, usted que esto lee es una ucronía. Y yo también.

Bibliografía

  • Borges, J. L. (1944): Critical and annotated edition of Sir Thomas Brown’s Musaeum Clausum or Bibliotheca Abscondita: Containing Some remarkable Books, Antiquities, Pictures and Rarities of several kinds, scarce or never seen by any man now living. Buenos Aires.
  • Evans, R. J. (2018): Contrafactuales. ¿Y si la historia hubiera sido diferente? Madrid: Turner.
  • Henriet, E. B. (2009): L’Uchronie. Paris: Klincksieck.
  • Pelegrín, J. (2010): “La historia alternativa como herramienta didáctica: una revisión historiográfica”, Proyecto CLIO, 36.
  • Rosenfeld, G. D. (2005): The World Hitler Never Made: Alternate History and the Memory of Nazism. Cambridge: Cambridge University Press.

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