La nueva pólvora poseía unas características que la hacían revolucionaria en comparación con la pólvora común. Parecía evidente que sería una clara ventaja competitiva para el ejército que primero la utilizara.
José Roura nació en Sant Feliu de Guíxols en 1797. Se doctoró en ciencias en la Facultad de Ciencias de Montpellier. Fue catedrático de química en la Escuela de Química de la Junta de Comercio (1) y posteriormente el primer director de la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona. Fue el hombre que alumbró por primera vez Barcelona y Madrid con alumbrado de gas, su hito profesional más recordado (3). Pero además, destacó también por construir una máquina de vapor en 1829, por participar en exposiciones con muestras de un novedoso jabón transparente, por importar un sistema de tintado y estampación de tejidos que supuso un gran avance para la industria del tinte catalana, por construir instrumentos de física como barómetros y termómetros. Publicó numerosos estudios de física y química, con especial interés los dedicados a la industria vinícola y de la destilación de licores. Roura fue un ejemplo de vida dedicada a la ciencia y a la tecnología en un afán de fomentar la industria nacional y ayudar a elevar a España al nivel de los conocimientos de otros países europeos. Pero de entre todos sus trabajos, seguramente, el más desconocido y desaprovechado a pesar de su enorme potencial fue la invención de la pólvora blanca o sin humo.
¿Cuál era la composición de la pólvora de Roura? No se sabe. Roura siempre mantuvo su fórmula en secreto. A pesar de que se hablaba que Francia le había ofrecido un millón de francos y que Inglaterra también estaba interesada en adquirirla, solo quiso ofrecerla al ejército español, prefiriendo que quedara infructuoso su invento, antes que de él pudieran aprovecharse potencias extranjeras. Se ha especulado con que era una pólvora que pertenecía a la clase de las cloratadas, y que Roura se avanzó a otros científicos europeos que buscaban productos similares, como por ejemplo el químico francés Claude Louis Bertollet. Hay que descartar esta posibilidad, pues la pólvora cloratada es una variante inestable de la pólvora negra y en nada coincidente con las características de la pólvora Roura.
Se ha escrito también que la pólvora Roura era como la pólvora inventada en 1849 por Augendre (pólvora blanca americana), una pólvora blanca fabricada con azúcar de caña como uno de sus ingredientes. Aunque este tipo de pólvora consiguió algunas ventajas sobre la pólvora negra, tenía el grave inconveniente de oxidar muy pronto los cañones de hierro y ser excesivamente peligrosa al detonar por choque, por lo que también habría que descartar que la composición de Roura fuera de este tipo.
Oficialmente la pólvora sin humo o pólvora blanca fue fabricada por primera vez en 1884 por el químico francés Paul Vieille al disolver nitrocelulosa en una mezcla de alcohol y éter. La nitrocelulosa fue inventada por Schönbein en 1846 (2), era el denominado “algodón-pólvora” o piroxilina, un explosivo a base de algodón. Su fabricación industrial para fines militares fracasó debido al peligro de las explosiones en las fábricas. Muy probablemente, según las características publicadas a raíz de los ensayos que se hicieron, la pólvora Roura debió ser derivada de la nitrocelulosa. Quizás fue similar a la inventada en 1864 (casi veinte años después de la invención de Roura) por el capitán de artillería del ejército prusiano Schultze, que fue la primera pólvora sin humo fabricada para sustituir la pólvora negra. Fue conocida como “pólvora de madera” por haber sustituido el algodón por celulosa de madera. Se llegó a fabricar a gran escala en la ciudad alemana de Postdam y se utilizó principalmente en minas y para la caza. Algunos inconvenientes, como que ardía con demasiada rapidez, desaconsejó su uso para fines militares.
¿Cuáles eran las características de la pólvora Roura que la hacían mejor que la pólvora negra usada hasta la fecha y que hacen pensar que Roura pudo adelantarse hasta dos décadas con su invento?
- La pólvora Roura era en su estado natural incolora, por eso su inventor la llamaba pólvora blanca.
- Era menos pesada, menos higrométrica y más inflamable que la común y producía menos retroceso del arma.
- No dejaba apenas residuo en el arma.
- Calentaba muy poco el arma, permitiendo poder hacer un mayor número de disparos seguidos.
- Producía muy poco humo y el que producía era incoloro e inodoro y se desvanecía al instante.
- Era más económica su confección, su envase y transporte, al ser menor la cantidad que de ella se necesitaba para producir efectos iguales
- Era aplicable a todos los usos a los que se destinaba la pólvora común, por tanto, podía adaptarse a fusiles y armas de artillería.
- Según su inventor su preparación era fácil y menos peligrosa que la común.
- Se podía presentar en granos como la común con fuerza superior a la mejor pólvora inglesa.
- Prendía con la misma rapidez en tiempo seco como lluvioso, no perjudicándole la humedad.
Ensayos del ejército de la pólvora Roura
En 1847 el general Domingo Dulce era capitán general de Cataluña. Había sido nombrado con la misión de sofocar la guerra de los matiners que se vivía en la región. Dulce fue varias veces al taller de Roura a presenciar sus trabajos con la nueva pólvora, e interesado en cualquier iniciativa que pudiera suponer una mejora para el ejército, le animó a que presentara su producto al Gobierno.
Por Real Orden del Ministerio de Guerra de 6 de septiembre de 1847, se solicitó a Roura el traslado a Madrid con gastos pagados, incluidos los perjuicios que le pudiera ocasionar el desplazamiento, con objeto que la “Comisión de Indagaciones Militares” pudiera examinar su descubrimiento y conociera las ventajas que pudieran aportar al servicio militar. Roura alegó que le era imposible ausentarse de Barcelona con la urgencia necesaria. Por ello se dictó Real Orden de 13 de octubre donde se autorizó al director general de artillería para que nombrara una comisión de oficiales de la guarnición barcelonesa para examinar y hacer las pruebas oportunas al invento.
El día 4 de enero de 1848, en el cuartel de las Atarazanas de Barcelona practicó el primer ensayo. Se hicieron varios disparos de pistola y de fusil de chispa y de pistón sobre resmas de papel con igual carga de pólvora blanca y negra. Según consta en los resultados publicados, la bala impulsada por la pólvora blanca atravesó más del triple de cuadernillos de papel que la impulsada por la negra, quedando la bala reducida a pequeñas láminas.
El día 10 de enero, de madrugada, salía Roura de su fábrica extramuros en La Bordeta dirección al campo de la Escuela práctica de artillería, conocido como campo de La Bota. Llevaba un carro tirado por un burro, iba cargado con todos los artefactos necesarios y acompañado de varios catedráticos, compañeros de la Facultad y de un reducido número de amigos. El capitán general y su Estado Mayor, a caballo todos, ocuparon el campo de tiro, proporcionando a Roura el número de artificieros y armeros necesarios para los experimentos. Se tiró con morterete y cañón de a ocho. Se puso una tercera parte menos de pólvora blanca que negra y el resultado fue que la bala que pesaba 60 libras llegó más lejos en todos los tiros con la pólvora Roura que con la negra, excediendo alguna de ellas el blanco que prudencialmente había colocado la comisión en un punto bastante lejos. Quedaron los asistentes sorprendidos del poco humo que producían los disparos y de la prontitud con que se disipaba. A parte de la diferencia de los diferentes alcances, la bala disparada con la pólvora Roura se perdía de vista enteramente y producía menos retroceso de las armas. La superioridad de la blanca quedaba confirmada.
Vistos los buenos resultados el general Dulce dispuso que se efectuaran unas cuantas pruebas más. El día 2 de febrero, en el cuartel de las Atarazanas, se probó si la fuerza de la pólvora blanca podía provocar que reventaran los cañones de los fusiles. Se disparó y resistieron. También se intentó reducir la pólvora a polvorín mediante el rozamiento. No pudo lograrse, después de un buen rato de agitación la forma de los granos quedó intacta.
El 2 de marzo, en el mismo sitio se ensayó el poder higrométrico de ambas pólvoras. Dos muestras iguales de ambas pólvoras se encerraron en un baúl con un plato de agua. Transcurridos 5 días se pesaron y se pudo comprobar que la de Roura era mucho menos higrométrica.
En junio de 1848, animado por los buenos resultados de los ensayos militares, presentó su invento a la Junta de Comercio para la que trabajaba como catedrático y al recién creado Instituto Industrial de Cataluña. También leyó un trabajo titulado Memoria sobre las propiedades y usos a que puede destinarse la pólvora blanca ante la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona.
Durante los dos años siguientes, Roura continuó perfeccionando su pólvora y creyendo en la gran potencialidad que tenía. El 9 de febrero de 1851 se realizaron nuevas pruebas en su fábrica-laboratorio químico de La Bordeta. El Diario de Barcelona, en su edición del 12 de febrero, se hacía eco de los resultados en:
“[…] vimos que cargadas diferentes armas del calibre de una onza con la nueva pólvora, cuyo cartucho y bala no pasaba de una pulgada de longitud, atravesó un madero cuyo grueso tenía cerca de una pulgada, y a la distancia de unas 75 varas. También pudimos observar la instaneidad (sic) con que se verificaron los disparos, notablemente más rápidos que con la pólvora común, el menor estallido que da la del señor Roura al inflamarse; su impermeabilidad, pues la vimos arder dentro del agua.”
Gracias a su amistad con el que fue capitán general de Cataluña, el general Manuel Gutiérrez de la Concha, Roura consiguió que la reina Isabel II se interesara por su invento. La reina designó al duque de Riánsares para que la representara en unas nuevas pruebas que se realizarían primero el 20 de marzo de 1851 en la Casa de Campo de Madrid y luego, el 14 de abril, en el Hipódromo. Se hicieron pruebas con fusiles españoles e ingleses y rifle a percusión para el uso de la infantería, un cañón de bronce y otras armas de chispa, repitiéndose el éxito de los anteriores ensayos. El diario El Popular publicaba sobre el acontecimiento:
“La buena calidad de estos cartuchos consiste, en que ni hay necesidad de romperlos, ni les perjudica lo más mínimo la humedad, pues habiendo tenido uno por espacio de tres minutos en el agua, se introdujo en el fusil y arrojó la bala con la misma prontitud y fuerza que los demás.”
“Resultó que tan pronto como se comunicó el fuego se vió correr la línea con una rapidez increíble a la pólvora Roura, mientras que la inglesa de la más fina traída al efecto, llegaba a una tercera parte de su carrera(…)”.
“A fuer de leales españoles amantes de las glorias de nuestro país, no podemos menos de recomendar al gobierno tan importante descubrimiento, ya por las inmensas ventajas que ofrece su adopción en el precio, calidad y limpieza, ya por ser el invento de un español. Así haremos ver a las demás naciones, hay jenios (sic) en España que contribuyen a su engrandecimiento, desmintiendo de esta manera el desfavorable concepto que de nosotros se tiene formado (…)”.
Gracias al gran éxito de los ensayos Roura fue nombrado, el 26 de abril de 1851, Caballero de la Real Orden de Carlos III y comisario regio en la Exposición Universal de Londres de 1851. Pero la respuesta del Gobierno se hacía esperar. Roura impaciente, publicó en 1852 un “Cuadro sinóptico con los resultados y datos sobre las pruebas oficiales sobre la pólvora blanca”.
Finalmente, el Gobierno no se decidió a fabricarla. No se conoce el motivo. Se dijo que podía tener mayor susceptibilidad a inflamarse y demasiada fuerza para armas portátiles, aunque tampoco quedó demostrado en los ensayos. Lo único cierto es que, desgraciadamente, pronto quedó el descubrimiento en el más completo olvido.
Desde el fallecimiento de Roura en 1860, sus descendientes habían conservado una muestra de la pólvora en un tubo de vidrio, envuelto y atado con el papel donde estaba escrita la composición. En 1988 el tubo se perdió durante unas obras en la vivienda. Casi con toda probabilidad se perdió también la última oportunidad de que la historia reconozca a un científico e inventor español que, como tantos otros, permanece olvidado a pesar de sus importantes trabajos y descubrimientos.
Notas
- Las llamadas escuelas de la Junta de Comercio (Real Junta Particular de Comercio de Barcelona) eran las encargadas de las enseñanzas técnicas a falta de universidad en Barcelona. Hay que recordar que la Universidad de Barcelona fue suprimida por Felipe V en 1717, y la única universidad que existía en Cataluña era la de Cervera. Fue por la distancia y la calidad de la enseñanza que Roura, como hacían otros muchos jóvenes gerundenses, eligió estudiar en Montpellier, donde se llegaba en 3 o 4 días de viaje.
- Cristian Friedrich Schöbein realizando un experimento en su casa derramó sobre la mesa accidentalmente una mezcla de ácido nítrico y ácido sulfúrico, la secó con el delantal de algodón de su mujer y la colgó en la estufa para secarla. El delantal se inflamó y desapareció. Había convertido la celulosa del delantal en nitrocelulosa.
- Las crónicas de la época se hacían eco del gran éxito que tuvo la iluminación de la Puerta del Sol, la plaza de Oriente, la calle de Alcalá y otras calles del centro de Madrid con 201 farolas de gas, para festejar el nacimiento de la segunda hija de Fernando VII, la infanta María Luisa Fernanda, la noche del 30 de enero de 1832.
Bibliografía
- Maria Dolors Martínez i Nó. (1993). Josep Roura (1797-1860): precursor de la química industrual catalana. Associació d’Enginyers Industrials de Catalunya.
- Pere A. Fàbregas. (1993). Un científic català del segle XIX: Josep Roura i Estrada (1787-1860). Enclopèdia Catalana, S.A.
- Andrés Avelino Pi y Arimon. (1854). Barcelona antigua y moderna, descripción e historia de esta ciudad desde su fundación hasta nuestros días. Imprenta y librería politécnica de Tomás Gorchs.
- Pedro Roqué y Pagani. (1851). Curso de química industrial. Imprenta del porvenir a cargo de B. Bassas.
- Antonio Elias de Molins. (1889). Diccionario biográfico y bibliográfico de escritores y artistas catalanes del siglo XIX. Fidel Giró impr.
- Charles E. Munroe. (1888). Lectures on chemistry and explosives. Torpedo Station Print.
- Arturo Masriera. (31 de octubre de 1922). De la Barcelona ochocentista. La Vanguardia.
- Francisco Feliú de la Peña. (1850). Fundamentos de un nuevo código militar. Juan Olivares Impresor.
- José Oriol Ronquillo. (1857). Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola, que contiene la indicación, la descripción y los usos de todas las mercancías. Impr. Agustín Gaspar.
- Diario de Barcelona (12 de abril de 1851). Pólvora Roura.
- Almanaque para todos, religioso, histórico, científico, literario, comercial y de anuncios para toda España. (1860). Juan Oliveres editor.
- La Gaceta. (9 de abril de 1851).
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