La arqueología nacional está de enhorabuena. El pasado jueves, 7 de octubre, un jurado internacional hizo entrega del II Premio Nacional de Arqueología y Paleontología Fundación Palarq, una entidad privada sin ánimo de lucro creada hace solo cinco años para promover los proyectos científicos de arqueología y paleontología humana en el extranjero que cuenta con una trayectoria marcada por un incuestionable compromiso en la visibilización y la dinamización de la investigación arqueológica y paleontológica. Si el primer premio en 2018 fue a parar al proyecto de estudio de la expansión del mundo tartésico hacia el valle central del Guadiana (“Construyendo Tarteso”), esta vez el galardón bienal, dotado con 80 000 €, ha recaído en el proyecto “La Montaña del tiempo. Exploración de un campamento paleolítico en La Garma”, que conduce un equipo dirigido por el Dr. Pablo Arias Cabal y el Dr. Roberto Ontañón Peredo del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC).
Entre los finalistas de los veinte aspirantes al premio había otros proyectos señeros que despuntan por su gran potencialidad e interés científico, como el proyecto “Ilit·auro” sobre la conquista romana del Alto Guadalquivir en la Segunda Guerra Púnica, que explora yacimientos del territorio pero también de Italia (batalla de Numistro) y que da continuidad a investigaciones tan relevantes como el del campo de batalla de Baecula hace pocos años; La Draga, uno de los yacimientos neolíticos más antiguos de la Península, que precisa de una compleja excavación en parte terrestre y en parte subacuática –dado su carácter lacustre– y que ya ha aportado en el pasado algunos elementos de la cultura material de carácter perecedero además de muchísimos datos sobre el poblamiento de la época; el imprescindible proyecto “Origen y evolución cultural de Homo erectus en África Oriental”, que indaga sobre el terreno sobre las estrategias de supervivencia del Achelense y los grupos humanos que difundieron aquella cultura material por el Viejo Mundo; el siempre puntero “Proyecto Djehuty”, que ya ha aportado en el pasado abundantísimos datos sobre la necrópolis egipcia desde el 2200 a. C. hasta época romana; y el proyecto “Almoloya-Bastida: descubrir una civilización de la Edad de Bronce”, que explora nada menos que la evolución política y social de la cultura del Argar. Otros igualmente destacables que también optaban al premio incluían también propuestas no menos relevantes, como las del dolmen de Menga y el tholos de Montelirio, los de Heracleópolis Magna o Útica, o el de la cueva del Sidrón, por citar solo algunos de ellos.
La Garma, una «Pompeya» del Paleolítico
Los méritos del proyecto galardonado no son pocos. La Garma (Ribamontán al Monte, Cantabria) es con toda probabilidad el conjunto de yacimientos más prometedores de la investigación de la Prehistoria en nuestro país. El marco lo constituye una colina con una elevación de 186 m que se destaca en el paisaje circundante y que está situada en un lugar de paso cercano a la costa que se adentra hacia los valles interiores del Cantábrico. Amén de albergar en su cima un asentamiento fortificado de la Edad del Hierro, el interior de la colina es un auténtico queso de gruyere, con un complejo sistema de cavidades, una de las cuales –La Garma A– dispuesta en tres niveles (superior, intermedio e inferior) interconectados mediante cortas simas. En tan rico complejo kárstico se han hallado restos que van desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad Media, pero de entre todo ese mundo de posibilidades, el mayor estímulo está sin duda en la galería inferior, un yacimiento que es un auténtico tesoro del Paleolítico.
El descubrimiento de la galería se produjo en 1995 partiendo de la zona intermedia a través de una sima que descendía 13 m. Aquel no era el acceso original, sino que un desprendimiento dejó sellada la entrada natural de la cavidad hace unos 15 000 años, con lo que se preservaron prácticamente intactos los niveles magdalenienses correspondientes a un campamento de cazadores que ocupó la galería en torno a hace 16 700 años. De aquella frecuentación se han conservado estratos repletos de materiales, viviendas conformadas mediante construcciones ligeras a modo de cabañas delimitadas con bloques de piedra y elevadas con pieles, espacios con una posible carga simbólica, como los restos de una cabaña cubierta con una piel de león de las cavernas, e infinidad de elementos de la cultura material de la época, entre las que sobresalen auténticas joyas del arte mobiliar.
Si todo ello puede parecer espectacular, el alcance científico del lugar se recrece aún más por su magnífico conjunto de arte parietal, que cuenta con varios centenares de representaciones en pintura o grabados con figuras de animales, manos en negativo, motivos geométricos y punteados, etc. cuyo estudio resulta complejo, dado que los densos niveles del Magdaleniense medio que se interponen delante, conformando auténticas alfombras de material que hay que excavar paso a paso garantizando su excavación y estudio. A ello hay que sumarles otros vestigios especialmente sensibles, como las huellas dactilares humanas y de pies de niños recientemente descubiertas.
El galardón de Palarq premia especialmente la excelencia y originalidad del proyecto en el conjunto, como también el empleo de metodologías innovadoras que sin duda son necesarias para acometer tan complejo estudio, que justifica una apuesta especial de este proyecto hacia los métodos no invasivos. Las cavidades de La Garma son también ricas en espeleotemas (estalactitas, coladas, columnas) que están aportando datos paleoambientales de gran interés. Además de todos esos vestigios, en la galería inferior también se hallaron los cuerpos de cinco individuos enterrados allí en época visigoda, con lo que la complejidad y el alcance histórico del yacimiento están lejos de concluir. Y es que La Garma es una auténtica montaña del tiempo todavía repleta de secretos y datos de gran riqueza científica que cabrá explorar en el futuro y que sin lugar a dudas van a dar mucho que hablar en lo venidero.
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