En 1956 Marruecos accedía a la independencia, y no tardó en plantearse el problema de la integración de la zona norte en el resto del país. La unificación lingüística significó que el francés sustituyera al español en la escuela y en la administración. Al no disponer de personal francófono, hubo que recurrir a administradores francoparlantes de otras regiones del país, lo que causó un manifiesto malestar entre los rifeños al verse invadidos por personas del antiguo Protectorado francés, que los miraban por encima del hombro como a seres inferiores. Esta situación llevó a una marginación de la población de la zona norte, y terminó por generar un profundo resentimiento hacia los llegados del exterior, en general miembros del Partido del Istiqlal.
La independencia puso también al descubierto las enormes disparidades económicas entre las dos zonas, y la inferioridad del Protectorado español frente al francés en materia de desarrollo. Las nuevas autoridades del Marruecos independiente no solo no hicieron gran cosa por colmar la laguna, sino que se comportaron en el norte como en terreno conquistado. Y eso que había sido precisamente en el norte, donde el Ejército de Liberación Nacional marroquí, bajo el mando de Abbas Messadi, había iniciado el 2 de octubre de 1955 toda una serie de acciones, dirigidas contra el sultán títere Ben Arafa y las autoridades francesas que lo habían colocado en el trono, y destinadas a reponer en este a Mohamed V.
La hostilidad de Abbas Messadi al Partido del Istiqlal y las trabas que puso a su implantación en el norte llevarían a su eliminación física en circunstancias no suficientemente dilucidadas. Este turbio suceso, que Mimoun Diouri no vaciló en calificar de “asesinato”, traería cola. Cuando miembros de la Resistencia decidieron rendir homenaje a Messadi como mártir, víctima del Istiqlal, y trasladar sus restos desde Fez, donde estaba enterrado, al Rif, para hacerle allí un funeral grandioso, precisamente el 2 de octubre de 1958, tercer aniversario del inicio de la insurrección del Ejército de Liberación en el Rif, la ceremonia del funeral terminó en una manifestación, brutalmente reprimida por la policía que cargó contra los manifestantes. Asistimos así a la revuelta de 1958-1959.
La represión que se batió entonces sobre la región fue brutal, salvaje, inhumana. En el Rif desembarcaron 20 000 soldados de las FAR (Fuerzas Armadas Reales), que se adentraron en la región en tres columnas, al mando de una de las cuales estaba el general Ufkir. Los aviones que bombardearon a la población civil causaron miles de víctimas, mientras el príncipe heredero, jefe de las FAR y futuro Hasán II, seguía desde un helicóptero la marcha de las operaciones, en las que se practicaron actos de extrema crueldad como el de abrir el vientre a las mujeres encinta a punta de bayoneta. Muchas de las víctimas o sus familiares denunciaron 45 años después sus sufrimientos en sesiones de audiciones públicas en el marco de la Instancia Equidad y Reconciliación (IER), creada por Mohamed VI en enero de 2004, pobre consuelo este para tanto dolor. Los sucesos del Rif de 1958 siguen vivos en la memoria colectiva de los rifeños. Las heridas siguen abiertas.
El Rif entre Hasán II y Mohamed VI
Frente a Hasán II, que jamás visitó el Rif y trató a los rifeños de “enemigos”, a los que había que aplastar, su hijo y sucesor Mohamed VI desde agosto de 1999 se propuso rectificar desde el inicio de su reinado, y ya en octubre del mismo año visitó el Rif, cuyo territorio recorrió en un viaje triunfal. Desde entonces lo visitó con frecuencia y hasta pasa allí parte de sus vacaciones, particularmente en las costas de Alhucemas para practicar el esquí acuático, deporte al que es muy aficionado. Mohamed VI se propuso también lanzar planes de desarrollo para la zona norte, pero estos quedaron circunscritos a la región occidental, con la construcción del nuevo puerto de Tánger (Tánger-Med), y a la oriental, con los gigantescos planes de desarrollo industrial y turístico de Nador, mientras que el Rif central, Alhucemas, quedaba relegado. La construcción de la autovía que bordea la costa desde Tánger a las puertas de Melilla supuso, sin duda, un gran progreso en el ámbito de las comunicaciones. Además de esta vía terrestre y de la vía marítima, Alhucemas dispone de un aeropuerto, que lo comunica por aire con las principales ciudades de Marruecos y de algunos países europeos, particularmente España, Bélgica y los Países Bajos, en los que residen importantes comunidades de rifeños, pero el interior del Rif sigue aislado, con aduares perdidos a los que solo se tiene acceso a través de senderos de cabras o de pistas militares que datan de la época colonial.
La pobreza y el subdesarrollo perduran en ciertas comarcas del antiguo Protectorado español, donde miles y miles de familias subsisten gracias al cultivo del cannabis, el contrabando con las ciudades de Ceuta y Melilla y las remesas de los inmigrantes rifeños en países europeos. Los rifeños reclaman sobre todo empleo, salud y educación. En el ámbito de la salud, es ya antigua la reivindicación de un hospital oncológico en Alhucemas, para que los enfermos de cáncer no tengan que trasladarse a Rabat, y de una universidad o de un campus dependiente de la Universidad de Fez o de la de Uxda.
Hemos visto que, junto a las reivindicaciones de carácter económico-social, aparece cada vez más, simbolizada por las banderas, la reivindicación de la identidad rifeña. Ello no implica ni mucho menos que el movimiento rifeño actual sea mayoritariamente secesionista o separatista, como tampoco lo fue en los años veinte del pasado siglo el movimiento de Abd el-Krim el Jatabi. Lo que piden los rifeños es que no se les trate como a ciudadanos de segunda categoría, sino que se les reconozcan sus especificidades culturales y lingüísticas, dentro de un régimen de amplia autonomía semejante al que poseen Cataluña o Euzkadi en España.
Es normal que los rifeños reivindiquen hoy la figura de Abd el-Krim el Jatabi y se sientan orgullosos de su legado. Con Abd el-Krim, el Rif pasó de ser una región anónima de Marruecos a ocupar un primer plano en la escena internacional. Abd el-Krim dignificó a los rifeños, les hizo sentirse sujetos activos de la historia.
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