El 23 de noviembre de 1248 las huestes del rey Fernando III [1], constituidas por miembros de la realeza hispánica, tanto cristiana como musulmana, vasallos estos últimos del rey Santo [2], Ricos Omes [3], fijosdalgos [4] y los prelados y miembros de las órdenes religiosas y militares [5] entraban en Sevilla. Todos ellos, en orden a su origen social, participaron del heredamiento y pasaron a ocupar los cargos públicos y religiosos de la ciudad [6]. Entre los grandes linajes que acompañaron a Fernando III algunos ya poseían un gran patrimonio en el norte peninsular. Así ocurrió con don Pedro Núñez de Guzmán y don Pedro Ponce, ambos casados con hijas ilegítimas del rey Alfonso VIII y, por lo tanto, cuñados del rey Fernando III [7]. ¿Pero cómo fue la relación entre los diferentes grupos que surgieron en la ciudad? El objeto del presente estudio es analizar cómo el poder que llegaron a tener las grandes familias pudo llegar a ser el origen del cambio de régimen llevado a cabo por el rey Enrique III ante los conflictos banderizos en la administración de la ciudad hispalense a comienzos del siglo XV en base a lo expuesto en los Anales de Ortiz de Zúñiga.
Auge de dos grandes linajes: el preámbulo a los conflictos banderizos
Entre todos los linajes que se afincaron en Sevilla se encontraban los Guzmanes y los Ponce, los futuros Ponce de León. Sus diversas ramas y familias llegaron a ocupar grandes señoríos y recibieron algunos de los primeros títulos nobiliarios otorgados en Andalucía [8]. Tampoco dudaron en acoger bajo su seno a otros linajes, por medio de enlaces matrimoniales y relaciones comerciales. Formaron así redes clientelares que con el paso del tiempo y las diferentes circunstancias que acaecieron dieron origen a los distintos conflictos banderizos que tuvieron lugar en Sevilla hasta muy avanzado el siglo XV. Ahora bien, ¿cómo se fue agriando la situación entre estas dos grandes familias y sus banderizos hasta llegar a enfrentarse con las armas?
Es interesante saber que ambos linajes llegaron a unirse por medio de lazos matrimoniales de forma continuada. Así, el año 1303 conoció la boda de don Juan Alonso de Guzmán con doña Beatriz Ponce de León. El joven era hijo de don Alonso Pérez de Guzmán, conocido como Guzmán el Bueno, y la noble sevillana doña María Alonso Coronel; la joven, por su parte, era hija de don Fernán Ponce de León y doña Urraca Gutiérrez de Meneses; todas ellas cuatro grandes familias sevillanas. Pero el enlace no quedó ahí, sino que se acrecentó con el casamiento el mismo año de doña Isabel de Guzmán con don Fernán Pérez Ponce de León, también hijos de los mismos progenitores [9].
Pero no quedaron ahí las uniones familiares entre ambos linajes, según nos lo muestra Ortiz de Zúñiga. El hijo de don Fernán y de doña Isabel, don Pedro Ponce de León, señor de Cangas y Tineo y mayordomo mayor del rey, y señor de Marchena por merced real de Alfonso XI, se casó con doña Leonor de Guzmán [10]. El enlace matrimonial entre los miembros de ambas familias se vuelve a repetir en los ascendientes de doña Leonor de Guzmán, madre, junto al rey Alfonso XI, del futuro rey Enrique II. Según Ortiz de Zúñiga, una escritura de partición de 1338 nos muestra cómo don Pedro Núñez, hijo de don Álvar Pérez de Guzmán y doña María, y casado con doña Juana Ponce de León, tuvieron, entre otros hijos, a doña Leonor de Guzmán [11].
La labor de servicio realizada como súbditos reales, tanto en la paz como en la guerra, llevó a los miembros de estos linajes a ocupar numerosos cargos de la vida pública andaluza y sevillana. Como muestra de ello, miembros destacados de estas familias fueron asistentes asiduos a las Cortes celebradas por los monarcas castellano-leoneses que se sucedieron en el transcurso de los años. De hecho, los miembros de estos linajes aparecen en la confirmación de los numerosos privilegios otorgados por los monarcas al ser miembros del Consejo del rey [12]; así sucede en las Cortes de Valladolid convocadas por el rey Fernando IV, donde se confirmaron, el 18 de abril de 1308, las franquezas y fueros dados por San Fernando al barrio de Francos; confirmado, entre otros, por el arzobispo don Fernando, don Alonso Pérez de Guzmán, don Pedro Núñez y don Álvar Pérez de Guzmán [13]; o los privilegios a las catedrales y clero del reino, otorgados el 17 de mayo de 1311 por el rey Fernando IV en presencia del arzobispo de Sevilla, de don Juan Alonso de Guzmán y de don Fernán Pérez Ponce de León [14]. También se podría citar, a modo de ejemplo, la asistencia a las Cortes que tuvieron lugar en Valladolid entre 1325 y 1326 durante el reinado de don Alfonso XI. Entre los representantes del cabildo hispalense se encontraban don Fernán Ponce de León, Señor de Marchena, y su hijo don Pedro Ponce de León [15].
Por otro lado, como vasallos reales, su participación en la guerra fue continuada y en algunas ocasiones, los reyes no dudaron en dejar en sus manos la administración en el sur. Así, a la muerte del rey Sancho IV, doña María de Molina, tutora y madre de Fernando IV, envió en 1295 a don Alonso Pérez de Guzmán a controlar las ambiciones de poder en Andalucía del infante don Juan [16]. Tal era el aprecio por los servicios prestados que Alfonso XI llegó a nombrar caballero en Burgos a don Pedro Ponce de León y a don Álvar Pérez Guzmán, entre otros [17]. Otro ejemplo, entre los numerosos casos que nos muestran los Anales de Ortiz de Zúñiga, tuvo lugar cuando el rey Alfonso XI, en plena campaña de Algeciras, hubo de volver a Madrid en 1341 y dejó los asuntos de la mar en manos del almirante Micer Egidio Bocanegra, mientras que los asuntos de tierra los dejó en manos de don Juan Alonso de Guzmán, de don Pedro Ponce de León y del Gran Prior de San Juan [18].
Numerosos son también los casos que presenta Ortiz de Zúñiga sobre la participación del Consejo de Sevilla, y con él, miembros de estos dos linajes, en las numerosas campañas militares que se dieron a lo largo de los años que abarca este estudio. Así, en la campaña de Gibraltar llevada a cabo por Alfonso XI en 1333 se menciona, entre otros, a don Álvar Pérez de Guzmán, don Juan Alonso de Guzmán –señor de San Lúcar– y a don Pedro Ponce de León –señor de Marchena– [19]; igualmente, estos dos últimos combatieron contra el ejército portugués, venciendo en Villanueva de Barca-Rota en 1336 [20]. Muestra de la entrega de los miembros de estos grandes linajes la tenemos en el hecho de que algunos de ellos llegaron a perder la vida en campañas militares, como don Alonso Pérez de Guzmán, que pereció en el cerco de Orihuela en 1365, formando parte, junto con el ejército de la ciudad de Sevilla, de las huestes del rey Pedro I. Le sucedió en el cargo su hermano, don Juan Alonso de Guzmán [21].
Tales servicios ocasionaron que fueran beneficiados con diferentes títulos que ayudaron a engrandecer su ya extenso patrimonio. Así, el rey Alfonso XI otorgó a don Pedro Ponce de León, el 6 de abril de 1331, la villa de Marchena [22]. Poco a poco, tanto los Guzmán como los Ponce de León seguían acumulando prebendas otorgadas por los monarcas, como la concesión en 1366 en las Cortes de Burgos por el rey Enrique II del señorío de Gibraleón a don Álvar Pérez de Guzmán, que también llegó a ocupar el cargo de alguacil mayor de Sevilla y el Almirantazgo de Castilla [23]. También, entre los muchos privilegios otorgados por el rey Enrique II, llamado «el de las Mercedes», en 1369 concedió a don Juan Alonso de Guzmán, señor de San Lúcar, en atención a su ascendencia, por los servicios prestados y por los sufrimientos sufridos durante el reinado de Pedro I, la villa de Niebla con título de conde y rango de mayorazgo tras desposarlo con doña Juana de Castilla, hija de don Fadrique, hermano difunto del rey. A la muerte de la joven, lo desposó con doña Beatriz de Castilla, su propia hija [24].
Los conflictos banderizos
El engrandecimiento de las grandes familias de la oligarquía sevillana llevó incluso a buscar su propio beneficio en detrimento del interés de la ciudad, lo que derivaría en los conflictos banderizos. Tanto fue así que, ya en 1327, el rey Alfonso XI dio a Sevilla nuevas ordenanzas, por consejo del conde don Álvar Núñez Osorio, reservando a Real nombramiento el de los Alcaldes ordinarios, de los Escribanos de los Juzgados y de los Jurados [25]. Igual reserva se realizaba en el Ordenamiento que otorgó el rey en 1337 [26]. Ya en 1339 los representantes de Sevilla en las Cortes de Alcalá de Henares solicitaron la restitución a Sevilla del nombramiento de los Alcaldes ordinarios y de las Escribanías [27]. En el ordenamiento dado el 6 de julio de 1344 por el rey Alfonso XI, por incumplimiento del anterior, nombró a Marcos García, Pasqual Ibáñez de Mendoza, Arnao Tolosán, Bartolomé de las Casas, Pasqual Pérez Trapera, Mathos González y Bartolomé Martínez como ejecutores de la norma [28]. Será en 1346 cuando, con un nuevo cuaderno de ordenamientos, el rey Alfonso XI devolvió el nombramiento de los Alcaldes ordinarios a Sevilla, debiendo ser elegidos entre vasallos del rey o de su hijo, y el de los Jurados a los vecinos de las collaciones [29]. Será el rey Pedro I en un nuevo cuaderno de ordenanzas otorgado el 27 de enero de 1351 quien requerirá que los Veintiquatros sean elegidos por el rey y sean vasallos suyos [30].
Se ha de dejar constancia de que muchos fueron los nobles que sufrieron las iras del rey Pedro I. Como consecuencia hubieron de abandonar el reino y se unieron a las huestes del futuro rey Enrique II [31]. Así, los Anales de Ortiz de Zúñiga, nos muestran cómo, tras la muerte del rey Pedro I en Montiel a manos de su hermano de padre, Enrique –conde de Trastámara–, este estuvo acompañado en su vuelta a Sevilla por don Alonso Pérez de Guzmán –señor de San Lucar–, por don Pedro Ponce de León –señor de Marchena– y por don Alvar Pérez de Guzmán –alguacil mayor y señor de Gibraleón–, entre otros muchos caballeros de insignes familias [32].
El rey Juan I no dudó en confirmar los privilegios de los grandes magnates sevillanos, junto con los de la ciudad, la Iglesia, los conventos y los hospitales tras acceder al trono en 1379. Así, quedaron firmes en su posición entre otros cargos los condes de Niebla y de Medinaceli y los señores de Marchena, don Pedro Ponce de León, y de Gibraleón, don Álvar Pérez de Guzmán [33]. Consideraron su poder absoluto y el rey hubo de enviar carta el 24 de julio de 1388 al Regimiento de Sevilla en la que se le insta a no ser vasallos, ni recibir mantenimientos ni acostamientos de Ricos Omes como el conde de Niebla, el conde de Medinaceli o el señor de Marchena, bajo amenaza de volver a establecer las restricciones impuestas por Alfonso XI y dar los cargos a otros señores que guarden los ordenamientos. Todos obedecieron hasta que llegó el momento de la muerte del rey Juan I[34].
El rey Juan I murió en 1390. Dejó en su testamento como uno de los tutores del príncipe, menor de edad, al conde de Niebla, que desde Andalucía trató de que se cumpliera el testamento. En su contra alzaron la voz don Pedro Ponce de León –señor de Marchena– y don Álvar Pérez de Guzmán –almirante–. Prevaleció la voz del conde, que obligó a sus contrincantes y a todos sus partidarios a salir de la ciudad. Comenzaban así los sangrientos conflictos banderizos de la ciudad de Sevilla. El conde de Niebla no dudó en ir a la corte con parte de su séquito, hecho que causó su caída en desgracia; ocasión que aprovecharon el señor de Marchena y el almirante para volver a Sevilla y tomar sus antiguos mandos, con exclusión de los opuestos. De este modo, el interés por su propio bando originó que los asuntos de la ciudad se vieran dejados de lado, ante las discordias civiles de los banderizos.
Tanto fue así, que según escribe Ortiz de Zúñiga, parafraseando al Cronista Gil Gonzalez, “[…] resultó […] enfermar el gobierno de tal manera, que en la cobranza de los tributos cada uno metia la mano hasta donde mas podia, pagando muchos la ambicion de pocos”. Los años 1393 y 1394 fueron un nuevo impulso para los conflictos banderizos. Esta vez por el Almirantazgo de la Mar, ocupado por don Álvar Pérez de Guzmán y otorgado por privilegio real a don Diego Hurtado de Mendoza, apoyado por el conde de Niebla. Don Álvar Pérez de Guzmán volvió al alguacilazgo mayor y perdió la almirantía. El conflicto había llegado a tal punto que ni la intervención del electo arzobispo don Gonzalo de Mena pudo acercar las posturas de ambos bandos.
El año 1398 vivió un recrudecimiento de los conflictos banderizos sevillanos. En esta ocasión fue la oposición de la Casa de Marchena al nombramiento de don Henrique como conde de Niebla. Ni la intermediación del arzobispo don Gonzalo de Mena ni los mandatos reales consiguieron templar los ánimos. Los “escándalos, homicidios, violencias, robos y calamidades” volvieron a campear en la ciudad, lo que ocasionó de nuevo la división del consejo. Según los Anales, en 1399 (quizás sea la visita de 1402), el Rey Enrique III acudió a Sevilla en pos de remediar la situación. Tras cerrar las puertas de la ciudad mandó llamar al Alcázar a los jefes banderizos, a los Alcaldes mayores y los Veintiquatros, para instarles a cumplir con sus obligaciones, bajo amenaza de someterlos a pena capital. Muchos de ellos estuvieron en prisión, incluso algunos fueron sometidos a suplicio. Tanto el conde de Niebla como don Pedro Ponce de León, tras ser puestos en prisión se les mandó salir de la ciudad sin otro castigo añadido en agradecimiento a los servicios prestados por sus progenitores. Los conflictos banderizos culminaron en 1402, cuando el rey Enrique III regresó a Sevilla ante la persistencia del mismo problema. En aquel entonces optó por nombrar como corregidor al doctor Juan Alonso de Toro, miembro del Consejo Real, y como fieles o regidores a Diego García de Toledo, su escribano de Cámara, a Micer Ventolín, su maestresala, a Juan Martínez de Sevilla, un armador de las Flotas, y a Bartolomé Martínez de Sevilla, su tesorero.
Conclusión
Aun con los cambios establecidos, de la muestra de los cargos que se pueden ver en numerosos documentos posteriores a 1402, tal como afirma Ortiz de Zúñiga, se puede constatar que muchos de los oficiales del cabildo hispalense siguieron ocupando sus cargos; y aún más; los conflictos banderizos de la ciudad de Sevilla siguieron vigentes durante buena parte del siglo XV, con cruentas luchas en las que muchas de las casas señoriales y las torres de las Iglesias de las diferentes collaciones llegaron a constituirse como plazas fuertes de defensa.
Bibliografía
Fuentes primarias
- ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego: Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, Tomos I-II, Madrid, Imprenta Real, 1795.
Fuentes secundarias
- ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel (Coord.): Historia de España de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 2011.
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- FUERTES DE GILBERT ROJO, Manuel (Barón de Gavin): La nobleza corporativa en España: nueve siglos de entidades nobiliarias, Madrid, Ediciones Hidalguía-UNED, 2007.
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- MENÉNDEZ PIDAL, Faustino: La nobleza en España: Ideas, Estructuras, Historias, Madrid, Real Academia de la Historia-Boletín Oficial del Estado, 2015.
- MONSALVO ANTÓN, José María: Atlas Histórico de la España Medieval, Madrid, Editorial Síntesis S.A., 2010.
- SALAZAR Y ACHA, Jaime de: Manual de Genealogía Española, Madrid, Ediciones Hidalguía, 2006.
- SÁNCHEZ SAUS, Rafael: “Los orígenes sociales de la aristocracia sevillana del siglo XV”, en La nobleza andaluza en la Edad Media, Granada, Universidad de Granada y Universidad de Cádiz, 2005, pp. 1119-1139.
- VALDEÓN BARUQUE, Julio: “La «Guerra de los Cien Años»”, en ÁLVAREZ (Ed.): Historia Universal de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 2013, pp. 672-676.
Notas
[1] Fue coronado como Rey de Castilla en 1217. Ya en 1230 fue coronado también como Rey de León a la muerte de Alfonso IX. Para un mayor detalle sobre las conquistas de ambos monarcas véanse GARCÍA TURZA, Javier: “El final de la Reconquista”, en ÁLVAREZ PALENZUELA, Vicente Ángel (Coord.): Historia de España de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 2011., pp. 478-482 y MARTÍN RODRÍGUEZ, José-Luis: Manual de Historia de España. 2. La España medieval, Madrid, Historia 16, 1993, pp. 351-352.
[2] ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego: Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, Tomo I, Madrid, Imprenta Real, 1795, pp. 17 y 50 (ilustrado y corregido por D. Antonio María Espinosa y Cárcel)). En estas páginas se puede observar cómo los representantes de los reinos de Portugal, Aragón y Castilla-León participaron en la campaña.
[3] Entre ellos se encontraban ya familias como los Guzmán, los Ponce, los Ribera (que se asentaron con posterioridad), los López de Haro, los González Girón, los Téllez de Meneses, los Álvarez de Lara o los Pérez de Toledo (Ibídem, pp. 81 y 169-170).
[4] Según los Anales, “[D]e los doscientos Fijosdalgo [que fueron partícipes en el heredamiento de Sevilla] se pretendía que partiera la nobleza sevillana, obligándoles a residir, aunque algunas familias se acabaron, otras se ausentaron y otras decayeron cediendo sus bienes” (Ibídem, pp. 185-186). Entre ellos ya se encontraban familias como los Finestrosa, los Cervantes, los Gallego, los Ortiz o los Medina. Para un estudio más en profundidad sobre los orígenes de la nobleza sevillana puede consultarse el capítulo escrito por Sánchez Saus (SÁNCHEZ SAUS, Rafael: “Los orígenes sociales de la aristocracia sevillana del siglo XV”, en La nobleza andaluza en la Edad Media, Granada, Universidad de Granada y Universidad de Cádiz, 2005, pp. 1119-1139).
[5] ORTIZ: op. cit., Tomo I, pp. 51. Aquí Ortiz de Zúñiga muestra a un gran número de prelados que participaron con sus huestes en la conquista de Sevilla. Entre ellos se encontraban don Gutierre, el electo de Toledo, o don Remondo, el chanciller mayor de Fernando III, obispo de Segovia y futuro arzobispo de Sevilla. Igualmente deja constancia de las órdenes religiosas y militares que estuvieron presentes en la campaña de conquista, todas ellas heredadas en mayo o en menor medida en el repartimiento de la ciudad o incluso anteriormente a él. Con respecto a las órdenes militares también cabe destacar lo expuesto en FUERTES DE GILBERT ROJO, Manuel (Barón de Gavin): La nobleza corporativa en España: nueve siglos de entidades nobiliarias, Madrid, Ediciones Hidalguía-UNED, 2007, pp. 107, 109 y 111.
[6] Según los Anales de Ortiz de Zúñiga la composición del Cabildo sevillano fue la siguiente:
“[…]quatro Alcaldes mayores, un Alguacil mayor, treinta y seis Regidores, mitad del estado de los caballeros, y mitad del estado de los ciudadanos, de que se formó la voz, Concejo, Alcaldes, Alguacil mayor, Caballeros y Omes buenos de Sevilla, decorada con el estilo de muy nobles, setenta y dos Jurados, seis Alcaldes ordinarios, tres caballeros y tres ciudadanos, un Alcalde de la justicia, otro de la tierra, y número competente, aunque no grande entónces, de Alguaciles, Escribanos, Porteros de emplazar, y otros ministerios de justicia y gobierno, todos, exceptos los Alcaldes ordinarios, á merced real, estos á elección anua del Cabildo, y la de los Jurados, á la de los vecinos de sus collaciones ó barrios. En el Cabildo, que la voz comun llamaba Concejo, y á sus juntas Ayuntamiento, á imitación de Toledo, tenían voto el Alguacil mayor y Alcaldes mayores, los Regidores, y por razon de sus dignidades, el Almirante mayor de la mar, y el Alcayde de los Reales Alcázares […] La administración de sus propios encargaban cada año a dos Regidores, uno de cada estado, que llamaban Mayordomos de Concejo. No podían hacer Cabildo sin el Alguacil mayor, ó alguno de los Alcaldes mayores, y haciendo en el corral de los Olmos […] Tenían todo el gobierno político y militar de la ciudad y reynado, y en él por cabeza al Adelantado de Andalucía: de todo y de la justicia era brazo executor el Alguacil mayor, á quien asimismo pertenecia ser caudillo propio de la ciudad en las guerras, y sacar su pendon que tenía en su guarda” (ORTIZ: op. cit., pp. 76-78).
Otros cargos públicos del sur que tenían sede en Sevilla eran el de almirante mayor (en cualquiera de sus denominaciones), junto con el Tribunal de su Juzgado, el adelantado mayor de Andalucía y el notario mayor de Andalucía. Para ver las definiciones de cada uno de estos cargos se puede consultar el apartado “Dignidades, cargos y oficios del Antiguo Régimen” de la obra SALAZAR Y ACHA, Jaime de: Manual de Genealogía Española, Madrid, Ediciones Hidalguía, 2006, pp. 322-323 y 327-328).
Por otro lado, la nobleza no dudó, como medio de aumentar su poder y patrimonio en procurar, incluso, en posicionar a miembros de las diferentes casas en cargos eclesiásticos, e incluso llegar a apoderarse de sus rentas (véase DÍAZ IBÁÑEZ, Jorge: “Iglesia y nobleza en la Sevilla bajomedieval”, en Anuario de Estudios Medievales, 39/2, julio-diciembre de 2009, pp. 877-931).
Para obtener más información de carácter general sobre el heredamiento pueden consultarse MARTÍNEZ RUIZ, Enrique y MAQUEDA, Consuelo (Coords.): Atlas Histórico de España I, Madrid, Ediciones Itsmo S.A., 2000, p. 113 y MONSALVO ANTÓN, José María: Atlas Histórico de la España Medieval, Madrid, Editorial Síntesis S.A., 2010, p. 189.
[7] ORTIZ: op. cit., Tomo I, pp. 50-51. Igualmente, don Diego López de Haro y don Nuño González de Lara, también casados con hijas ilegítimas del rey Alfonso VIII, participaron en las campañas de conquista.
[8] MENÉNDEZ PIDAL, Faustino: La nobleza en España: Ideas, Estructuras, Historias, Madrid, Real Academia de la Historia-Boletín Oficial del Estado, 2015, pp. 153-154. Para profundizar sobre la concesión de los títulos nobiliarios en España puede consultarse la obra MAYORALDO Y LODO, José Miguel de (Conde de los Acevedos): Historia y régimen jurídico de los títulos nobiliarios, Madrid, Ediciones Hidalguía-UNED, 2007.
[9] ORTIZ DE ZÚÑIGA, Diego: Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, Tomo II, Madrid, Imprenta Real, 1795, pp. 26-27 (ilustrado y corregido por D. Antonio María Espinosa y Cárcel). También se puede consultar sobre esta materia la obra SALAZAR: op. cit., pp. 26-27.
[10] Ibídem, p. 78.
[11] Ibídem, p. 73.
[12] MENÉNDEZ: op. cit., p. 167.
[13] ORTIZ: op. cit., Tomo II, p. 34.
[14] Ibídem, pp. 44-45.
[15] Ibídem, pp. 68-69.
[16] Ibídem, pp. 1-2. Sobre el mandato del Infante don Henrique y la reina Doña María de Molina durante la minoría de edad de Fernando IV puede consultarse MARTÍN: op. cit., pp. 607-614.
[17] ORTIZ: op. cit., Tomo II, p. 80.
[18] Ibídem, p. 106. Para tratar con mayor profundidad las diferentes campañas de la última década del reinado de Alfonso XI
[19] ORTIZ: op. cit., Tomo II, p. 83.
[20] Ibídem, p. 90-91. Esta batalla tiene lugar tras ser sitiada Badajoz por el ejército portugués. En su ayuda fueron las de los Guzmanes y los Ponce, junto con el Concejo de Sevilla, con don Henrique Anríquez al frente de éste. También se les unió el Concejo de Córdoba.
[21] Ibídem, p. 166. El cerco de Orihuela tuvo lugar dentro de la confrontación entre el rey Pedro I de Castilla y León y el rey Pedro IV el Ceremonioso de Aragón. Esta guerra fue conocida como la Guerra de los Dos Pedros. Para mayor conocimiento de los hechos que acontecieron véase CABRERA SÁNCHEZ, Margarita: “Una etapa de autoritarismo”, en ÁLVAREZ (coord.): op. cit., pp. 655-656.
[22] ORTIZ: op. cit., Tomo II, p. 78.
[23] Ibídem, pp. 197-198.
[24] Ibídem, pp. 184-185.
[25] Ibídem, pp. 74-75.
[26] Ibídem, pp. 92-94.
[27] Ibídem, pp. 96-97.
[28] Ibídem, pp. 113-114. También se observa en este texto de Ortiz de Zúñiga como fueron regulados determinados sueldos como los ministeriales de la ciudad y los de las tenencias de determinados castillos. En estas ordenanzas se volvió a dar la tenencia de Sevilla y el pendón de la ciudad al alguacil mayor, don Alonso Fernández Coronel. Sobre el control de las Cortes véase MARTÍN: op. cit., pp. 621-623 y ROJAS GABRIEL, Manuel: “El triunfo de las monarquías”, en ÁLVAREZ (coord.): op. cit., pp. 628-634.
[29] Ibídem, pp. 116-117.
[30] Ibídem, pp. 127-128. En principio se consideró que los Veintiquatros fueran doce caballeros y doce ciudadanos.
[31] Para profundizar sobre las luchas entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara, el futuro Enrique II, véase MARTÍN: op. cit., pp. 640-644 y VALDEÓN BARUQUE, Julio: “La revolución Trastámara”, en ÁLVAREZ (coord.): op. cit., pp. 669-685. Las luchas entre ambos en el marco de la Guerra de los Cien Años es tratado por Julio Valdeón en la obra VALDEÓN BARUQUE, Julio: “La «Guerra de los Cien Años»”, en ÁLVAREZ (Ed.): Historia Universal de la Edad Media, Barcelona, Ariel, 2013, pp. 672-676.
[32] ORTIZ: op. cit., Tomo II, p. 183.
[33] Ibídem, pp. 210-211. El modo en que Enrique II hubo de pagar la ayuda ofrecida por los grandes señores fue concederles prebendas que permitieron a éstos hacer vasallos suyos y, por tanto, dependientes de su red de influencia, a los cargos concejiles (MEDINA MOLERA, Antonio (Dir.): Historia de Andalucía II, Dos Hermanas (Sevilla), Biblioteca de Ediciones Andaluzas S.A., 1981, p. 353).
[34] Ibídem, pp. 227-229. Según Sánchez Saus, a raíz de los conflictos banderizos, “La agitación banderiza profundiza y extiende el control de los enfrentados sobre la ciudad, pues su dinámica tiende a incorporar a los poderes y personas hasta entonces neutrales”.
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