La historia de la conquista y colonización de América posee gran cantidad de sucesos sorprendentes y personajes únicos, entre los cuales debería aparecer el nombre de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Sin embargo, representa el paradigma de aquellos que arriesgan todo siguiendo un sueño, y al final de sus días, solo pueden contar las decepciones y desengaños de la vida.
Los ancestros de Cabeza de Vaca fueron famosos en los anales de la historia de España, y su apellido data de 1212[1], cuando las tropas cristianas estaban cercadas en Sierra Morena por los almohades y no encontraban escapatoria, hasta que un hombre conocido como Martín Alhaja supo encontrar un paso y lo señaló clavando en el suelo la calavera de un bóvido, por lo que los castellanos pudieron huir, rodear al enemigo y comenzar a ganar la batalla. Así es como aquel personaje se ganó el sobrenombre de “Cabeza de Vaca”, y tal apellido lo heredaron sus descendientes hasta alcanzar la figura de doña Teresa Cabeza de Vaca[2], casada con Francisco de Vera, hijo de Pedro de Vera, relevante en la conquista de Canarias y Granada[3]. Fruto de su unión nació en Jerez de la Frontera nuestro protagonista, Álvar Núñez, en una fecha incierta entre 1488 a 1495. En 1512, se alistó en la armada para participar en la batalla de Rávena, y fue nombrado alférez cerca de Nápoles. Tras su regreso a España, se convirtió en camarero mayor del duque de Medina Sidonia, hizo frente a la revuelta de los comuneros en 1520, y dos años después combatió contra los franceses en Puente la Reina, Navarra[4].
Cabeza de Vaca parte al Nuevo Mundo
En 1527 despertó en él un fuerte deseo de adentrarse en alguna expedición transoceánica, después de escuchar en numerosas ocasiones los relatos de quienes regresaban de las Indias. Consiguió entablar contacto con Pánfilo de Narváez, quien fue enviado al Nuevo Mundo para frenar las aspiraciones de Hernán Cortés. Pese a su fracaso, Carlos V lo nombró adelantado de los territorios que lograse explorar en La Florida, y consiguió obtener una flota de cinco navíos compuesta por seiscientos hombres. Entre ellos se encontraba Cabeza de Vaca, cuya recomendación por parte del duque de Medina Sidonia fue suficiente como para convertirlo en tesorero y alguacil mayor a bordo[5]. Partieron de Sanlúcar de Barrameda a finales de mayo de 1527, y ya en América, el primer lugar donde desembarcaron fue Santo Domingo[6]. Desde allí marcharon a Cuba para pasar el invierno, después de haber perdido dos navíos y sesenta compañeros durante una fuerte tormenta en el puerto de la Trinidad. En abril de 1528 llegaron a la bahía de Tampa sin saber dónde estaban ni a dónde debían dirigirse, ya que Narváez se había equivocado en sus cálculos. Por tanto, decidieron atracar en la península de La Florida el primer día de mayo. El capitán estaba deseoso de hallar el oro que supuestamente escondían los Apalaches, aunque lo que encontró en realidad fue escasez de alimentos, hostilidad por parte de los nativos, y una completa desorientación. Al cabo de quince días el descontento se extendió entre sus filas y Cabeza de Vaca se erigió como el principal opositor de Pánfilo.
Ante tal situación, el grupo decidió construir cinco barcas para abandonar la zona por mar[7]. Durante mes y medio estuvieron a merced del Atlántico, realizando una dificultosa navegación de cabotaje. El agua de sus odres se pudrió y pasaron tanta sed que algunos se vieron obligados a beber del mar, lo que provocó su muerte. Cuando ya todos pensaban que perecerían, avistaron el delta de un río desconocido para ellos: el Mississippi. Tomaron tierra y acudieron a un campamento indio en el que se abastecieron de agua y pescado, pero en la oscuridad de la noche, fueron atacados y tuvieron que refugiarse en los navíos, zarpando con rapidez. Durante la retirada, tres de las embarcaciones se extraviaron, y las dos restantes se reencontraron días después. Una de ellas estaba encabezada por Cabeza de Vaca y la otra por Narváez, quien decidió que cada uno tendría que sobrevivir por sus propios medios y se alejó remando. El grupo de Álvar logró avistar tierra firme el 6 de noviembre, tal vez en las actuales Luisiana o Texas, y se encontraron con una tribu que les aprovisionó, mas, temiendo que les ocurriera lo mismo que la anterior vez, decidieron abandonar la zona cuanto antes. Sin embargo, se desató una tempestad que hundió la barca y arrastró al fondo a varias personas[8]. Los que lograron salvarse y llegar a la costa fueron recibidos por el mismo grupo indígena, y en su poblado se encontraron con algunos de los compatriotas perdidos tras la emboscada. A pesar del miedo a ser sacrificados, preferían morir de aquella causa antes que perecer lentamente a causa del hambre, del frío y de la sed. No obstante, muchos empezaron a enfermar y fallecer[9], y lo mismo sucedió con los nativos, que vieron su número reducido a la mitad. Ante esta situación, culparon en un primer momento a los foráneos e intentaron acabar con su vida, hasta que se dieron cuenta de que los españoles no tenían motivos para ocasionar el mal entre sus propios camaradas. Concluyeron que los supervivientes debían de poseer algún poder especial, y les obligaron a curar a los afectados. Cabeza de Vaca los santiguó y todos sanaron, lo que le sirvió para recibir un buen trato durante cierto tiempo[10], hasta que fue esclavizado y tuvo que fugarse hacia el territorio de los charruco, donde comenzó a desempeñar la tarea de adquirir productos que los indios le solicitaban a cambio de comida[11].
En 1533, durante una de sus búsquedas, reconoció a tres antiguos compañeros que estaban sometidos por una tribu, ayudándoles a escapar. En septiembre de 1534, entraron en el área controlada por los avavares, quienes tenían constancia de los poderes sanadores que se les atribuía a aquellos blancos. Asimismo, diferentes grupos solicitaron sus servicios, como por ejemplo los susolas, que necesitaban auxilio con un hombre aparentemente muerto. Álvar Núñez se arrodilló junto a él, le hizo la señal de la cruz, y le sopló, y al cabo de un rato, el paciente se levantó sano. Tras este hecho, alcanzó tal fama, que a él y a sus compañeros se les consideró “Hijos del Sol”. Así, recorrieron la actual Texas siendo siempre recibidos de buen grado. No obstante, también nació un cierto temor hacia su persona, ya que un día, Cabeza de Vaca se enojó con un grupo que les hospedaba y se retiró a dormir fuera del campamento. Durante la noche, numerosos habitantes comenzaron a sentirse indispuestos y varios murieron, por lo que a la mañana siguiente todos acudieron llorando y pidiéndole perdón[12].
Con el transcurrir del tiempo, los españoles acabaron explorando Arizona y California. En este último lugar hallaron a un indio con una hebilla colgada en el cuello, quien les aseguró que pertenecía a unos hombres barbudos que habían llegado del cielo a caballo[13]. Ese hecho les indicó que cerca habría algún español, y en breve lograron encontrarse con varios hombres. Fueron conducidos hasta San Miguel de Culiacán, y de allí partieron a mediados de mayo de 1536 hacia Compostela, la capital de Nueva Galicia[14]. Dos semanas después se reunieron con Hernán Cortés, que por aquel entonces había recibido el título de marqués del Valle de Oaxaca[15]. En verano de 1537, Cabeza de Vaca decidió regresar a España y emprendió su travesía desde La Habana. A la altura de las Azores, unos corsarios franceses intentaron hacerse con su embarcación, hasta que varios navíos portugueses le ayudaron y escoltaron, alcanzando Lisboa el 9 de agosto de 1537[16]. Después de su regreso a España, consideraba que sus hazañas eran merecedoras de un premio por parte del rey. Animado por tal convicción, interesado en exculparse del fracaso de la misión, y pretendiendo dejar clara la responsabilidad de Narváez, decidió escribir una relación al respecto, que a partir del siglo XVIII fue titulada Naufragios. A la vez que redactaba su obra entre 1537 y 1540, el jerezano se convirtió en una figura con la que convenía hablar si se deseaba conocer el Nuevo Mundo u obtener información sobre El Dorado, ya que corría el rumor de que tenía datos sobre aquella mítica ciudad[17].
Álvar Núñez Cabeza de Vaca, adelantado, gobernador y capitán
Mientras tanto, Carlos V meditaba la posibilidad de enviar una expedición a Río de la Plata, donde Pedro de Mendoza había fundado Buenos Aires en 1536. De camino a España falleció, por lo que no pudo informar al emperador. Desde 1539 tampoco había noticias sobre el lugarteniente de Mendoza que se había quedado al mando, Juan de Ayolas. Ante esto, Cabeza de Vaca convenció al monarca para organizar un viaje en noviembre de 1540, y en caso de que Ayolas hubiera muerto, le serían entregados el cargo de adelantado, gobernador y capitán general. Nada más llegar, tuvieron constancia de que el lugarteniente había perecido y le sustituía Domingo Martínez de Irala, quien había tomado el poder desde la sede del gobierno en Asunción. Álvar Núñez decidió dirigirse hacia allí, pero en vez de seguir una ruta marítima, emprendió un viaje por tierra y recorrió dos mil kilómetros a través de selvas, ríos y barrancos. En febrero de 1542 navegó por el Iguazú, topándose con sus impresionantes cataratas, y ya el 11 de marzo de 1542 llegaron a Asunción, donde mostró sus credenciales de gobernador y nombró a Martínez de Irala como lugarteniente. Aprovechando su nueva posición, organizó una exploración para que, siguiendo el curso del río Paraguay, Irala y varias personas a su cargo localizasen una vía de comunicación con Perú. El gobernador estaba deseoso de hallar los metales preciosos y las ciudades áureas que colmaban el imaginario colectivo, mas no pudo unirse al grupo, ya que tuvo que hacer frente al alzamiento de un caudillo guaraní que intentaba convencer a los suyos de que colaborar con los españoles no les reportaba beneficio alguno. Tras capturarlo, juzgarlo y ordenar su ejecución, surgieron suspicacias entre los indios, y la ocasión fue aprovechada por los españoles contrarios a su persona, tildándole de maltratador. Incluso varios oficiales y religiosos intentaron huir a la metrópoli para informar al emperador sobre la negativa gestión del jerezano[18].
Martínez de Irala regresó a Asunción al cabo de poco tiempo, y aseguró haber hallado una ruta, por lo que Cabeza de Vaca reunió un gran contingente de españoles e indígenas que partieron en septiembre de 1543. Durante el trayecto sufrieron picaduras de especies venenosas y se quedaron sin provisiones, lo que conllevó la muerte de cien soldados y doscientos nativos. El descontento fue aumentando, y tras siete meses de viaje tuvieron que abandonar su empresa y volver a la ciudad, donde el gobernador se recluyó en su palacio. El 25 de abril se produjo una insurrección, los rebeldes le apresaron, y nombraron capitán a Martínez de Irala[19]. Después de diez meses de cautiverio, Álvar Núñez fue enviado como reo a España, y llegó en agosto de 1545. El Consejo de Indias inició en febrero de 1546 un proceso contra él y perdió todos sus cargos y privilegios. Además, estuvo en arresto domiciliario hasta 1552, fecha en la que concluyó el juicio[20]. A partir de este momento, poco se sabe sobre él, a excepción de que en 1555 estaba residiendo en Sevilla y se planteó la idea de realizar un tercer viaje a América, pero era consciente de que no tenía posibilidades[21]. Arruinado y con un gran sentimiento de fracaso, falleció entre 1559 a 1564 en Sevilla o Valladolid, según el autor que se consulte[22]. Para Inca Garcilaso de la Vega pereció en Valladolid[23], mientras que Ruy Díaz de Guzmán afirma que fue en Sevilla[24]. Sea como fuere, y efectuando un balance de su vida, hay que tener en cuenta que se convirtió en un referente a la hora de embarcarse a América, y fue el primer europeo que exploró el curso del río Paraguay y el primer blanco que contempló las cataratas del Iguazú. Durante sus aventuras, recorrió Mississippi, Florida, Luisiana, Arizona, Texas, el golfo de California y Nuevo México, territorios que se anexionaron al Virreinato de Nueva España, ampliando así el Imperio. Pero Cabeza de Vaca no ocupa un lugar junto a grandes conquistadores como Hernán Cortés o Francisco Pizarro, y cuando pereció, ya era un personaje olvidado.
Bibliografía
- Bishop, M. (1971): The Odyssey of Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Connecticut: The Century Co.
- Díaz de Guzmán Irala, R. (1986): La Argentina, edición de Enrique de Gandía. Madrid: Historia 16.
- Garcilaso de la Vega, I. (1986): La Florida del Inca, edición de Silvia Hilton. Madrid: Historia 16.
- Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca, El I duque de Lerma, Balmis, Sor Patrocinio, El XII duque de Osuna, Aurora Rodríguez y Millán Astray. Madrid: Editorial Edaf S.L.
- Núñez Cabeza de Vaca, A. (2009): Naufragios y comentarios, edición de Roberto Ferrando Pérez. Madrid: Dastin S.L.
- Núñez Cabeza de Vaca, A. (2012): Naufragios, edición de Trinidad Barrera. Madrid: Alianza Editorial.
- Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía del jerezano Álvar Núñez Cabeza de Vaca, primer hombre blanco en Norteamérica. Jerez de la Frontera: CSIC – CECEL.
- Sancho De Sopranis, H. (1947): “Datos para el estudio de Álvar Núñez Cabeza de Vaca”, en AA.: Revista de Indias, núm. 27. Madrid: CSIC.
Notas
[1] Núñez Cabeza de Vaca, A. (2012): Naufragios, edición de Trinidad Barrera. Madrid: Alianza Editorial, p. 12.
[2] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca, El I duque de Lerma, Balmis, Sor Patrocinio, El XII duque de Osuna, Aurora Rodríguez y Millán Astray. Madrid: Editorial Edaf S.L., p. 18.
[3] Sancho De Sopranis, H. (1947): “Datos para el estudio de Álvar Núñez Cabeza de Vaca”, en VV.AA.: Revista de Indias, núm. 27. Madrid: CSIC, p. 7.
[4] Bishop, M. (1971): The Odyssey of Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Connecticut: The Century Co., pp. 8 – 10.
[5] Ibidem, pp. 27 – 28.
[6] Núñez Cabeza de Vaca, A. (2012): Naufragios… op. cit., p. 67.
[7] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit., pp. 31 – 34.
[8] Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía del jerezano Álvar Núñez Cabeza de Vaca, primer hombre blanco en Norteamérica. Jerez de la Frontera: CSIC – CECEL, pp. 52 – 55.
[9] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit., pp. 36 – 37.
[10] Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía… op. cit., pp. 56 – 58.
[11] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit., p. 39.
[12] Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía… op. cit., pp. 59 – 64.
[13] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit. p. 47.
[14] Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía… op. cit., p. 65.
[15] Núñez Cabeza de Vaca, A. (2009): Naufragios y comentarios, edición de Roberto Ferrando Pérez. Madrid: Dastin S.L., p. 15.
[16] Rodríguez Carrión, J. (1985): Apuntes para una Biografía… op. cit., p. 65.
[17] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit., pp. 49 – 50.
[18] Ibidem, pp. 51 – 59.
[19] Ibidem, pp. 60 – 62.
[20] Núñez Cabeza de Vaca, A. (2012): Naufragios… op. cit., p. 15.
[21] Moreiro Prieto, J. (2008): Españoles Excesivos. Cabeza de Vaca… op. cit., p. 66.
[22] Núñez Cabeza de Vaca, A. (2012): Naufragios… op. cit., p. 16.
[23] Garcilaso de la Vega, I. (1986): La Florida del Inca, edición de Silvia Hilton. Madrid: Historia 16, p. 17.
[24] Díaz de Guzmán Irala, R. (1986): La Argentina, edición de Enrique de Gandía. Madrid: Historia 16, p. 56.
Hay que reconocer que simplemente sobrevivir a tal odisea durante 8 años, y pasar de ser esclavizado a ser considerado chaman sanador por los indigenas tiene merito. Esto sin mencionar el enorme y basto territorio que exploró. Como hombre del Renacimiento le quedó enegía y entusiasmo para embarcarse en otra aventura épica en Sur América. Una Vida remarcable llena de sufrimiento y penalidades.