Miniatura de Jaime II de Aragón (derecha) entre 1315 y 1325

La cruzada fue liderada por los reyes de Castilla, Fernando IV, y Aragón, Jaime II, este último representado en esta iluminación de un códice (a la derecha), datado entre 1315 y 1325. Fuente: Wikimedia Commons.

Los inicios del siglo XIV no fueron fáciles para Castilla. La muerte de Sancho IV en 1295 supuso el inicio de un periodo extremadamente convulso. La querella sucesoria de los infantes de la Cerda, apoyados por el rey aragonés Jaime II, alcanzó su punto álgido durante la minoría de Fernando IV (1295-1301), lo que sumado a los conflictos con la nobleza sumió a Castilla en el caos y la anarquía [1]. Una vez asentado en el trono, y resueltos los innumerables problemas que aquejaban al reino, pudo al fin el joven monarca castellano concentrar sus esfuerzos en la lucha contra el islam peninsular, cuya osadía en estos momentos inquietaba no solo al rey castellano. En efecto, el sultán nazarí Muhammad III había aprovechado la coyuntura favorable para extender sus dominios y hacerse con el control de ambas orillas del Estrecho de Gibraltar mediante la ocupación de Ceuta en 1306, y otras plazas marroquíes durante el año siguiente. El control de Ceuta, Algeciras, Gibraltar, Málaga y Almería daba al nazarí una sólida posición de fuerza en la zona del estrecho que no era vista con buenos ojos por ninguno de sus vecinos [2].

Esta actitud agresiva de Muhammad III llevó a Fernando IV a acercarse a Aragón. La alianza castellano-aragonesa fue firmada el 19 de diciembre de 1308 en la localidad de Alcalá de Henares. En virtud de este tratado los firmantes se repartían los dominios islámicos de la Península, correspondiendo a Aragón una sexta parte del territorio nazarí, lo que suscitó las vehementes protestas de una parte de la nobleza castellana, ya que teóricamente todo el territorio musulmán restante correspondía a Castilla. Los monarcas también se comprometían a no hacer las paces por separado con el enemigo y a aportar cada uno una flota de 10 galeras y 5 leños Aragón, mientras que los castellanos aportarían 3 leños. Por último, se sellaron una serie de enlaces matrimoniales entre ambas familias para fortalecer el acuerdo [3]. Las hostilidades contra los musulmanes debían comenzar el 24 de junio de 1309, día de san Juan. Los castellanos atacarían la bahía de Algeciras y los aragoneses la ciudad de Almería. Este ataque cristiano en forma de pinza obligaría a los granadinos a guerrear en dos frentes y a dividir sus fuerzas [4].

Tras la firma del tratado de Alcalá de Henares ambos reinos dieron comienzo a la preparación de todos los aspectos necesarios para llevar adelante la cruzada. Fernando IV convocó Cortes, que se reunieron durante febrero y marzo en Madrid, para solicitar los recursos financieros con los que poder lanzar la expedición contra los nazaríes. Lo elevado de las peticiones del rey provocó el malestar, nuevamente, de algunos importantes ricoshombres castellanos, que consideraban más sensato simplemente talar la Vega de Granada y obtener un rápido y fácil botín.

En el plano internacional, tanto Fernando IV como Jaime II enviaron embajadores al papa Clemente V, a la corte de Aviñón, para que diese a su empresa conjunta contra los musulmanes el carácter de cruzada, ya que además de los beneficios espirituales, también era muy necesaria la contribución económica que la declaración de cruzada proporcionaba [5]. Por otro lado, y para aislar diplomáticamente a Granada, Jaime II, con la aquiescencia castellana, entró en relación con los benimerines. Comprometiéndose con los norteafricanos a auxiliarles en la recuperación de Ceuta, a cambio de que estos entregasen una parte sustancial del botín una vez la plaza fuese tomada, el monarca aragonés envió una escuadra que bloqueó la plaza por mar, mientras los benimerines hacían lo propio por tierra. El sultán benimerín, Abu Rebia Sulayman, una vez conquistada Ceuta en el mes de julio, olvidó su acuerdo con los aragoneses y volvió a entenderse con sus correligionarios nazaríes. La nueva alianza entre Fez y Granada era sellada mediante un matrimonio entre Abu Rebia y la hermana del nuevo sultán nazarí, Nasr, que entregaba a su esposo como dote las plazas de Ronda y Algeciras. Los bloques que se enfrentarían durante la segunda mitad de 1309 quedaban así configurados. La coalición cristiana peninsular de Aragón y Castilla frente a nazaríes y benimerines [6].

La cruzada castellana

Una vez concluidas las Cortes de Madrid, Fernando IV se desplazó a Toledo para ultimar los preparativos de la cruzada. También cursó órdenes a sus nobles para que acudiesen a la frontera junto a él. A pesar de que algunos importantes miembros de la aristocracia castellana se habían mostrado contrarios a los planes del rey, acudieron a su llamada. El contingente reunido por Fernando IV para la cruzada oscilaba entre los 12 000 y los 15 000 hombres, entre peones y caballeros. Sin duda un número muy elevado para la época, y que fue posible reunir únicamente gracias al concurso de la flor y nata de la nobleza castellana para la cruzada, además de los contingentes concejiles de Salamanca, Segovia, Sevilla y otros lugares. También el monarca luso Dionís I colaboró con la empresa enviando 700 caballeros [7].

A pesar de que Fernando IV y Jaime II fijaron el inicio de las hostilidades para el día de san Juan, algunos caudillos castellanos lanzaron operaciones militares de forma autónoma contra el territorio nazarí antes de la fecha fijada. Estas iniciativas militares, junto a la reunión de la flota aragonesa entre Valencia y Barcelona pusieron en alerta a los nazaríes [8], pese a las buenas palabras que Jaime II dirigió a Muhammad III, asegurándole que el objetivo de su flota era Cerdeña.

Desde Toledo Fernando IV se desplazó a Córdoba, y de ahí a Sevilla, donde entró triunfante a primeros de julio. En la ciudad hispalense se tomaron las últimas disposiciones para el asedio de Algeciras. Los víveres serían transportados en barco hasta Algeciras mientras el ejército se desplazaba hasta la plaza por tierra. El día 27 de julio una parte del contingente ya tenía al alcance de su vista la plaza. El día 30 de julio el propio rey, junto con la mayoría de los nobles, llegó ante la villa. Una vez comenzado el asedio de Algeciras, y como medio de debilitar la resistencia de los asediados, ya aquejados por la carestía, el monarca castellano envió un nutrido contingente a cercar Gibraltar. Las fuerzas desplazadas a Gibraltar estaban compuestas por algunos miembros de la nobleza más leales al rey, como Alfonso Pérez de Guzmán y Juan Núñez de Lara, además del arzobispo de Sevilla junto con la milicia concejil de la ciudad hispalense [9].

El asedio y la conquista de Gibraltar fue una empresa corta, de apenas un mes de duración, en la que destacó la actuación militar de Alfonso Pérez de Guzmán y las huestes sevillanas. La operación se desarrolló en forma de pinza. Mientras que los hispalenses avanzaban por tierra cruzando el istmo y estableciendo su control sobre el Monte de la Victoria, lo que les daba una posición de superioridad sobre la plaza de Gibraltar y sus arrabales, el resto de las fuerzas cruzaban la bahía, transportadas por las naves, y establecían el asedio frente a la Puerta de Tierra. La ciudad quedó totalmente cercada gracias a la actuación de las naves aragonesas que cerraron la bahía, impidiendo cualquier tipo de refuerzo o aprovisionamiento desde el mar. Los contingentes hispalenses, situados en las alturas, fueron capaces de quebrar la resistencia de los asediados gracias al empleo de dos engennos que lanzaban grandes piedras contra la población. Finalmente, el 12 de septiembre, debido a la dura presión a la que estaba sometida, Gibraltar se entregó a Fernando IV, que se había desplazado desde el cerco de Algeciras. En el acuerdo de capitulación se garantizaba la vida de los 1125 habitantes de Gibraltar, a los que se permitió evacuar la ciudad y marcharse a vivir a la otra orilla del estrecho [10].

Una vez tomada Gibraltar, y dadas las órdenes para que se reparasen sus murallas y se construyesen unas atarazanas, Fernando IV volvía al asedio de Algeciras, cuyo desarrollo no presagiaba un desenlace victorioso como en el caso de Gibraltar. Apenas una semana después de la conquista de Gibraltar fallecía en una escaramuza en Gaucín Alfonso Pérez de Guzmán. Su muerte fue la primera de las muchas calamidades que sufrirían los castellanos durante los meses siguientes, y que impedirían la ansiada conquista de Algeciras. Apenas iniciado el otoño dio comienzo un temporal de lluvia que no daría tregua durante tres meses seguidos, haciendo penosa la situación de los sitiadores. Por si esto fuera poco, dos de los principales magnates de la hueste, el infante Juan y don Juan Manuel, junto con Fernán Ruiz de Saldaña y 500 caballeros, abandonaban el cerco y volvían a Castilla debido a su enfrentamiento con el monarca [11]. Pese a todas estas adversidades y desgracias, Fernando IV, decidido a vencer o morir, se niega a levantar el asedio o a alcanzar un acuerdo con los nazaríes [12]. No obstante, pese a su decidida obstinación y el refuerzo de 400 caballeros traídos por el arzobispo de Santiago [13], las imposibles perspectivas de alcanzar la victoria obligaron al joven rey a aceptar un acuerdo con el nuevo sultán, Nasr, que a cambio de la retirada castellana se comprometía a volver a pagar parias, unas 11 000 doblas de oro anuales, y a declararse vasallo de Castilla, además de devolver los castillos de Quesada y Bedmar. De este modo concluía la cruzada castellana. La toma de Gibraltar, una posición de gran valor geoestratégico, pero aislada por tierra del territorio castellano, no compensaba de ninguna forma los gastos y los esfuerzos que la empresa cruzada ocasionó en la empobrecida Castilla de comienzos del siglo XIV [14].

La cruzada aragonesa

De forma paralela a los esfuerzos castellanos en la zona occidental del Reino de Granada, los aragoneses, comandados por Jaime II, llevaban a cabo una dura campaña en la zona oriental, ante los muros de Almería. Las huestes aragonesas, al igual que las castellanas, iniciaron la cruzada con cierto atraso [15]. En su camino hacia Almería debieron poner en fuga a un contingente granadino que estaba asediando el castillo de San Pedro, en las proximidades de Murcia. Los diferentes contingentes aragoneses fueron llegando ante los muros de Almería de forma escalonada. Primero la flota y los contingentes transportados por ella el día 10 de agosto, el 12 algunas huestes terrestres, y el 15 ya se encontraban ante la ciudad la totalidad de las tropas, cuyo número ascendía a los 13.000 hombres [16]. Almería fue bloqueada por tierra y por mar.

El primer ataque aragonés que inició la cruzada no se hizo esperar. Apenas establecido el campamento, el día 14 de agosto las huestes aragonesas lanzaban el primero de los asaltos frontales contra Almería. Las fuerzas nazaríes estaban bien informadas de los movimientos cristianos y apenas diez días después de haberse establecido el cerco ya plantearon una gran batalla campal contra los cristianos, la única de toda la campaña, en la que las huestes de Jaime II resultaron vencedoras de manera inapelable, obteniendo vía libre para proseguir el cerco [17]. Los aragoneses reanudaron su presión sobre la plaza, y apenas transcurrido un día del encuentro campal ya empezaban a construir minas y bastidas para atacar la plaza. Pese a las duras acometidas a las que Almería era sometida, la ciudad resistía. A mediados de septiembre las tornas empezaban a cambiar; un nutrido destacamento nazarí se acuartelaba en la próxima localidad de Marchena, complicando la permanencia de los aragoneses sobre Almería mediante una serie continuada de ataques dirigidos por el caudillo norteafricano Uthman ibn Abi l-Ula, que pese a ser repelidos, situaban a los cristianos en una incómoda posición. Los aragoneses se vieron obligados a cavar un foso y a fortificar su campamento. A finales de septiembre, el 23 y el 27, dos nuevos asaltos generales se saldaron con el mismo resultado que los intentos anteriores. La cruzada aragonesa comenzaba a flaquear, al mismo tiempo que las finanzas necesarias para sostener el asedio [18], debiendo el rey empeñar sus propias posesiones para mantenerse sobre Almería. Durante todo el otoño los ataques se sucedieron, y pese al gran número de máquinas de asedio empleadas por los aragoneses, estos fueron incapaces de tomar la ciudad. A finales de diciembre Jaime II comprendió la imposibilidad de alcanzar la victoria y dio comienzo a las negociaciones con los granadinos [19].

Cruzada 1309 detalle de la Biblia de Maciejowski o Biblia de los Cruzados

Detalle de una iluminación de la Biblia de Maciejowski o Biblia de los Cruzados, representando un asedio frustrado en el Antiguo Testamento. Fuente: Wikimedia Commons.

El final de la cruzada

A finales de enero de 1310 Jaime II y Fernando IV abandonaban los asedios de Almería y Algeciras respectivamente. Ambos monarcas debieron dar por terminada la campaña en medio de graves dificultades financieras y de una enorme pérdida de popularidad como. Las causas que explican el fracaso son varias:

  • En primer lugar, la esperanza aragonesa de formar un frente tripartito contra Granada se desvaneció apenas comenzados los acontecimientos. Los benimerines, una vez recuperada Ceuta con extrema facilidad, llegaron a un acuerdo con Nasr por el cual los nazaríes recuperaban su tradicional alianza norteafricana a cambio de la entrega de las plazas de Algeciras y Ronda. De este modo los granadinos pudieron volcarse en la defensa de su flanco oriental, impidiendo a Jaime II hacerse con Almería, mientras que los benimerines, teóricos aliados de los cristianos, les combatían en la zona occidental del reino nazarí, defendiendo con éxito Algeciras.
  • Tanto Aragón como Castilla comenzaron la campaña más tarde de lo pactado, con la estación muy avanzada, lo que hizo que un otoño excepcionalmente húmedo se les echara encima, haciendo las condiciones de vida de los combatientes muy penosas.
  • Las dificultades financieras de ambos monarcas, así como las ya citadas condiciones atmosféricas adversas, supusieron un notable desabastecimiento, con todas las consecuencias que ello conlleva sobre las huestes y sobre las operaciones militares.
  • Las deserciones de don Juan Manuel y el infante don Juan junto con sus mesnadas, mermaron enormemente la moral de ambos contingentes cruzados [20].
  • Por último, es necesario destacar el error estratégico cometido en la planificación de la campaña. Un gran número de aristócratas castellanos se oponían al plan de Fernando IV de ir a cercar directamente Algeciras. Consideraban mucho más factible y provechoso realizar una campaña de saqueo por la Vega de Granada. De igual modo, Jaime II se lanzó directamente contra Almería en vez de llevar a cabo una campaña de destrucción y rapiña. En la guerra medieval, tal y como sabían los contemporáneos de los hechos, para tomar una ciudad fortificada, era necesario llevar a cabo una serie de campañas de destrucción y saqueo previo por toda su comarca durante años, ya que un ataque frontal contra una ciudad a la que no se ha sometido a ese castigo previamente, está condenado a fracasar casi con total seguridad debido a la superioridad de los medios defensivos sobre los ofensivos. La labor de desgaste [21] contra una población como Almería podía durar décadas, como prueban los casos de las conquistas de las otras grandes ciudades andaluzas durante el reinado de Fernando III [22]. La afortunada conquista de Gibraltar, población de menor entidad, fue fruto de una operación secundaria dentro del plan general de la campaña.

Bibliografía

  • BAYDAL SALA, Vicent, “Tans grans messions. La financiación de la cruzada de Jaime II de Aragón contra Almería en 1309”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 57-154.
  • BENAVIDES, Antonio, Memorias de Fernando IV de Castilla. 2 vols. José Rodríguez, Madrid, 1869.
  • Crónica de Fernando IV, Biblioteca de Autores Españoles, 66:173-392.
  • GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel, “Gibraltar, conquista y repoblación (1309-1310)”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 155-169.
  • GARCÍA FITZ, Francisco, Castilla y León frente al islam. Estrategias de expansión y tácticas militares. Siglos XI-XIII. Universidad de Sevilla, Sevilla, 119-121.
  • GIMÉNEZ SOLER, Andrés, El sitio de Almería en 1309, Tipografía de la Casa Provincial de Caridad, Barcelona, 1904.
  • GONZÁLEZ MÍNGUEZ, César, “Fernando IV de Castilla y la guerra contra los moros: la conquista de Gibraltar (1309)”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 171-197.
  • MARUGÁN VALLVÉ, Carmen María, “El ejército de la Corona de Aragón en la expedición contra Almería de 1309”, Medievalismo, 19 (2009), pp. 199-142.
  • MARUGÁN VALLVÉ, Carmen María, “El sitio de Almería de 1309: el desarrollo de la campaña militar” en Almería entre culturas: (siglos XIII-XVI), pp. 171-188. Instituto de Estudios Almerienses, Almería, 1990.
  • MASIÁ DE ROS, Ángeles, Relación castellano-aragonesa desde Jaime II a Pedro el Ceremonioso. 2 vols. CSIC, Barcelona, 1994.
  • O´CALLAGHAN, Joseph F., The Gibraltar Crusade. Castile and the Battle for the Strait, University of Pennsylvannia, Philadelphia, 2011.
  • SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao, “Tarifa y el sitio de Algeciras de 1309”, Al Qantir. Monografías y Documentos sobre la Historia de Tarifa, 1 (2003), pp. 1-45.

Notas

[1] Crónica de Fernando IV, pp. 93-97, 100-103.

[2] O´CALLAGHAN, The Gibraltar Crusade…, pp.

[3] El objetivo último de la coalición cristiana no era nada más y nada menos que la total expulsión del islam del suelo peninsular “per sacar de España los descreyentes de la fé católica qui estan en desonrra de Dios et á grand daño et peligro de toda la Xristiandat”. BENAVIDES, Memorias de Fernando IV…, pp. 621-622.

[4] “Pues cierto es que, el rey de Castiella, çercando de la su parte e nos de la nuestra, poco pueden los moros enpeççar ni enbargar a vos ni a nos, lo que podrían si nos fincassemos en cerca e vosotros no y fincassedes”, MASIÀ DE ROS, Relación castellano-aragonesa…, pp. 234-235.

[5] GONZÁLEZ MÍNGUEZ, “Fernando IV de Castilla…”, pp. 180-181.

[6] O´CALLAGHAN, The Gibraltar Crusade…, pp. 127-128.

[7] GONZÁLEZ MÍNGUEZ, “Fernando IV de Castilla…”, pp. 184-185.

[8] GARCÍA FERNÁNDEZ, “Gibraltar, conquista y…”, p. 158.

[9] Crónica de Fernando IV, pp. 162-163.

[10] Crónica de Fernando IV, p. 163.

[11] GIMÉNEZ SOLER, El sitio de Almería…, pp. 61-63.

[12] Crónica de Fernando IV, p. 164. “antes quería allí morir que non levantarse dende deshonrado”.

[13] O´CALLAGHAN, The Gibraltar Crusade…, p. 132.

[14] Una detallada y documentada secuencia de los hechos puede seguirse en SEGURA GONZÁLEZ, “Tarifa…”, pp. 20-37.

[15] Pese a que la fecha acordada era el 24 de junio, el ejército aragonés no partió de Valencia hasta el 18 de julio. MARUGÁN VALLVÉ, “El sitio de Almeria…”, p. 173.

[16] 3900 hombres a caballo y 9000 infantes. MARUGÁN VALLVÉ, “El ejército…”, p. 240.

[17] BAYDAL SALA, “La financiación…”, pp. 89-90.

[18] Id. p. 93.

[19] O´CALLAGHAN, The Gibraltar Crusade…pp. 131-132.

[20] La deserción de estos dos importantes nobles resonó con fuerza no solo en Castilla, sino en gran parte de Europa. El infante don Juan llegó a ser calificado como “demonio” por el propio pontífice. “es tan malvado que si por él fuese destruiría todo y por dineros vendería a Dios, a vos y a toda la cristiandad”. Citado por JIMÉNEZ SOLER, El sitio de Almería, pp. 68-70.

[21] Los teóricos militares han acuñado el término de “estrategia de aproximación indirecta” para esta forma de hacer la guerra.

[22] GARCÍA FITZ, Castilla y León frente al islam…, pp.119-121.

Este artículo forma parte del III Concurso de Microensayo Histórico Desperta Ferro. La documentación, veracidad y originalidad del artículo son responsabilidad única de su autor.

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