La respuesta romana a este interrogante estratégico cobró la forma de un enérgico contraataque, mediante una acertada fuerza combinada, que incluía a las classes Flavia Moesica y Flavia Pannonica, unidades altamente especializadas del ejército y fuerzas selectas extraídas de la caballería de la guardia imperial. Esta elección le proporcionaría a Trajano un valioso éxito en la doble batalla de Nicópolis del Istro, arrebatando a las fuerzas de la entente dácica la iniciativa hasta conducirlas a su decisiva derrota en la batalla de Tropaeum Traiani. Fue, por lo tanto, en los campos y llanuras de Mesia Inferior donde se decidió la suerte de la Primera Guerra Dácica y, por extensión, el desenlace final del prolongado pulso por la hegemonía en Europa central y oriental entre el Imperio romano y el Estado dacio. Y fue precisamente el éxito inicial del contraataque romano la semilla crucial de estos acontecimientos.
Cabe preguntar a nuestras fuentes qué clase de soldados protagonizaron aquellas primeras y fundamentales operaciones, frente a un enemigo superior en número, espoleado por el éxito y en buena medida dueño del terreno. La respuesta que obtenemos de la única fuente disponible al respecto, la Columna Trajana, resulta tan intrigante como desconcertante: en la escena XXXVI, un amplio grupo de barbados y melenudos guerreros de torso desnudo, a la manera germánica, marcha muy próximo al emperador, seguido bien de cerca por un destacamento de tropas de aspecto similar, si bien acorazadas, tocados unos con cascos de tipología no romana y, más llamativos aún, varios de ellos vistiendo, además, sendas pieles de oso o de lobo; ni siquiera el grupo de jinetes equipados a la manera romana, presumiblemente equites singulares Augusti, consiguen romper la singularidad de la escena, al marchar a paso ligero, desmontados, guiando a sus caballos.
¿Quiénes son estos guerreros, de apariencia claramente germánica que, tanto en esta escena, como en otras muy precisas, destacan en la representación del ejército romano en acción, tanto por su singularidad estética como, sobre todo, por el protagonismo que les otorgaron los escultores? ¿Cuál es el motivo de su representación en estrecha proximidad al emperador en esta y otras secuencias? Y, más en particular, ¿quiénes son los guerreros tocados con pieles que forman parte de la fuerza de choque de Trajano al comienzo de la campaña en Mesia Inferior de 101 d. C.?
A continuación descubriremos, entre las filas de la guardia del emperador, de sus fuerzas especiales y sus contingentes de élite, no ya la nada sorprendente presencia de guerreros germánicos haciendo uso de su armamento tradicional, sino a tropas haciendo gala de tradiciones militares y culturales totalmente extrañas al mundo romano de la época, con pleno conocimiento e intencionalidad por parte de sus mandos, hasta el punto de quedar plasmados en la propaganda oficial del Imperio: berserkir y úlfhednar, guerreros extáticos de tradición puramente germánica, lideran la vanguardia del ejército junto a Trajano, codo con codo con lo más granado de su caballería. ¿Por qué?
Los guerreros extáticos en la antigüedad germánica
Una de las constantes más destacadas y fascinantes en el mundo militar desde la Prehistoria hasta nuestros días ha sido la identificación de algunos guerreros con poderosos depredadores, desde la asunción de su nombre, pasando por su apariencia, hasta llegar al extremo de tomar e imitar su personalidad, comportamiento y cualidades. Del mismo modo, la entrada en un estado de furia guerrera calculada, relacionada o no con el comportamiento atribuido a un animal en particular, como forma de fortalecimiento personal, inhibición del temor, potenciación de la capacidad destructiva y arma psicológica de primera categoría, ha estado siempre presente en la guerra, de un modo u otro y a múltiples escalas. Las culturas indoeuropeas son ricas en este tipo de tradiciones y comportamientos bélicos.
La cultura guerrera germánica no fue, en absoluto, ajena a esta constante, constituyendo quizás el más famoso ejemplo del empleo sistemático y definido del “éxtasis” o “furia” de batalla en general, y de la identificación del guerrero con animales salvajes con fines específicos y tradiciones concretas en particular. Paradójicamente, los primeros testimonios de que disponemos de la existencia de este particular aspecto de la tradición germánica, proceden de la principal fuente romana que nos ocupa en este estudio: la Columna Trajana. Debidamente contrastada con los testimonios posteriores, especialmente con la abundante tradición nórdica, la información contenida en las escenas de este monumento nos permite definir, con razonable claridad, a los guerreros extáticos y a las dos principales categorías de guerreros-animales de la tradición germánica del momento y posterior: los berserkir y los úlfhednar.
El término úlfhedinn (plural úlfhednar) puede ser traducido con cierta seguridad como “el de la piel de lobo”. A diferencia del berserkr, su naturaleza resulta meridianamente clara: se trataba de guerreros que, ataviados con la piel de este animal, se identificaban por completo con su naturaleza, comportamiento y habilidades, asumiendo su personalidad hasta fundir su espíritu con el de la bestia. El lobo, cuya fuerza radica en su capacidad para actuar en equipo, con rapidez y agilidad, al amparo de una estructura fuertemente jerárquica, y en su naturaleza leal y astuta, constituye un animal particularmente atractivo para cualquier tradición militar. Al mismo tiempo, la especial vinculación mitológica y simbólica de este animal con la figura de Wodan (el Odín nórdico) pone a los úlfhednar en estrecha relación con esta divinidad capital de la tradición germánica, con cuyos einherjar son frecuentemente puestos en relación. Organizados en hermandades más o menos definidas, con frecuencia, transversales a las estructuras tribales, los úlfhednar son tanto agrupaciones de jóvenes en busca de su consagración como verdaderos guerreros, así como veteranos de élite, auténticos campeones apreciados por sus particulares habilidades.
El berserkr (plural berserkir) resulta etimológicamente más complejo, ambiguo y fluido. El significado del término berserkr puede ser interpretado, en general, de dos formas principales: “el que asume el espíritu de un oso” y “el descamisado / el que no porta coraza”. En la tradición nórdica, el berserkr es definido frecuentemente como un guerrero que, libre de armadura y prácticamente desnudo, combate poseído por una furia violenta o berserksgangr, sin que se especifique relación alguna con un animal en concreto. Sin embargo, en la tradición germánica más antigua, la identificación de los berserkir con el oso y la asunción concreta de su comportamiento y apariencia resulta más frecuente y acentuada, constituyendo su desnudez o la ausencia de armadura un aspecto accesorio o irrelevante en este caso. Así, durante la Antigüedad, el berserkr se caracterizaba muchas veces por hacer gala de la actitud y la fuerza de un oso, ataviarse con su piel y mostrar, al igual que el animal, un mayor individualismo, a pesar de constituir también hermandades transversales a las instituciones tribales del momento. La naturaleza de estas agrupaciones, sin embargo, se vincula en mucha menor medida a jóvenes guerreros en iniciación, implicando con más frecuencia contingentes de guerreros de élite ligados a los séquitos, escoltas y fuerzas de élite de caudillos o soberanos. El berserkr entraba en combate rugiendo y lanzando dentelladas como un oso, combatiendo con la brutal determinación de este animal, impasible e incluso invulnerable a las heridas, sembrando la destrucción entre las filas enemigas y haciendo gala de una fuerza antinatural.
Como hemos visto, el ambivalente término berserkr también puede hacer alusión al guerrero extático en general, y al guerrero que, combatiendo desnudo o semidesnudo, hacía gala de una furia de batalla no necesariamente vinculada al comportamiento de un animal en concreto. Esta flexible y amplia categoría de guerreros germánicos son documentados también por vez primera en la Columna Trajana. Al igual que el úlfhedinn y que el berserkr entendido como guerrero-oso, el berserkr, en tanto que mero guerrero extático, entraba en combate igualmente imbuido del berserksgangr, estado del que Wodan es responsable, maestro y patrón, y del que otros dioses, como el propio Baldr, hacen gala en la tradición nórdica posterior. Identificados con un animal o no, los guerreros extáticos germánicos no devenían espiritual ni físicamente en una bestia común, sino en un animal mítico o en un estado de frenesí que les convertía en los elegidos de Wodan, portadores de su poder y reflejo terreno del mismo. En este sentido, el éxtasis o berserksgangr no constituía una furia ciega, sino una auténtica identificación mítica de profundo significado religioso.
Este trance o berserksgangr, cualquiera que fuera su forma final, solía inducirse mediante cánticos y rítmicos gritos de batalla, potenciado además a través de la danza, realidad recogida en múltiples fuentes iconográficas de la tradición germánica y nórdica. Por el contrario, podemos descartar casi por completo el uso de alucinógenos de ningún tipo como forma de inducción del berserksgangr, práctica de la que no tenemos constancia en ninguno de los testimonios greco-latinos, germánicos o nórdicos disponibles.
Berserkir y úlfhednar en la Columna Trajana
Como sabemos, el lenguaje simbólico de la Columna Trajana es preciso y metódico. Ningún elemento representativo está ahí por casualidad o por mero capricho del artista: cada detalle posee un significado y tiene por objetivo transmitir al espectador un mensaje determinado. La distorsión que este monumento llega a hacer de la realidad en determinadas escenas obedece, así, tanto a una necesidad propagandística como a la más absoluta claridad representativa. La ambigüedad no tuvo cabida en un espacio destinado a elogiar al emperador Trajano y su papel como comandante.
Entonces, ¿quiénes son los pintorescos y variados guerreros de aspecto bárbaro que rodean al emperador en la escena XXXVI del monumento? ¿Por qué este tipo de tropas reaparecen una y otra vez en planos y actitudes protagonistas, rivalizando con legionarios, portaestandartes y pretorianos? Está claro que, en contra de lo sostenido hasta la fecha por buena parte de la historiografía, no se trata de mercenarios, symmachiarii, numerii o incluso auxiliares de aspecto “poco romano”: este tipo de tropas nunca se representan tan próximas al emperador, ocupando su lugar, por norma, fuerzas más “prestigiosas”, más “romanas”. Su posición en esta escena en particular, aunque también en otras múltiples ocasiones, por lo tanto, solo puede corresponderse con unidades consideradas de prestigio, dignas de ser inmortalizadas en semejante posición: unidades de élite del ejército y/o unidades especialmente próximas a la persona del emperador.
Un análisis detallado de su aspecto nos aporta pistas fundamentales que, como veremos, nos llevan de inmediato hasta la imagen que de los guerreros extáticos, los berserkir y los úlfhednar, proyectan las fuentes germánicas y nórdicas de todo tipo. En la escena XXXVI de la Columna Trajana lo primero que llama la atención del especialista es el nutrido grupo de ocho guerreros de cabellos abundantes, algunos profusamente barbados, todos ellos con el torso desnudo a excepción de uno de ellos, que viste la túnica sin una manga. Protegidos por un escudo, se equipan con mazas de madera, si bien uno porta, además, una espada pendiente de un tahalí que le cruza el pecho. Marchando prácticamente a la par que Trajano, al que alcanzan a pesar de que el césar monta a caballo, marcan la vanguardia del contingente de infantería. Su apariencia de combatientes veloces, ágiles y arrojados, varios de ellos jóvenes, equipados con armas diseñadas para el choque y el combate contra fuerzas acorazadas, se corresponde perfectamente con la de los guerreros extáticos germanos: dadas sus características, este tipo de tropas constituían fuerzas de asalto ideales, con una alta capacidad para romper y desorganizar (física y psicológicamente) formaciones de tropas mejor equipadas o más pesadas. Eran igualmente idóneas para trabar contacto rápidamente con el enemigo, así como para labores de vanguardia, exploración y escaramuza. La maza, además, aparte de ser un arma común de la panoplia germánica hasta el Medievo, resultaba igualmente característica del equipamiento de los guerreros extáticos y similares en este periodo.
La función de estos guerreros en el ejército romano como fuerzas de choque queda tanto más en evidencia en diversas escenas de batalla donde estos guerreros combaten en primera línea, haciendo gala de actitudes y posturas marcadamente violentas, que subrayan la brutalidad de su envite. Cabello al viento, ceños fruncidos y rostros contraídos, sus expresiones y movimientos contrastan con la de los auxiliares y legionarios cercanos, así como con la de sus enemigos dacios, a los que empequeñecen muchas veces, recordándonos fuertemente las descripciones que las fuentes germánicas y nórdicas hacen del berserksgangr. Los elementos de distinción iconográfica descritos subrayan claramente el carácter singular de estas fuerzas: No nos encontramos ante contingentes irregulares cualquiera, sino ante guerreros extáticos que conforman desde fuerzas altamente especializadas hasta verdaderas unidades de élite. Estos guerreros, además, merecen el reconocimiento y el elogio de Trajano tras el combate, pues están presentes en varias de las adlocutiones del emperador en el monumento, ocupando primeros planos o destacando por su desnudez, corpulencia, altura y aspecto entre los portaestandartes, pretorianos y legionarios que les rodean en estas escenas.
No menos llamativo es el grupo de otros ocho guerreros barbados de la escena XXXVI, cuatro de ellos tocados con pieles distintivas mientras que otros cuatro portan cascos de marcada factura foránea. Todos van acorazados, protegidos por un escudo y, en general, todos parecen estar equipados con espadas de hoja larga. Queda fuera de toda duda la posibilidad de que los tocados con pieles sean portaestandartes o simples auxiliares de apariencia más bárbara de lo habitual: ya hemos señalado que la simbología en la Columna nunca es gratuita. Sus pieles tienen un significado concreto, al igual que su cercanía al emperador y la estructura general de la escena: nos encontramos ante sendos úlfhednar y/o berserkir claramente caracterizados y distinguidos de forma única en esta escena. Una mayor atención al detalle permite, incluso, diferenciar a ambas especialidades: dos berserkir, cuyas pieles de anchas patas y pesadas cabezas corresponderían a la de sendos osos y, un paso más atrás, dos úlfhednar, tocados con pieles de patas más estrechas y cabezas más reducidas y angulosas. Situados cerca del emperador, codo a codo con sus equites singulares, estos guerreros representan a fuerzas de élite y unidades de la guardia más personal y privada de Trajano, probablemente pedites singulares o similares, cuyos orígenes se remontarían, incluso, a la época en que su líder desempeñó el cargo de gobernador en Germania Superior. El altísimo nivel de su equipamiento, su singular caracterización y su posición en la escena, no dejan demasiado margen a interpretaciones alternativas.
Respecto de los guerreros, igualmente acorazados y armados con espadas, pero no tocados con pieles, ya hemos señalado que su principal característica es portar cascos de clara factura germánica. Aunque en este caso no podemos descartar que se trate de guerreros germanos de élite, aristócratas y veteranos de la guardia de Trajano u otras tropas, sin vinculación evidente a tradiciones específicamente extáticas, el hecho de que se encuentren prácticamente mezclados en un grupo coherente con berserkir y úlfhednar no nos permite dejar totalmente de lado la posibilidad de que guarden algún tipo de relación con estos últimos.
Retomando los datos que conocemos sobre los guerreros extáticos a partir de la tradición germánica antigua y nórdica, estos constituían grupos de campeones vinculados estrechamente a los caudillos a los que servían y a cuyas personas se vinculaban mediante juramento, unidades de élite cuyas particulares características y habilidades las hacían idóneas para el desempeño de brutales tácticas de choque, para una defensa feroz o para proteger a un líder destacado, sacarle de una situación de peligro y, llegado el caso, no sobrevivirle en combate. Este es, claramente, el rol y la identidad de los guerreros germánicos del ejército romano representados en las escenas de la Columna Trajana, así como la categoría que esta les otorga a través de su preciso lenguaje simbólico y escénico.
Una singular fuerza de élite en el Ejército romano
¿Por qué recurrir a este tipo de tropas? ¿Cuáles fueron las razones, a nivel institucional, estratégico, táctico e incluso personal de su empleo en el contexto de las guerras dácicas de Trajano? Desde un punto de vista propagandístico, la representación de estas tropas emite un mensaje múltiple. El emperador es presentado como comandante de tropas procedentes de la práctica totalidad del Orbe, subrayando la universalidad de su poder y la del propio Estado romano. A un nivel más particular, la Columna subraya el alcance particular del atractivo de Trajano como general victorioso y prometedor: teniendo en cuenta que las élites greco-latinas eran plenamente conscientes de la importancia que el caudillaje y el éxito militar tenían en las sociedades germánicas del siglo II d. C., representar a su emperador rodeado y aclamado también por los mejores guerreros bárbaros explicita la rotunda capacidad de convocatoria del césar entre estos últimos. Hasta cierto punto, la iconografía romana se hace eco de una parte de la ideología germánica, reciclándola para su propio uso, mostrando a Trajano como el caudillo germánico supremo, el único capaz de atraer la lealtad, el respeto y el sacrificio de los mejores entre los no romanos, a la par que es el imperator indiscutido para los propios romanos.
Como ya sabemos, el emperador Trajano no fue, ni mucho menos, el primer comandante romano en rodearse de un contingente de guerreros germanos, en tanto que fuerza de élite y guardia personal. Baste con mencionar el caso, sobradamente conocido, de los equites singulares Augusti. La relación personal directa que los generales romanos solían tener con este tipo de tropas, y que la propia idiosincrasia de las mismas fomentaba, las convertía en unas fuerzas particularmente valiosas para todo tipo de delicadas funciones. A un nivel más particular, el nomen Ulpius, que significa “lobo” en latín arcaico, debió de tener un significado muy similar en los oídos germánicos, dada su proximidad a la raíz de esta misma palabra en lengua germánica. Dada la relación de este animal con Wodan, patrón de los úlfhednar, pero también de los berserkir y del berserksgangr, esta coincidencia etimológica debió de ejercer su particular impacto entre las tropas germánicas del emperador. ¿Es posible que, en parte, el protagonismo de estos guerreros en la Columna Trajana devenga de esta circunstancia? No podemos saberlo con certeza. Lo que es seguro es que estos guerreros debieron de desempeñar una labor particularmente brillante en las guerras dácicas para merecer el honor de ser inmortalizados en este monumento.
Berserkir, úlfhednar, otros guerreros extáticos y, en general, cualquier tropa germánica selecta, veterana, bien equipada y motivada, constituía un activo de gran valor para un ejército romano de principios del s. II d. C.: le proporcionaba una fuerza de choque poderosa y decidida, una elocuente arma psicológica y, llegado el caso, un contingente de élite cerradamente leal a su comandante supremo, lista para ejecutar cualquier sacrificio necesario para cumplir sus designios y para la salvaguarda de su integridad y su honor. Suponían un complemento perfecto para fuerzas más corrientes, aunque no menos eficaces, del ejército romano, al permitir desplegar habilidades y tácticas imposibles con fuerzas más institucionalizadas y disciplinadas, o ya demasiado alejadas de la idiosincrasia subyacente a dichas habilidades y tácticas.
Cuando, en el verano de 101 d.C., el ejército combinado de la entente dácica cayó sobre Mesia Inferior con fulminante y metódica eficacia, amenazando con volar por los aires toda la estrategia romana y los éxitos obtenidos hasta el momento en la campaña, Trajano y sus generales buscaron una respuesta estratégica óptima: una fuerza expedicionaria móvil y versátil, capaz de lanzar un contraataque tan preciso como brutal y, al mismo tiempo, altamente motivada hasta el fanatismo. Las unidades germánicas de élite del ejército, desde unidades auxiliares selectas y fuerzas de choque, pasando por los equites singulares del Emperador, hasta llegar a sus pedites singulares, úlfhednar y berserkir, conformaron la espina dorsal de dicha fuerza.
La versatilidad y movilidad de este ejército le permitió evitar que los ejércitos dacio y roxolano desplegados entre Novae y Nicópolis del Istro pudieran actuar coordinadamente y reunir sus fuerzas. Arrebatándoles por completo la iniciativa, en la primera batalla de Nicópolis del Istro Trajano arroyó y puso en fuga en un fulminante asalto al ejército roxolano. Días después, en la segunda batalla del mismo nombre, la fuerza expedicionaria del emperador destrozó al ejército dacio que acudía en socorro de sus vencidos aliados: en la Columna Trajana los poderosos guerreros extáticos germanos emergen, a la carrera, de entre las filas de la infantería auxiliar, mezclándose en la refriega codo a codo con la caballería, con cuya carga rivalizan, poseídos por el berserksgangr. Aunque la presencia en esta acción de vexillationes legionarias y destacamentos auxiliares más regulares no es en absoluto descartable, las primeras están por completo ausentes de las escenas que detallan los preparativos de estas operaciones, la marcha a la batalla y los dos combates descritos, no reapareciendo hasta justo después.
Sus particularidades y habilidades hicieron de los úlfhednar y berserkir, guerreros portadores de una tradición e idiosincrasia militar y cultural totalmente ajena al mundo romano, un arma fundamental en las primeras y fundamentales fases del contraataque romano en Mesia Inferior. De este modo contribuyeron de un modo fundamental a los hechos que decidieron la Primera Guerra Dácica y, en consecuencia, la historia del poder romano en la Europa danubiana durante el siglo y medio siguiente.
Conclusiones
En consecuencia, la imagen que del ejército romano altoimperial se ha tenido hasta la fecha, no solo fuera de los círculos académicos sino, desafortunadamente, todavía en buena parte del interior de los mismos, cambia sensiblemente, como mínimo, a través de las realidades que hemos descrito. Fiel a su capacidad adaptativa, el ejército romano, una vez más, tomó de sus adversarios y asociados aquellas armas que consideró el complemento necesario a su propio arte la guerra y de gestión del poder. Más allá de sus propias debilidades y carencias, el guerrero germánico, en sus múltiples facetas y especialidades, experimentó un prolongado proceso de incorporación e integración en la maquinaria militar romana a diversas escalas. La inmortalización en la Columna Trajana de los berserkir, úlfhednar y otros guerreros extáticos germánicos luchando en las filas romanas representa un paso cualitativo más en este proceso: el reconocimiento público oficial de la presencia de fuerzas armadas de tradiciones marcadamente foráneas, no ya en los numeri y symmachiarii, sino en unidades de la guardia del emperador y de la élite de especialistas del ejército.
Volviendo a las consideraciones de orden puramente militar, las escenas de la Columna Trajana que hemos analizado a lo largo de este estudio, evidencian la presencia de contingentes armados en la élite del ejército romano portadoras, además, de toda una idiosincrasia religiosa marcadamente extraña a la tradición greco-latina del momento. De este modo, la adaptabilidad del ejército y el Estado romanos dio un paso más allá, al ser capaz, no solo de incorporar tácticas, panoplias y hasta categorías completas de guerreros sino, además, de aceptar con ello el paquete espiritual y cultural que lo acompañaba y que le daba su auténtico significado. El reconocimiento y plasmación públicas de esta realidad supuso, además, una innovación que nos desvela cambios fundamentales en la percepción del “no romano” a todos los niveles, así como en la imagen del poder imperial, en su proyección y en su significado.
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David Soria Molina es doctor en Historia Antigua por la Universidad de Murcia. Su campo de investigación tiene por objeto el estudio de la historia político-militar del Imperio romano y las sociedades contemporáneas al mismo. Actualmente sus investigaciones se centran en las dinámicas geopolíticas, estratégicas y de conflicto en el limes danubiano y sus espacios colindantes a lo largo del Alto Imperio romano, en el marco de las cuales es autor del libro Bellum Dacicum. Geopolítica, estrategia y conflicto en el Danubio bajo Domiciano y Trajano (85-106 d.C.) (2016), así como de diversos artículos.
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