La transmisión de la estructura ideológica durante el franquismo tuvo un claro reflejo en el ámbito del cómic. Si la evolución política del régimen puede reseguirse a través de los guiones y personajes de series ampliamente populares como Hazañas Bélicas, y los valores del cristianismo y la importancia de la Reconquista en el definición del proceso de construcción del relato identitario español en la Edad Media se muestra en El Guerrero del Antifaz, en el que se incluye la aportación esencial de la religión en la definición del guión y los personajes, la Guerra de la Independencia, como símbolo de la lucha contra el invasor y crisol de los valores esenciales de la patria, fue también utilizada. Se trataba, en este caso, de seguir una línea argumentativa nacida en el ámbito de la historiografía académica ya en la primera mitad del siglo XIX, y proseguida ininterrumpidamente como uno de los hitos esenciales de la cohesión identitaria de España, hasta el extremo que durante la Guerra Civil será empleada como referente por ambos bandos desde la misma perspectiva: la lucha contra el invasor y la exaltación de los valores definitorios de las ideologías enfrentadas.
En 1942, el semanario Chicos (1938-1955), dirigida por Consuelo Gil Roësset de Franco (1905-1995), publicó la historia El caballero sin nombre, con guión de José María Huertas Ventosa (1907-1967) y dibujos de Emilio Freixas Aranguren (1899-1976), probablemente el mejor de todos los títulos que se editarán durante esta época (Fig.1). Los dibujos y la composición de Freixas son innovadores al distanciarse de la ortodoxia regular de otras publicaciones, y el movimiento de las figuras, e incluso el tratamiento de sus volúmenes y rostros recuerda series norteamericanas como Flash Gordon de Alex Raymond (1909-1956). El trabajo de documentación en muy interesante para la época, y alguna de las figuras durante las escenas de combates recuerdan a la obra de Joaquín Sorolla (1863-1923), Defensa del parque de artillería de Monteleón (1884). El cómic, que será seguido por otras dos entregas, Guerrilleros españoles (1943) y La partida del chambergo (1944), de menor calidad al retomar el montaje clásico en viñetas e introducir los textos en bocadillos abandonando el relato corrido al margen de los dibujos que había caracterizado la primera entrega, y al descuido de la ambientación, introduce uno de los conceptos esenciales de la mayor parte de los títulos que se publicarán a continuación: la doble vida del héroe que actúa encubierto, en este caso como resultado de un desprecio de clase, que se volverá a repetir en 2014 en el personaje principal del álbum ¡Adelante!. La figura del enmascarado se retoma en la serie Capa negra (1953) editada por Exclusivas Gráficas Ricart, a partir de un guión de Salvador Dulcet Altés (1914-1987) con ilustraciones de Ángel Badía Camps (1929-2019), en la que se relataban, a lo largo de diecisiete entregas, las aventuras de un noble, Diego Miranda, quien, amparado en su actitud pusilánime y servicial con los franceses, puede desarrollar una doble vida como el héroe enmascarado que pone en aprietos continuamente a los invasores, convirtiéndose en una leyenda popular. Una trama que cuenta con referencias literarias y cinematográficas evidentes. El personaje de Capa negra puede considerarse como el precedente de la serie de TVE, La máscara negra (1982), cuya línea argumental basada en las aventuras de un noble vividor y mujeriego bien relacionado con las élites sociales españolas y con los ocupantes franceses, pero en realidad un activo guerrillero, es idéntica.
Manuel Gago García (1925-1980), uno de los más influyentes guionistas e ilustradores de cómic español, es el responsable de dos obras sobre la Guerra de la Independencia. En 1943 publicó en Editorial Valenciana el relato Venganza y guerra, ambientada en los sucesos del Dos de Mayo, una obra de juventud con dibujo simple en el que se muestra ya la forma compositiva que caracterizará a su obra principal, El Guerrero del Antifaz, pero en la que tanto la definición de los personajes como la ambientación son muy simples. Casi veinte años después, en 1962, un ya consagrado Gago efectuaría una nueva aproximación al tema en las veintiséis entregas de la serie Guerrillero Audaz, que sería cancelada por falta de aceptación, dado que la trama era sobradamente conocida, puesto que el protagonista, Diego, actúa para vengar la muerte de su padre a manos de los franceses de nuevo durante las jornadas del Dos de Mayo, exaltando como era obligado el carácter de revuelta popular que se confirió a la mayor parte de las series de la época. La figura del guerrillero como eje central de la resistencia había sido empleada con anterioridad en tres publicaciones: El tambor de granaderos (1954), con guión de Miguel González Lasquel y dibujos de Santiago Martín Salvador (1935) publicado en la revista Chicos, cuya trama se centra en las primeras partidas guerrilleras de la contienda en Cataluña y los sitios de Girona; Juan León, el guerrillero de Sierra Morena publicado por Ediciones Toray con guión de Federico Amorós Martín (1914-1991) y dibujos de José Grau Hernández (1914-1998), trabajo que sería reeditado en la década de 1980 y que supone un ejemplo de la línea ideológica indicada de contraposición entre el bien, encarnado por la figura del héroe, un dechado de virtudes, inteligencia y amor por la patria, y la concepción del mal que encarnan los franceses y sus aliados españoles, ejemplos de perfidia, crueldad y estupidez en una clara estructura maniquea pensada para construir la figura de un héroe popular invencible (Fig. 2). Una tercera serie es Luis Valiente (1957), con guión de Pedro Muñoz y dibujos de Matías Alonso Andrés (1935) cuya trama, la persecución incansable pero infructuosa de un guerrillero por su antagonista, el capitán René, es una clara adaptación del enfrentamiento entre El Empecinado y el general Hugo (Fig. 3). Una cuarta y última serie en cuadernos es Sargento Furia, editada en 1962 por Editorial Bruguera a partir de un guión de Juan Antonio Vidal Sales, Cassarel (1921-2008) y dibujos de Juan Escandell Torres (1937), en el que la editorial intentó repetir la fórmula de las dos series de mayor éxito de la época: El Capitán Trueno (iniciada en 1956) y El Jabato (aparecida en 1958), mediante la estructuración de un trío protagonista en el que junto al héroe aparece un débil muchacho y un noble fortachón de no excesiva inteligencia. La serie fue cancelada tras publicarse treinta y seis cuadernos, aunque la editorial, fiel a su política de recuperar material antiguo, la reeditó en 1978.
Durante la década de los setenta se produce un vacío en la traslación a los tebeos en España de la temática napoleónica. Cabe citar, como ejemplo, las publicaciones de Editorial Bruguera, la empresa dominante del sector, que en 1977 incluyó en su serie de cuadernos Joyas Literarias Juveniles una adaptación de la novela de Émile Erckman (1822-1899) y Alexandre Chatrian (1826-1890), Histoire d’un conscrit de 1813 (1864), editada reiteradamente en castellano con el título Aventuras de un soldado de Napoleón (Fig. 6). La adaptación del texto fue realizada por Alberto Cuevas Hortelano, los dibujos interiores corresponden a Alfonso Cerón Núñez (1928) y la cubierta fue obra de Antonio Bernal Romero (1924-2013). De trazo simple, el interés de la obra radica en su guión y no en la ambientación, que en ningún momento pretende ser rigurosa, sino recordar vagamente una cierta estética napoleónica. Bruguera editó también, desde mediados de la década de 1950, la colección Historias Selección, una adaptación de aparición quincenal de grandes obras clásicas de la literatura universal y biografías de personajes célebres que incluía una página gráfica cada tres de texto. Dentro de la serie se publicó Napoleón (1959), basada en un guión de Marcel d’Isard –uno de los autores más prolíficos de la colección–, mientras que las ilustraciones fueron realizadas por Jaime Juez Castellà (1906-2002), dibujante que realizó un buen trabajo de documentación y cuya estructura narrativa es muy sólida a lo largo de las más de 250 dibujos incluidos en la obra. En la primera edición de 1959 la sobrecubierta fue realizada por Vicente Roso Mengual (1920-1996) y la portadilla por Pedro Alférez González (1925-1987), variando ambas en las sucesivas reediciones realizadas por la editorial, que incluso modificó en ocasiones el tamaño del libro. En todo caso, un trabajo notable y de amplio impacto popular, por cuanto una generación de adolescentes entre la segunda mitad de la década de los cincuenta y finales de la siguiente, se aproximaron a la lectura y a la Historia a través de las publicaciones de Bruguera (Fig. 4 y 5).
En 1985, Ikusager Ediciones, dentro de la colección Imágenes de la Historia, publicó el que, sin duda, continúa siendo el mejor álbum editado en España sobre la guerra: La batalla de Vitoria, un excelente fresco basado en un guión de Felipe Hernández Cava (1953) con dibujos de José Luis Salinas (1902-1985), quien concibió el proyecto gráfico pero a quien la muerte solo le permitió finalizar la portada y las seis primeras páginas, y Adolfo Usero Abellán (1941), que culminó el trabajo adaptando su estilo más directo al rigor preciosista de Salinas. A diferencia de obras anteriores y posteriores, el libro es el reflejo de una documentación exhaustiva en la que los errores son muy escasos pese a representar a diferentes unidades de los ejércitos francés, británico, español y portugués. El guión, como indicaba Mario Onaindía (1948-2003) no se circunscribe a la narración de las decisiones de Wellington, las dudas del rey José y el mariscal Jourdan, o los intentos del general Reille por convertir la derrota en una retirada ordenada, sino que muestra una trama paralela que narra el sufrimiento de la población civil, desde los integrantes del famoso convoy descrito por Benito Pérez Galdós, hasta los habitantes de Vitoria inmersos en el choque. Pero la importancia del relato estriba en su distanciamiento del carácter heroizador y patriotero de la mayor parte de la obras del género, y apunta elementos poco frecuentes en la fecha de edición como la referencia a la brutalidad de las tropas británicas contra una población civil teóricamente aliada –un comportamiento que en el País Vasco cuenta con un ejemplo destacado como es el saqueo de San Sebastián el 31 de agosto de 1813, dos meses después de la batalla–, y la definición de la Guerra de la Independencia como la primera guerra civil del siglo XIX español al contraponer el papel de dos hermanos, uno soldado en el ejército español y el otro en el josefino. Además, adelantándose a la visión imperante en el momento de la batalla sobre El Deseado, el texto no ahorra críticas a la involución que se abatirá sobre España tras el regreso del absolutismo encarnado por Fernando VII y el papel represor de la Inquisición (Figs. 7 y 8).
La represión contra quienes combatieron contra la invasión francesa pero criticaron el regreso a las formas de gobierno del Antiguo Régimen bandeando los intentos reformadores ejemplificados por la Constitución de 1812, se refleja en el álbum El Empecinado (2019), editado por Cascaborra dentro de la colección Historia de España en viñetas. Obra de Miguel Gómez Andrea (GOL) y Agustín Garriga Botello, cuenta con una introducción histórica de Israel Vera. A diferencia del anterior, y aunque sigue los conceptos realistas de la línea clara, la composición de la imagen es totalmente contemporánea, incurriendo en repetidos errores uniformológicos (Fig. 9). Sin embargo, el interés se encuentra en el guión, dado que no solo reconstruye la trayectoria vital de Juan Martín Díez, sino que también se incluyen sus reticencias hacia el papel de las tropas británicas en la Península, lo que acerca la composición, hasta cierto punto, a la construcción del personaje en la serie de RTVE, Los desastres de la guerra (1983) en la que el actor Sancho Gracia (1936-2012) interpretaba a El Empecinado y Bernard Fresson (1931-2002) a su enconado oponente el general Leopoldo Hugo. Los conflictos sociales forman parte también de la trama del álbum ¡Adelante! (2015), publicado en edición integral por Norma[1], realizado a partir de un guión de Frank Giroud con dibujos de Javi Rey. Como en la mayor parte de las obras reseñadas en este artículo, los problemas de documentación, anacronismos y errores iconográficos son recurrentes, dado que el objetivo de los autores no es la reconstrucción minuciosa de un época, sino emplear la invasión napoleónica como escenario para el desarrollo de una trama que une la lucha contra el ejército francés con intrigas sociales y el reflejo de la persistencia de las diferencias de clase mantenidas y ampliadas en una época convulsa[2]. El personaje central, el campesino Ángel Talavera, apodado El Libertador –un sobrenombre cuyo doble sentido es evidente–, quien no solo alza una guerrilla en Andalucía el año 1808 realizando una serie de hostigamientos que culminarán en la batalla de Bailén, sino que, por obra del relato de Giroud, se convierte también en un líder social que lucha por la emancipación del campesinado, ansía el fin del latifundismo mediante la realización de una amplia reforma agraria, e incluso cree en los ideales de transformación emanados de la Revolución francesa (Fig. 10). Unas ideas que, evidentemente, chocan con la visión conservadora de la Junta de Sevilla, cuyos miembros recelan del movimiento social que pudiera continuar a la expulsión de los franceses. Obviamente, en un cómic basado en la guerrilla en Andalucía, las referencias a un icono como Curro Jiménez, reconocidas por el dibujante Rey, quien se basó en él para dar al personaje en el dibujo “un toque andaluz y bandolero” se dan por descontadas. A destacar el pensamiento y la forma de proceder contemporáneas de la protagonista femenina, probablemente uno de los mayores anacronismos de la historia, aunque en ningún caso se trataba, por parte de los autores, de realizar una reconstrucción milimetrada de la campaña del general Dupont en Andalucía.
Como no podía ser de otra forma, los principales enfrentamientos de la guerra cuentan con álbumes propios. Destaca en este sentido la ya citada colección Historia de España en viñetas de Cascaborra Ediciones, en la que se han editado hasta la fecha tres títulos: 1808. Madrid con guión de Julián Olivares, dibujos de Juan Aguilera y color del propio Aguilera y Roxana Urra; 1805. Trafalgar, con guión de Olivares y dibujos de Daniel Torrado, y 1808. Bailén, con guión de Carlos peinado y dibujos de Kepa de Orbe, estando previsto un nuevo álbum dedicado a los sitios de Zaragoza. De estructura simple en cuanto al dibujo el segundo y el tercero, el más interesante de los tres es el dedicado al alzamiento popular del Dos de mayo en Madrid. El guión recoge los referentes ideológicos básicos que los lectores esperan encontrar, desde la carga de los mamelucos a la reconstrucción de la icónica Los fusilamientos del 3 de mayo de Francisco de Goya (Fig. 11). Conceptualmente el guión cuenta con dos claros referentes que convergen en la misma persona: Arturo Pérez-Reverte. Por una parte la exposición conmemorativa del bicentenario de los hechos organizada por la Comunidad de Madrid: Mayo 1808-2008. Madrid. Un pueblo, una nación[3], y su libro Un día de cólera (2007) en el que realiza un detallado recorrido en un ejercicio interesante de microhistoria. De ambos se extraen algunas de las líneas argumentales del álbum, especialmente la petición realizada por los presos de la Cárcel Real de Madrid para ser libertados –bajo palabra de retorno a la prisión– y sumarse a la lucha contra los franceses. Una segunda idea, mucho más ideológica, sublima el concepto de pueblo, y lo equipara a la idea de nación asumiendo erróneamente que en el período de la monarquía absolutista borbónica ya existía dicha conciencia de pertenencia a un cuerpo colectivo de base política entre la población española y, especialmente, entre las clases populares. La composición y el dibujo responden a una concepción contemporánea en la que priman las escenas de acción sobre la pausa en el relato, pero la reconstrucción de los uniformes, especialmente de las tropas francesas, pero también de las españolas, presenta múltiples errores que hubiera sido sencillo evitar.
El repaso realizado no es exhaustivo. Existen otras obras, esencialmente centradas en la explicación de hechos históricos concebidos como recurso didáctico que se han ido editando durante las dos últimas décadas. Al estar editada por el mejor ilustrador español, Dionisio Álvarez Cueto (1964-2008), cabe destacar entre ellas Madrid 1808. El Dos de Mayo contado para todos (2008) editado por Las Cuatro Plumas con textos de Miguel Ángel Martín. No obstante, los álbumes citados representan una clara evolución del concepto de la ilustración de un determinado período histórico y también de la forma de aproximación ideológica al mismo.
Bibliografía
- Alcantarilla Hidalgo, F.J. (2017): El siglo XX en viñetas. Barbarie y humanismo en el cómic europeo. Coeditum. Barcelona.
- Lafon, J-M. (2003): “La Guerra d’Indépendance espagnole (1808-1814) à travers la bande dessinée francophone”. Revue Souvenir Napoléonien, 446, pp. 18-31.
- Maroto de las Heras, J. (2001): “La Guerra de la Independencia en los tebeos”. En: Armillas. J.A (coord.): La Guerra de la Independencia: estudios. I, pp. 387-416.
- Maroto de las Heras, J. (2007): Guerra de la Independencia. Imágenes en cine y televisión. Cacitel.S.L. Madrid.
- Maroto de las Heras, J. (2018): “Viñetas sobre una guerra. La guerra de la independencia en los tebeos”. Ejército, 926, pp. 55-67.
- Es de imprescindible consulta el blog de Jesús Maroto de la Heras, que incluye pdf de varias de las obras citadas: http://jesusmaroto.es/tebeos.aspx
Notas
[1] Inicialmente fue publicado en Francia por Dupuis, en dos volúmenes el año 2014.
[2] https://www.rtve.es/noticias/20150528/adelante-guerra-independencia-espanola-llega-comic/1150400.shtml
[3] Puede ampliarse el contenido de la muestra en: http://www.icorso.com/2demayo/la-exposicion/ y en el catálogo de la misma: AA.VV. (2008): Madrid, 2 de mayo de 1808. Un pueblo, una nación. Comunidad de Madrid. Madrid.
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