Desde las cuatro de la madrugada a la tarde del día 16 de agosto de 1855 se dio en la península de Crimea, a las afueras de la sitiada Sebastopol, la batalla del río Chernaya, la última intentona rusa de consideración, tras los fiascos de las batallas de Balaclava e Inkerman, de desarbolar el dispositivo aliado en torno a la ciudad. El río colindaba con una serie de puntos estratégicos del despliegue enemigo: los montes Fediukin, Hastford, el puente de Tracktir, la colina del Telégrafo y la villa de Karlovka.
El príncipe Mijaíl Gorchakov, comandante en jefe del operativo ruso, debía enfrentarse al objetivo de lograr un avance en un frente de batalla de unos 9 kilómetros. Desde finales de julio el general ruso había recibido numerosos refuerzos que serían usados para la toma y cruce del Chernaya. El oficial zarista se encontraba sometido a gran presión, en él recaía la difícil tarea de retomar las posiciones rusas que habrían sido conquistadas por el contingente aliado unos meses antes. Ahora contaba con los refuerzos de las 4.ª, 5.ª y 7.ª divisiones de infantería, además de diecisiete unidades milicianas, siete unidades irregulares de tipo druzhina y dos regimientos de jäger.
El 15 de agosto dispuso los movimientos que debían acontecer en las siguientes horas. En la derecha rusa, a la izquierda del monte Fediukin desde la perspectiva aliada, se encontraban las tropas del general Read, con la 7.ª y 12.ª divisiones. Tenía bajo su mando a los generales Ochakov y Martinau. Con ellos destacaban los regimientos Mohilev, Vítebsk, Polotsk, Azov, Ucrania y Odesa, además de miembros del 2.º Batallón de Zapadores, escuadrones de ulanos, regimientos de cosacos y unas sesenta y dos piezas de artillería. El frente izquierdo de Gorchakov se encontraba liderado por el general Liprandi. Este último tenía bajo su mando a los generales Wesselitsky y Bellegarde (divisiones 13.ª y 6.ª) y contaba con unidades reseñables como los regimientos Borodinó, Butirsk, Moskovia, Nisowsk y Simbirsk. Asimismo se encontraba reforzado por unidades de zapadores, cosacos, y 56 cañones. Este no era todo el contingente ruso, pues el príncipe había dispuesto un cuerpo de reserva bajo el mando del teniente general Chépélev (las divisiones 4.ª y 5.ª).
Los observadores españoles Tomás O’Ryan y Vázquez y Andrés Villalón fueron testigos del numeroso despliegue ruso para la batalla de Chernaya desde la óptica anglo-francesa, y estimaron en su estudio Memoria sobre el viaje militar a la Crimea, presentada por los oficiales del Cuerpo de Ingenieros nombrados en 1856 para seguir y estudiar las operaciones de la guerra entre Rusia y las potencias occidentales Francia e Inglaterra, auxiliando a la Turquía (1888) que, solamente en la suma de ambos flancos rusos, aparentaban disponer de unos cuarenta mil hombres.
El avance ruso
Si todo marchaba según lo planeado, las tropas del zar recuperarían el control de la otra orilla del Chernaya, con la llanura de Balaclava, y amenazarían las líneas de suministro inglesas, además de devolver un hálito de esperanza a sus camaradas cercados en Sebastopol. El día 15 los rusos comenzaban su despliegue y preparativos, el general Liprandi se situaba cerca de las alturas del monte Tchuliou, a poca distancia de las tropas del general Bellegarde. En las primeras horas del día 16 de agosto de 1855 Liprandi mandó algunos jinetes y avanzadillas para explorar el río, las zonas con menos profundidad y la localización de los destacamentos enemigos. Gorchakov tenía claro que las divisiones 7.ª y 16.ª debían embestir y expulsar a los italianos de sus posiciones, situados en el flanco izquierdo de los rusos.
Este último flanco avanzó a la toma del monte inmediato, la villa de Karlovka y la posición de Hastford. Ante una niebla que no daba tregua a los aliados y favorecía a las fuerzas rusas, Liprandi tomó el monte del Telégrafo. Gorchakov había indicado a sus generales que debía ser él mismo quien indicara el objetivo central del ataque y quien permitiera el avance de sus diferentes cuerpos de ejército, pero una confusión hizo avanzar el flanco del general Read antes de tiempo. Al divisar el avance de sus compatriotas en su flanco izquierdo, Read entendió que esta era su señal de avance por parte de su comandante en jefe, el príncipe Gorchakov, y ordenó el avance sobre las faldas del Fediukin y el vado situado a la izquierda de las mismas. Sería el primer error táctico de la batalla por parte del contingente ruso.
Instantes antes, con los primeros avances del general Liprandi, se lograba la toma del monte Telégrafo y el retroceso e inicio del cruce en retirada por parte de las tropas sardas. El ruso dispuso su artillería y hostigó a las avanzadillas italianas durante tres cuartos de hora; tras ello, y bajo la protección de la niebla, mandó una carga a la bayoneta sobre estos. Los italianos aguantaron la primera oleada rusa, pero el número de tropas y su ímpetu era tal que no les quedó más remedio que emprender retirada para cruzar el vado cerca de “la roca de los Piamonteses”. La Marmora, el general italiano al mando del Ejército del Reino de Cerdeña, dispuso que los famosos Bersaglieri (concretamente el 4.º Batallón) cubrieran la retirada.
El flanco derecho ruso, encabezado por el general Ochakov, se acercaba al canal a través de las ondulaciones previas. A 1500 metros del enemigo, sus artilleros hicieron rugir sus cañones, y los aliados pudieron ver las numerosas bocas que parecían escupir fuego aquella madrugada. Tanto estas últimas piezas como las de Liprandi priorizaban el fuego sobre la artillería enemiga en lugar de sobre la infantería, lo que sería otro gran error. A su vez el general Martinau avanzaba con su 12.ª División a la toma de la cabeza del puente Tracktir, lugar en el que sufriría graves pérdidas ocasionadas por la artillería italiana y francesa. Los generales franceses Maneque y Fauché eran los encargados de proteger el paso, y muchas de las bajas de mayor importancia se produjeron en este punto. La 12.ª División rusa alcanzaba el puente para desencadenar el fuego de fusilería sobre los franceses.
El cruce del río Chernaya ocasionó todo tipo de dificultades: además del vado y el puente, tuvieron que hacer uso de pontones y escalas con ayuda de sus zapadores. El caso de la 7.ª División, a la derecha de la 12.ª, no fue, ni mucho menos, más fácil. Alcanzaron el campamento del general galo Camou, lo que significó un logro, pero la reacción francesa tras la sorpresa del ataque de inicial no se haría esperar.
Camou, ante la necesidad de ofrecer una resistencia a ultranza, dispuso a sus unidades de élite en las faldas del mismo monte (izquierda del Fediukin): los zuavos y los refuerzos de otro general francés, Wimpffen. En su totalidad, el frente francés se componía de: infantería de línea, batallones de zuavos, tiradores argelinos y artillería. El 82. º, el 50.º, los mismos zuavos y otras unidades tuvieron la oportunidad de cargar frente al enemigo ruso, ya castigado por la artillería, pudiendo forzar así su repliegue por el canal del Chernaya, lo que a su vez provocó el desorden en las fuerzas de Read y su retirada a través del sector que habían logrado tener bajo su control unos instantes atrás. Aquello era un contrasentido. Las tropas de Luis Napoleón ya no resultaban ser los soldados desconcertados y atemorizados a los que creían hacer frente los rusos. La 7.ª División quedó totalmente inhabilitada. Tanto es así que el comandante en jefe, el príncipe, mandaría que el mayor general Vranken cediera unidades del cuerpo de reserva a Read para así tratar, de algún modo, de salvar su flanco y la retirada de las unidades de Ochakov, lo que finalmente resultó ser un intento de solventar sus fallos del flanco derecho, aumentando así su actuación en el puente (a la izquierda de lo que había sido el avance de Ochakov).
En el paso de Tracktir el general francés Maneque y sus unidades obtuvieron un especial protagonismo. Tras las descargas de fusilería, encabezaron el avance ante los rusos y el puente. Tras todos estos estragos, el retroceso ruso comenzaba ya a ser un hecho. Los refuerzos de Read cargaban en distintas oleadas sobre el puente acometiendo así una actuación suicida, una decisión fatal que comentaría aquel 16 de agosto el general Vranken. Los aliados observaban cómo numerosos regimientos rompían filas y escapaban por el puente principal del Chernaya. El propio Read y varios de sus ayudantes fueron alcanzados y abatidos, lo cual se vio agravado por la táctica de la artillería aliada, que consistió en centrar el fuego sobre las masas y no sobre las piezas enemigas.
Contrataque francés en la batalla de Chernaya
El primer oficial en divisar los movimientos de Liprandi y sus observadores del día 15 de agosto fue el general Allonville. Los aliados le deben a él la inteligencia que llegó a oídos de los generales Pélissier y Émile Herbillon, que a su vez dieron el aviso a las restantes fuerzas aliadas: empezando por el mando de la división principal, el general Fauché.
Cuando el general Pélissier fue consciente de las continuas oleadas de Read y su desesperada situación, quiso ser el héroe del momento y cargar sobre el enemigo en retirada con la caballería. Además, los suyos habían sido los primeros en rechazar a los rusos, y él quería ser partícipe de la ocasión. El galo finalmente desistió, pues sabía que Gorchakov y parte de su artillería seguían en pie y que podrían llegar a producirle importantes bajas; posiblemente tuviera en mente la fatal carga de Ney en Waterloo.
En la batalla del río Chernaya la ventaja de los franceses consistió en su posición más elevada y contar con numerosos parapetos, trincheras y posiciones defensivas que por otro lado les dificultaban la visión sobre el enemigo, lo que se vio agravado aquel día por la niebla que tanto ayudó a los rusos. El 16 de agosto de 1855 los franceses contaron con unidades de élite como los zuavos y la artillería de la Garde Impériale, se estimaba que sus tropas rondaban los 18 000 soldados, según los observadores españoles. Resultó de crucial importancia la perseverancia de los franceses en el río y el uso sistemático de su artillería, como ya hemos mencionado, en conjunto con la piamontesa. Del mismo modo el refuerzo ofrecido por el Estado Mayor aliado para estabilizar las posiciones del puente de Tracktir y las faldas del Fediukin estableció el punto de no retorno para sus enemigos. Los aliados asentaban sus posiciones con una tranquilidad excepcional, si tenemos en cuenta el ataque sorpresa al que se habían visto sometidos.
Carica alla baionetta, vittoria!
La Marmora tuvo bajo su mando a la división de reserva del general Di Cavero, la 1.ª División de Durando y la 2.ª División del general Trotti, mayormente conocida como División “Trotti”. Recordemos que los italianos habían perdido sus avanzadillas y, resguardados por los Bersaglieri, se vieron forzados a cruzar el río en retirada hasta sus posiciones en Hastford y Chirkoiasi. Cuando los regimientos de jäger de Simbirsk y Borodinó avanzaron de madrugada, lo primero con lo que se toparon fue con los valientes soldados italianos del reducto de Chorgun, en el monte del Telégrafo. Con las bayonetas caladas, los italianos estuvieron listos en todo momento para lanzarse a la carga bajo su estandarte, tanto es así que frente a los numerosos avances rusos y antes de verse forzados a retirarse, hicieron todas las cargas que pudieron contra sus enemigos.
La Marmora tenía clara una imagen en su mente: debían avanzar y hacer el mayor daño posible con su artillería a las oleadas que cargaban contra el puente. El hecho de que los rusos no arremetieran contra las posiciones de Hastford y sí contra las de Tracktir permitió que los italianos maniobraran con mayor libertad, y les posibilitó desplazar varios componentes de la División Trotti, como el 5.º Batallón de Bersaglieri y la caballería ligera, que se vio reforzada por el 12.º Regimiento de Lanceros inglés, lo que tenía por objetivo asegurar el paso de sus aliados franceses, y en caso de necesidad, bloquear un avance ruso. Unas horas más tarde, solamente las unidades del propio Gorchakov fueron capaces de ofrecer una última resistencia hasta la una del mediodía, desatacando la notable acción del Regimiento de Jäger de Borodinó. Finalmente, la firmeza de esta correosa unidad rusa hizo replantearse a los aliados la idea de un posible avance. Gracias a esto los rusos, bajo el fuego de cobertura de sus cañones, pudieron retirarse, cayendo tras de sí una tímida persecución por parte de tropas sardas.
Balance de la batalla de Chernaya
El fracaso ruso en la batalla del río Chernaya ha pasado a la historia por varios motivos: desde la diferencia numérica hasta las sistemáticas retiradas sin sentido por parte de sus tropas. El armisticio ulterior duró dos días, en los que las diferentes fuerzas pudieron enterrar a sus muertos. Fue una sorpresa para muchos ver que Read había caído, pero él no había sido el único. El ayudante de campo del barón Brewski y el general ruso Weimar fueron hallados en esos días. En total, los rusos habían sufrido unas 8000 bajas (muertos, heridos y desaparecidos), entre ellos 11 generales y 249 oficiales; las aliadas por su parte, no llegaban a una cuarta parte de la de sus enemigos.
La acción del Regimiento de Bersaglieri fue un claro ejemplo de valentía. Además de todo ello, es preciso mencionar la contribución de la artillería sarda e inglesa junto a la francesa. Fue la decisión de estas de no responder al fuego de los cañones rusos y centrarse en la infantería enemiga la que otorgó una ventaja crucial a las fuerzas aliadas. Muchos años después, la batalla de Chernaya del 16 de agosto de 1855 llegan a nuestra memoria como una batalla repleta de errores y heroicidades.
Bibliografía
- O’ Ryan, T y Villalón, A. (1888): Memoria sobre el viaje militar a la Crimea, presentada por los oficiales del Cuerpo de Ingenieros nombrados en 1856 para seguir y estudiar las operaciones de la guerra entre Rusia y las potencias occidentales Francia e Inglaterra, auxiliando a la Turquía. Madrid: Imprenta del Memorial de Ingenieros.
- VV.AA. (2019): La Guerra de Crimea (I). Balaclava. Desperta Ferro Historia Moderna n.º 38. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.
- VV.AA. (2020): La Guerra de Crimea (II). El sitio de Sebastopol. Desperta Ferro Historia Moderna n.º 47. Madrid: Desperta Ferro Ediciones.
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