Teresa Bedman estudió egiptología en Manchester y es miembro de Honor de la Sociedad Mexicana de Egiptología o de la Fundación Sophia de Palma de Mallorca, entre otras. Especializada en el papel femenino en Egipto, ha publicado libros como Hatshepsut, de reina a faraón de Egipto (Madrid, 2009) o Reinas de Egipto: el secreto del poder (Madrid, 2003). Por su parte, Francisco Martín Valentín es doctor en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense, además de ser fundador de la Asociación Española de Egiptología (1986), de la que fue presidente hasta 1997. Ha publicado libros como Gramática Egipcia: Iniciación al sistema Jeroglífico egipcio (Madrid, 1989) o Los Magos del Antiguo Egipto (Madrid, 2002). Además de la coordinación del Proyecto Visir Amen-Hotep Huy en Egipto, ambos imparten docencia en el IEAE y en el Master de Patrimonio Historia y Literario de la Antigüedad de la Universidad de Málaga. Así mismo, han comisariado exposiciones como “De la Vida a la Muerte en el Antiguo Egipto” (Museo de Pontevedra) o “Azules Egipcios” (Conde Duque, Madrid).
Pregunta: El Instituto de Estudios del Antiguo Egipto tiene una larga tradición de excavación en Egipto ¿qué balance hacéis de estos años?
Francisco: Llevamos unos veinte años ya excavando en Egipto, con el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, en dos proyectos interesantísimos. El primero estaba relacionado con la tumba de Sen en-Mut (arquitecto de Hatshepsut), en cuyo interior se alberga el primer techo astronómico de la Humanidad, lo que la hace única. El segundo, es el de la tumba del visir Amenhotep Huy, que es el que estamos desarrollando ahora mismo, desde el año 2009. Es una tumba enorme, de dimensiones reales, dignas de un faraón y pertenece al final de la dinastía XVIII, a un visir del que, antes de la excavación, apenas se sabía nada. Ha resultado fundamental para conocer un periodo tan particular como el previo a la revolución de Akhenaton.
P: Ha habido descubrimientos muy importantes, como los que permiten hablar de una corregencia entre Amenhotep III y Amenhotep IV
F.- El tema de la corregencia ha sido muy debatido desde principios del siglo XX, y hubo artículos visionarios en los años 50, pero faltaban evidencias materiales. Además, muchos investigadores se habían decantado por rechazar esta teoría, y algunos la habían calificado, incluso, de “historia ficción”, pero a mí me parece que hay que examinar siempre todo y someterlo a debate. En historia no podemos dar nada por sentado.
Este descubrimiento, además, lo cambia todo en cuanto a las relaciones familiares de Akhenaton, cómo se desarrolla la revolución amarniense, y las ideas en torno a la misma. El yacimiento es único. Además, cuando lees los libros de historia, el proceso de la revolución amarniense se cita de pasada, pareciera que no hubo oposición. Esta tumba nos muestra, quizás, a uno de los líderes de esa resistencia al cambio atoniano y cómo sufrió una represión política por ello.
Teresa: Descubrimos, ya a ras de suelo, los restos de unas columnas que muestran los cartuchos de Amenhotep III y de Amenhotep IV, antes de cambiarse el nombre por el de Akhenaton. Y, además, están fechados claramente. No hay posibilidad, además, de un retallado posterior, porque salta a la vista que están ejecutados por la misma mano. Así que son una prueba indiscutible. Pero estos procesos, sobre todo en discusiones tan arraigadas, siempre son lentos, y hasta que se cambien los libros y pasen al imaginario colectivo, pasará bastante tiempo.
Es curioso, además, que apareció el 4 de noviembre, el mismo día del descubrimiento del primer escalón de la tumba de Tutankhamon. Fue una coincidencia curiosa, aunque no nos dimos cuenta hasta que lo estábamos documentando en el diario (ríe).
F.- De hecho, hemos presentado nuestros descubrimientos ya en dos congresos internacionales de egiptólogos, y nadie discutió la validez de los mismos, pese a que allí estaban presentes muchos de los egiptólogos contrarios a la idea de la corregencia… y, como se dice, quien calla, otorga (mientras sonríe). La verdad es que hemos tenido mucha suerte con la naturaleza de los documentos descubiertos por nosotros, son claramente indiscutibles.
P: O buen ojo…
F: Bueno, sabíamos que, si había pruebas de la corregencia, había muchas posibilidades de que estuvieran en esta tumba, que no se había excavado antes. Teníamos esa esperanza, y al final ha salido.
Y hay que destacar que ha sido a la egiptología española a quien le ha cabido el honor de hacer tal descubrimiento, y que, por tanto, está siendo puntera en este tema de la corregencia. Los ingleses, los franceses o los alemanes siempre han estado muy orgullosos de sus escuelas, y los españoles estamos empezando todavía. El yacimiento es único. Nosotros llegamos a este privilegiado lugar arqueológico y ahora, estamos en posición de proponer una revisión profunda al planteamiento tradicional del final de la dinastía XVIII, y eso no le sucede a cualquiera.
P.-También ha habido problemas, supongo, con la crisis, la situación política en Egipto…
F: La verdad es que nos ha pillado todo (ríe). Eso sin contar con la coordinación de todo el equipo. Además es una excavación complicada a nivel técnico, es una tumba muy grande que estaba repleta de escombros.
T: (apunta) Unos seis metros de profundidad media de depósitos… no se veía la puerta cuando empezamos
F: Queda mucho trabajo de restauración aún, y además, son miles de fragmentos. De todas maneras, hemos ido desarrollando, al tiempo que se realizaban las labores de excavación, las pertinentes tareas de consolidación y restauración. No es lo mismo ir restaurando cuando todavía lo tienes fresco que diez años después, por muy buena que sea la documentación.
P: Toda la historia es historia contemporánea ¿Qué nos enseña Egipto?
F: Si partimos del interés que supone todo el tema de las religiones monoteístas y de su origen, así como el papel que tradicionalmente se ha atribuido a Egipto en este tema, desde luego que sigue siendo un asunto muy sensible. Eso es importante.
Pero, más allá de eso, cada vez que podemos desvelar una vida, un gesto, una intención de los dueños de esas tumbas, conocemos un poco más de nuestro pasado. Y nuestro tiempo actual tan global y tan estresante, en ocasiones, requiere de vez en cuando un alto para mirar atrás y referenciarnos a nosotros mismos en relación con el pensamiento y la ética del pasado. Creo que especialmente en estos tiempos tenemos una gran necesidad de ello.
P: Ahí entra también el reto de la divulgación… y más en una historia tan mitificada como la egipcia
F.- El historiador debe intentar presentar los hechos como se supone que realmente fueron, alejándose de las mitificaciones.
El periodo amarniense es un buen ejemplo. Se ha idealizado mucho, sobre todo a partir de las novelas históricas, pero, en realidad, no fue bonito; se han encontrado niños que murieron de hambre, con deformidades óseas por el exceso de trabajo, mientras la comida se pudría al sol. Akhenaton está muy mitificado, pero fue un dictador. Además, se sabe que, después del periodo amarniense, el pueblo egipcio volvió rápidamente a sus tradiciones, y también sabemos que durante el periodo de Akhenaton por ejemplo, hubo resistencia a abandonar el uso de los amuletos tradicionales, así como el culto a los antiguos dioses. De hecho, el visir Amenhotep fue un personaje perseguido, casi podríamos llamarlo un mártir.
Tampoco podemos decir que Akhenaton fuera bueno, o malo (Teresa hace un gesto de estar menos convencida de ello). Los grandes cambios de la humanidad, normalmente se han producido en medio de duras circunstancias, y eso es algo que nos enseña la historia. Hay que entender los hechos en su contexto. Es como, por ejemplo, la Revolución francesa, tuvo cosas positivas y otras negativas, pero nadie puede negar que la sociedad occidental, tal como la conocemos, es una consecuencia de aquellos acontecimientos.
P: Tenéis un fuerte compromiso con la educación y la formación.
F.- Nosotros creemos que le debemos mucho a la sociedad, y que tenemos que devolverle algo. Además el Instituto se financia básicamente con fondos privados, tenemos una fuerte implantación social, y eso nos hace ser más conscientes aún de esa obligación para con la sociedad. No vale de nada si solamente vamos, excavamos, publicamos y ya… el proyecto que lideramos tiene que revertir en la comunidad de distintas maneras, tenemos que hacerles partícipes.
T.- Además de la cooperación en el máster con la Universidad de Málaga, tenemos cursos, charlas, pero también talleres en colegios, por ejemplo. A los niños les suele gustar el morbillo de las momias y cómo se preparaban (ríe). Así pueden aprender sobre Egipto más allá de lo que lean en internet.
P: Y también tenéis una escuela de campo
T.- Sí, eso es fundamental. Que los estudiantes puedan aprender en la misma excavación.
F.- Además está abierta a estudiantes de máster, doctorandos… Es importante que puedan aprender desde el principio, aunque el equipo que actúa en la excavación está, naturalmente, integrado por profesionales, por razones obvias.
T.- Tenemos miles de solicitudes, y no solo de España, sino de medio mundo; es complicado elegir los que van a ir a cada excavación. Cuando se llega a Egipto a trabajar hay algunos de los incorporados por primera vez que descubren que eso no era lo que ellos pensaban. Es duro levantarse todos los días a las cinco de la mañana, lidiar con el polvo, los mosquitos… pero, sin embargo, hay otros que se reafirman en que la egiptología es su vocación. Y hemos creado un equipo que vale oro. No todos pueden venir todos los años, pero muchos repiten. También es un orgullo ver cómo les valoran fuera y que haber participado en nuestro proyecto les ayuda a conseguir trabajo. Salen muy bien preparados.
P.- El descubrimiento del sarcófago de la cantora fue muy sonoro ¿hubo, entonces un reaprovechamiento de la tumba en épocas posteriores?
T.- Sí, quedó un recuerdo de la figura del visir como una especie de “hombre santo”, y eso hizo que la tumba fuera un lugar prestigioso. De hecho, descubrimos muchas de las llamadas «orejas de petición», a modo de exvoto, que dejaba el pueblo tebano en la puerta de la tumba para que el visir escuchara sus peticiones, en tanto le consideraban como un intermediario ante el dios Osiris.
F.- Este descubrimiento, junto con otros realizados a consecuencia de nuestro trabajo en la tumba del visir nos han permitido acercarnos a la vida cotidiana del pueblo de Tebas, tal como fue y evolucionó a lo largo de cerca de 1600 años de historia, desde la época de Amenhotep III y Akhenaton, hasta el periodo romano, y eso supone un recorrido cronológico enorme.
T.- De hecho, este último año hemos hallado magníficos ejemplares de cerámica de época romana, muchos de ellos completos. Cerámicas realmente maravillosas.
Es algo bueno la importancia que ha ido cobrando ese estudio de la vida cotidiana en la historiografía. Egipto es, además, una sociedad en que la mujer tenía más derechos que otras como la griega o la romana ¿no?
F.- De esto deberíamos aprender. Ya que hablamos de qué es lo que nos enseña la historia egipcia, una de sus aportaciones más importantes fue la igualdad en el trato entre mujeres y hombres. Las mujeres disfrutaron en Egipto de un estatus personal superior en mucho a los existentes para ellas en otras sociedades muy posteriores. Este hecho se confirma, por ejemplo, observando que para cronologías y estratos sociales análogos se utilizaron las mismas técnicas de momificación de los cuerpos ya fueran estos de hombres o de mujeres. Aún tenemos que estudiar el contenido de las tumbas descubiertas, pertenecientes al periodo romano, pero todo indica que, en tal época, subsistieron las mismas circunstancias (Teresa asiente). De otra parte, para hablar de la situación social de la mujer en el Egipto antiguo no me gusta utilizar el término «igualitario», quizás fuera más adecuado usar el de «equilibrado». Podríamos decir que las mujeres actuaban conforme a un rol isíaco y los hombres conforme a otro osiriaco, ambos complementarios…
También había una atención a la infancia, o a la vejez. Incluso fueron los primeros ecologistas, y dentro de las afirmaciones negativas de los muertos encontramos cosas como “no he tirado basura al río”.
Además, las mujeres tuvieron una gran influencia en el poder. Creo, además, que se ha infravalorado el papel de las mujeres también en la revolución amarniense, y que los miembros femeninos de la familia real tuvieron mucha influencia en estos cambios, que no fueron solo cosa de Akhenaton. Este asunto del ejercicio del poder por parte de las mujeres egipcias ya lo traté en el libro Reinas de Egipto, el secreto del poder, aunque me hubiera gustado desarrollarlo más. La verdad es que era una sociedad muy avanzada en esos temas (o nosotros muy atrasados, apunta Francisco). Lo inventaron todo… incluida la cerveza ¿qué mejor invento? (ríe).
P: Y sin aliens…
F.- Yo creo que la explicación más verosímil para comprender cómo pudieron hacer todo lo que hicieron, lo cual nos asombra tan grandemente, reside en el hecho de que eran gentes profundamente espirituales, al menos los integrantes de las élites dirigentes de la sociedad. Creían profundamente en lo que estaban haciendo y conocían las razones por las cuales lo hacían.
T.- Tenían unos valores espirituales muy fuertes y una profunda creencia en la Maat, el orden del universo. Y eran perfeccionistas, un poco como sucede en la cultura tradicional japonesa. Todo estaba imbuido de un valor espiritual en sí mismo. De tal modo, ellos tenían que hacer las cosas bien y en consecuencia el universo funcionaría en el mismo nivel de armonía y perfección: el Nilo crecería y Egipto entero viviría en armonía y equilibrio. Estaban convencidos que todos y todo formaban parte de un mismo orden universal.
P: es bonito terminar la entrevista con esta reflexión. ¡Muchas gracias a los dos!
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