el olivo

Miniatura de una de las páginas del manuscrito andalusí que narra la historia de amor de Bayad y Riyad. Biblioteca Apostólica del Vaticano, siglo XIII. Fuente: Wikimedia Commons.

Desde tiempos remotos creció –en lugar impreciso del este andaluz– un olivo que maduraba aceitunas en un solo día. Su aceite tenía poderosas cualidades curativas, casi milagrosas. Los peregrinos acudían en masa a arrancarlas el día de la cosecha. Decían que estaba plantado sobre la tumba de un Santo Varón cristiano, al lado de un manantial. Existen crónicas islámicas desde el siglo XI que así lo atestiguan, pero sin precisar su ubicación con exactitud. Desde hace ocho siglos se ha especulado sobre el lugar donde estuvo plantado. Incluso el Vaticano reclamó llevarse los restos del santo enterrado bajo el árbol. Pero el único lugar documentado fehacientemente es en las faldas de La Sagra, entre Huéscar y La Puebla de Don Fadrique.

Desarollo histórico

Corría el Siglo I d.C., y nos remontamos a los albores del cristianismo en Hispania. En aquella época llegaron a Cartagena los Varones Apostólicos –Cecilio, Eufrasio, Tesifonte, Indalecio, Exilio, Segundo y Torcuato– enviados por Pablo, para catequizar la Bética. Caminaron tierra adentro en dirección al altiplano granadino y desde Acci (Guadix), ciudad que se convirtió en el punto de partida de los obispos para distribuirse por toda la Bética. En estas tierras se daban cultos a los ídolos… A corta distancia de la ciudad se quedaron a descansar, mientras algunos que los acompañaban se acercaban para comprar víveres. El pueblo, que estaba en plena celebración de las fiestas de Júpiter, Mercurio y Juno, les recibió con gran hostilidad y les persignó de forma tumultuosa. En la fuga, al cruzar el puente del río, este se hundió precipitándose en las aguas la muchedumbre de los perseguidores.

Ante esta prodigiosa señal los Varones fueron muy bien recibidos y les acogió en su casa la noble Luparía, quien después de construir una basílica para el culto cristiano y un baptisterio, recibió las aguas del bautismo. Terminando el curso de su vida con una feliz muerte alcanzaron la posesión de la patria celeste. Delante del sagrado sepulcro de uno de ellos, se obra el milagro por intercesión de los bienaventurados confesores.

Cada año el día uno de mayo, delante de la iglesia donde estaba la sepultura había plantado un olivo que desde víspera de aquel día florecía y en veinticuatro horas se cubría de frutos fecundos. Al día siguiente concurría todo el pueblo a coger las aceitunas que guardaban cuidadosamente como remedio para sus enfermedades.

Está leyenda se encuentra ya documentada desde el siglo VII, y podría ser “escrita” por un mozárabe de la bética, que se traslada al norte de España, tras la invasión árabe.

La leyenda del milagro del olivo aparece por primera vez en el martirologio de Abdon, fechado en el año 859 d.C., referida a los Varones Apostólicos y en el que se dice que el olivo estaba junto al sepulcro de San Torcuato, mientras que el martirologio Cerratense especifica que dicho olivo fue plantado por los Varones Apostólicos delante de la iglesia, sin indicar qué iglesia sea. Todos los calendarios mozárabes ponen la celebración de la fiesta de los Varones Apostólicos en el día primero de mayo. Demuestra la actividad todavía en esas fechas de una comunidad cristiana en Andalucía, con un monasterio con monjes, que conservaban y venera todavía la tumba de un mártir en su iglesia, suficientemente importante como para que el rey Ordoño II (914-924), que reinaba en el año 305/917-918, se interesase por la recuperación de sus reliquias.

Pero lejos de perderse en la noche de los tiempos, con la invasión árabe, de nuevo nuestra leyenda suscito el interese de los viajeros-geógrafos, en busca de una tierra de maravillas.

La abundancia de fuentes documentales de época islámica asegura que en al-Ándalus existió uno de los dos únicos olivos milagrosos (el otro estuvo en Alejandría).

Un verdadero milagro. Así lo entendía la gente de los siglos XI y XII, de manera que el lugar se convirtió en un importantísimo punto de peregrinación de aquellas gentes, en busca de soluciones milagrosas para penurias humanas. Achacaban el prodigio de las aceitunas milagrosas al hecho de que bajo él había sido enterrado un hombre bueno, eremita, un mártir de época romana o quizás de las persecuciones califales. Pero nadie dejó escrito el lugar exacto.

Las referencias árabes

Al-Udri (1003-1085) fue un geógrafo almeriense. Escribió un libro descriptivo sobre la Cora de Tudmir (reino de Murcia), que abarcó tierras del Levante y zona de Granada. En su crónica dice que, junto a una iglesia, que se suponía mozárabe, ubicada en una zona montañosa y situada en tierras de la demarcación de Lorca, muy cerca de un castillo llamado Mirabayt, está ubicado el olivo milagroso. Obviamente, en el siglo XI la zona montañosa de La Sagra-Santiago de la Espada debieron estar bajo la jurisdicción de Lorca. El castillo de Mirabayt no era otro que el de Mirabetes.

Poco tiempo después (hacia 1130-50), el también geógrafo granadino Mohammed Ibn Abi Bakr al-Zuhri se refirió al mismo asunto del olivo milagroso. En este caso lo cuenta en primera persona porque dice haber asistido a la romería y visto con sus ojos lo que allí ocurría. Asegura que había un gentío agolpado alrededor del árbol, esperando la maduración de las aceitunas. Tal era la desesperación, que las gentes comenzaron a arrancar los frutos antes de que llegasen a estar plenamente negras, ante el temor a quedarse sin ninguno.

Por último, Himyari narra con posterioridad, la misma leyenda, pero añade más información sobre las reliquias de un mártir que conserva el convento” Ibrahim ben Yahyá al-Turtusi contaba que el rey de los RUM (cristianos, papa Juan XII) le dijo en el año 305

«Tengo la intención de enviar al soberano de al-Ándalus un conde, que le llevará presentes de mi parte. Entre las peticiones más importantes que voy a dirigirle, figura ésta: el suelo de noble iglesia del monasterio donde se encuentra el OLIVO bendito que florece y fructifica la víspera de la Natividad y da frutos maduros desde el día siguiente, contiene la tumba de un mártir que gozó de gran consideración junto al Dios Todopoderoso. Quiero pedir al Emir que tratara de benevolencia a los clérigos de esta iglesia y sugerirles, a fuerza de agasajos, que me confíen los huesos de este mártir. Si lo consigo, será para mí una satisfacción, más grande que la que pueda producirme ningún bien terrestre».

Referencias cristianas

En el siglo X Ibrāhīm ibn Yaʿqūb o Abraham ben Yacov era un judío de Torsosa que se dedicó al comercio por tierras musulmanas y cristianas de Europa. Vivió a finales del siglo X. Hacia 960 llegó al Sacro Imperio Germánico y, por orden del califa Abderramán III, hizo de embajador ante la corte de Otón el Grande.

Coincidió en sus embajadas a Centroeuropa con el obispo Recemundo de Ilíberis, es decir, el obispo de Granada, que también efectuó trabajos palaciegos en Medina Azahara. Recemundo (en árabe, rabí Ibn Zyad al-U(s)quf al-Qurtubi), es autor del famoso Calendario Mozárabe. No sabemos por boca de cuál de ellos dos, si del comerciante o del obispo, llegó a oídos del Papa Juan XII la noticia de los milagros que obraban las aceitunas plantadas sobre el cadáver de un santo varón de la Iglesia. Esta embajada papal a Medina Azahara está documentada en el año 961, aunque cuando los emisarios llegaron a la capital del Califato ya había fallecido el último Abderramán. El santo varón que buscaban no era otro que San Torcuato y el lugar mencionado por las crónicas estaría próximo a Baza. Pero para aquella fecha los restos de San Torcuato ya no estaban en al-Ándalus, ya que en el 777 fueron exhumados y llevados a Santa Comba (Orense) y posteriormente a Celanova, donde se encuentra la mayoría de sus huesos.

La Tradición de Santiago de Compostela

Pero no acaba aquí nuestra historia. Estos textos serán manipulados tardíamente en el Codex Calixtinus para alterar e innovar el protagonismo de Santiago el Mayor, pero recopilando las vida y obras de los Varones, porque son en esencia la misma historia.

La Sagra, único lugar documentado 

Está plenamente documentada su existencia a comienzos del siglo XVI. Que obrase o no milagros es cuestión de creencias personales. En el Archivo Histórico de Huéscar existe una orden del alcalde mayor, Gonzalo de Peñalosa, por la que autoriza al vecino Martín Galán para que detenga y encarcele a quienes provoquen alborotos con los devotos que iban en peregrinación a la oliva santa. El escrito lleva fecha del 11 de agosto de 1515. También queda claro que el tumulto que debía formarse sería similar al descrito cuatro siglos atrás por los geógrafos árabes.

La oliva se encuentra junto a la ermita, que se construyó para venerar a las Santas Alodía y Nunilón, traídas de tierras aragonesas. Al pie de La Sagra y cercano al castillo de Mirabete, que mencionan las fuentes árabes.

 

Bibliografía

  • JIMENEZ MATA, Mª Carmen. “A propósito del ‘aŷā’ib del olivo maravilloso y su versión cristiana en el Milagro de san Torcuato”. Cuadernos de Historia del islam, 1 (1971), pp. 97-108 + 3 pp.
  • MONFERRER SALA, Juan Pedro. «Marginalia semitica I: Adiciones sobre cinco cuestiones pendientes». Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección Árabe-Islam. Vol. 56 (2007). ISSN 0544-408X, p. 255-268.
  • CARMONA GONZALEZ, A. (1993). “Nota sobre la religiosidad y creencias en al-Ándalus, a propósito del estudio de la cueva de La Camareta”. Antigüedad Y cristianismo, (10), 467-478.
  • FONTENLA BALLESTA, S.: «Mitos en la Lorca andalusí», Alberca,6, Lorca, 2008, pp. 107-111

 

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