En el año 1589 Isabel I de Inglaterra mandó una expedición de castigo a España por el ataque de la Gran Armada, una Contraarmada dirigida por Francis Drake y John Norris. La expedición superaba el centenar de barcos y más de veinte mil hombres. Su objetivo era atacar Santander, donde estaban los barcos que habían vuelto de Inglaterra, y propiciar una rebelión en Portugal.
Sin embargo, el primer objetivo fue otro, La Coruña. Esta población, de unos cuatro mil habitantes, tenía unas murallas medievales bastante desfasadas y el Castillo de San Antón estaba sin terminar. Asimismo, toda su parte baja, el barrio de la Pescadería, carecía de defensas. Contaba con una guarnición muy reducida, de unos quinientos o seiscientos hombres, entre los soldados de la ciudad y los que habían llegado en algunos barcos, procedentes de la expedición a Inglaterra. Parecía un blanco fácil.
El asedio inglés de La Coruña
El asedio comenzó a principios de mayo, apenas retrasado el desembarco por la acción de los barcos españoles, que pronto serían trasladados a puerto seguro o quemados. El barrio de la Pescadería cayó rápidamente y la Ciudad Alta se preparó para el intento de asalto y el asedio. Aunque se pidieron refuerzos, estos llegaron de manera desorganizada, en el mejor de los casos.
En esta situación, las mujeres colaboraron en la defensa codo con codo con los soldados y el resto de civiles. No solo retiraban a los heridos o llevaban comida y agua a los hombres, sino que participaban activamente en la reparación de las murallas, recargando armas o arrojando piedras desde lo alto de los muros. Las fuentes nos muestran a algunas combatiendo “varonilmente”. Muchas murieron o fueron heridas.
El 14 de mayo los ingleses consiguieron minar la muralla y abrir un hueco. En ese momento sería una mujer, María Pita, que recientemente había perdido a su segundo marido en el asedio, quien se lanzase contra el abanderado que cruzaba los muros. Logró matarle y quitarle la bandera que llevaba mientras arengaba a las tropas españolas para defender el sitio. La historia, en este punto, se novela y varía. María Pita habría matado al inglés a pedradas, con una espada o con una lanza, y habría (o no) gritado “Quien tenga honra, que me siga”.
Los ingleses acabaron retirándose tras, aproximadamente, dos semanas de asedio, sufrir más de un millar de muertos y haber destruido los arrabales, quemando lo que no podían llevarse. Los ciudadanos y autoridades elevarían distintos memoriales al rey, solicitando compensaciones y exenciones de impuestos y cargas.
María Pita, más allá del sitio de la Coruña
Sin embargo, la historia de María Pita, realmente llamada Mayor Fernández da Cámara Pita (parece que el cambio de nombre en la historia vendría de una confusión con su hermana) la conocemos a través de un episodio posterior. Una de las cargas de las que solicitaban exención los coruñeses era la de alojar soldados y uno en concreto, el capitán Peralta, se hospedaba en una de las casas de María Pita. Cuando esta intentó expulsarle a las bravas, el capitán la acusó de agresión e intento de asesinato, consiguiendo que la condenaran a cárcel y, posteriormente, al exilio en 1596. La heroína contra los ingleses, con dos niñas pequeñas a su cargo, no se conformó y viajó a la corte, donde pidió que se le permitiese volver a casa y privilegios por su actuación en el asedio. Ambas cosas le fueron concedidas, y la pensión que obtuvo iría aumentando hasta equivaler a algo más que la que tenía un alférez.
En este momento, además, se había casado y enviudado ya por tercera vez. El matrimonio con Francisco de Arratia, un capitán del ejército, le había permitido ascender socialmente. Puede que no se hubiese atrevido a solicitar el favor real directamente si hubiese seguido siendo la esposa de un carnicero local, como era Gregorio de Rocamunde, su segundo marido.
Pronto encontró un nuevo marido, Gil de Figueroa, un hidalgo y funcionario con una posición acomodada, que hizo depender la tutela de los dos hijos del matrimonio (y la consiguiente gestión de los bienes familiares) de que María Pita no volviera a casarse. Y así, tras la muerte del mismo en 1613, permaneció viuda hasta su propia muerte en 1643. Tras este matrimonio volvió a viajar a la Corte en 1606, ya con una posición más acomodada y defendiendo derechos económicos, y no solo su libertad y supervivencia.
Conocemos bastantes detalles de su vida por los continuos pleitos en que se vio envuelta, además de aquel con el capitán Peralta. Continuó los pleitos de su último marido, que reclamaba el coto de San Pedro de Ledoño, y se embarcó en algunos propios, también por temas económicos, como el reclamo de deudas. Entre herencias y negocios, con los privilegios económicos obtenidos del rey y no dejándose amilanar por los pleitos, consiguió un cierto patrimonio, que incluía varias casas, terrenos y viñedos. Además, peleó por los derechos de sus hijos, consiguiendo plaza en el ejército para los dos que tuvo con su último marido.
También se vio envuelta en varias querellas por injurias y calumnias, así como en una por amancebamiento. En uno de los pleitos con el corregidor, este la acusó de tirarle un pichel de estaño a la cabeza, denunciándola por agresión. Resulta curioso que en una de las denuncias, de 1618, el denunciante, Pedro de Soto, usase como insulto, precisamente, la burla a su actuación en el asedio, con frases como “que tomase la pica” o que “fuese a bribar a Madrid”. En otra, de 1614, el denunciante la califica despectivamente de “esposa de carnicero”, obviando sus matrimonios con un capitán y con un funcionario real. El ascenso social no resulta desmemoriado con los orígenes humildes. Tampoco consiguió ser enterrada en Santo Domingo de La Coruña, como quería, siendo hoy desconocido el paradero de su tumba.
La turbulenta historia de su vida es omitida muchas veces. Interesa el símbolo (recuperado, sobre todo, en el siglo XIX), pero no tanto la persona, la mujer detrás del mito que, con su mal humor y mucho carácter, aplicaba la misma valentía que había demostrado en el asedio para defender sus bienes, su libertad, a su familia y pedir compensaciones por las pérdidas sufridas. La inversión de los roles de género en el asedio, que se convierte en un paradigma del valor en la desesperación y de la unidad popular ante el enemigo, deja de ser un motivo propagandístico fuera del ámbito de la guerra. También el motivo de la “sustitución” del esposo o el varón en la guerra se repite, como lugar común, como una forma de crear leyenda, en otras historias como la de Agustina de Aragón o la abulense Jimena Blázquez. Resulta útil, pero puntual.
Hoy, la ciudad recuerda a María Pita con una estatua en la plaza que lleva su nombre, en la que se encuentra el Ayuntamiento, precisamente reflejando el momento en que mata al invasor y alienta a las tropas. También hay una casa-museo en la que fue una de sus propiedades, usando el nombre de su heroína para reconstruir cómo era la vida en los siglos XVI y XVII, así como la ciudad de Coruña y los enfrentamientos entre España e Inglaterra en la época.
Sin embargo, otras mujeres que participaron en el asedio no tuvieron la misma suerte. Este es el caso de Inés de Ben, de cuya existencia sabemos por uno de esos memoriales que se elevaron al rey. También enviudó, como María Pita, en el asedio a la ciudad, quedándose a cargo de dos niños pequeños. Además, lo perdió todo en el asalto, ya que su negocio estaba en la zona de la Pescadería y había proporcionado una gran cantidad de bienes a los soldados. Por si fuera poco, había sido herida mientras reparaba la muralla, recibiendo dos balazos que le causaron secuelas permanentes. A diferencia de María Pita, no fue escuchada y murió en la pobreza. Otras muchas sufrieron el mismo destino, sin que sepamos tampoco sus nombres ni su historia, luchadoras anónimas que perdieron hasta su voz.
Bibliografía
Martínez Salazar, A. (1889): El cerco de La Coruña en 1589 y Mayor Fernández Pita (Apuntes y documentos), La Coruña, La Voz de Galicia,
Saavedra Vázquez, M. C. (2001): “Guerra, mujeres y movilidad social en la España moderna”. En Balboa, Xesús y Pernas, Herminia (eds.), Entre nós: estudios de arte, xeografía e historia en homenaxe ó profesor Xosé Manuel Pose Antelo, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, pp. 339-358
Saavedra Vázquez, M. C. (2005): María Pita. Una aproximación a su vida y a su tiempo, La Coruña, Vía Láctea.
Valcárcel, I. (2005): Mujeres de armas tomar, Madrid, Algaba Ediciones.
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