Long Range Desert Group LRDG

Camión Chevrolet 30 cwt del LRDG descendiendo una duna durante una patrulla en el desierto, 27 de marzo de 1941.

“Para mí, su atractivo radicaba en que era un lugar inmaculado, limpio de personas, teniendo en cuenta que había mucha gente muy sucia, en todos los sentidos de la palabra, en el Próximo Oriente; limpio de moscas; arena impoluta en vez de polvo de arcilla o de caliza. También era un lugar silencioso, tanto, a veces, que uno podía acabar aguzando el oído en busca de algo que escuchar. Y también era hermoso. No a mediodía, cuando las colinas parecían planas y muertas, pero sí a primera hora de la mañana, o a última de la tarde, cuando arrojaban frescas y alargadas sombras, y la escasa altura del sol permitía apreciar la espléndida simetría de las amarillentas dunas”.

Así expresó William Boyd (Bill, como le gustaba que le llamaran) Kennedy Shaw, en su obra de 1945 dedicada al LRDG, su experiencia del desierto, un territorio donde las privaciones estaban a la orden del día pero que, sin embargo, se convirtió en un escenario dominado por los hombres de esta unidad, fundamentalmente de exploración, aunque también participaría en acciones directas contra el enemigo, tal como nos relata Saul Kelly en El oasis perdido. Almásy, Zerzura y la guerra del desierto.

Cuando uno piensa en el desierto, le vienen a la mente de inmediato el calor y la sed. Hay algo de falsedad en la primera de estas privaciones, pues las noches pueden ser muy frías (lo que tampoco es, necesariamente, un alivio), y la sed puede paliarse con reservas adecuadas de agua. Para Kennedy Shaw lo peor era el Ghibli.

“Muchos lugares tienen sus vientos cálidos: el Jamsin egipcio, el Sherkiya de Palestina, el Harmatán de África occidental. Súmalos todos y hazlos soplar, con tanta arena como se pueda, hacia el norte, directamente desde las puertas del infierno, y podrás hacerte una idea aproximada de como es el Ghibli en Kufra durante el verano. No solo sientes calor, no solo te sientes cansado, sino que sientes como hasta el más mínimo ápice de energía ha huido de tu cuerpo, como si tu cerebro tratara de abrirse camino por la parte superior de tu cabeza y quisieras quedarte tumbado, en estupor, hasta que el maldito sol se haya puesto”.

Acontecimientos como estos podían durar días y convertirse en una prueba terrible para los hombres del LRDG, aunque nuestro autor llegará a reconocer también que estos fenómenos eran mucho peores en la costa, donde el paso de decenas de miles de soldados había convertido el suelo en una nube de polvo constante, mientras que en el desierto “solo” era arena lo que lo acribillaba todo, y aunque los vientos podían llegar a soplar hasta los 100 km/h, lo hacían a ras de suelo, con lo que siempre era posible desplazarse.

Long Range desert Group LRDG Octavo Ejército

Un soldado británico observa junto a su jeep la aproximación de una tormenta de arena, norte de África, octubre de 1942.

A pesar de todo, entrenar a los futuros combatientes del LRDG para cumplir sus misiones en estas circunstancias nunca fue complejo ya que muchos ya reunían las características y conocimientos propios de los soldados y, además, no había tiempo. Los neozelandeses solo iban a llevar a cabo dos viajes, junto con Bagnold, antes de ser considerados aptos para el servicio; los Guardias, por su parte, recibirían un entrenamiento de diez días, dos de los cuales iban a pasarlos en el propio desierto, cerca de el-Fayoum, con el comandante Pat Clayton. Uno de los suboficiales de la patrulla S, formada con soldados rodesianos en enero de 1941, recordará:

“Tuvimos mucha suerte de que Bagnold nos instruyera, y aprendimos mucho más durante las charlas informales que tenían lugar al anochecer, en torno al fuego de campamento”.

Espíritu de supervivencia

Entre las técnicas que se aprendían en el LRDG, lo fundamental era sobrevivir en el desierto, para lo cual era importante aprender a conservar el agua (aunque una vez adquirida la disciplina, cada hombre podía consumir su ración como mejor le conviniera) y a refugiarse. También era fundamental saber orientarse, ya que los hombres podían perderse con facilidad, o quedar abandonados. Cuatro hombres iban a aplicar especialmente estas técnicas: los soldados Moore, Easton, Winchester y Tighe, dejados por muertos el 31 de enero tras ser atacada la Patrulla T (neozelandesa), a la que pertenecían. La unidad, comandada por Pat Clayton y compuesta por once coches, más de treinta hombres y cuatro piezas Breda de 20 mm, fue sorprendida por los italianos en Jabal Sherif, al sur de Kufra, y para cuando terminó el combate Clayton había sido herido y capturado, los restos de la fuerza se retiraban hacia el sur a toda prisa dejando varios vehículos sobre el terreno y los cuatro hombres antes citados habían quedado abandonados.

El 1 de febrero iniciaron la marcha hacia el sur tras las rodaduras de los vehículos de su patrulla. El día 4, tras caminar durante horas sin apenas poder dormir a causa de las bajas temperaturas, Tighe empezó a mostrar signos de fatiga, que atribuyeron a las secuelas de una antigua operación. Ese mismo día tomaron su última comida sustancial, un bote de lentejas en conserva que habían desechado, días atrás, durante el camino de ida, y que ahora resultó ser providencial. El 5 tuvieron que dejar atrás a Tighe, que no podía seguir el ritmo, tras dejarle su parte de agua. El 6 los sorprendió una tormenta de arena, a pesar de lo cual las marcas sobre la pista, muy transitada, no desaparecieron del todo. Ese mismo día Moore, Easton y Winchester llegaron a Sarra, donde había un pozo que ha sido cegado por los italianos, madera para encender un fuego y aceite de motor, con el que se untaron los pies. No había comida.

El día 7 fue Tighe quien llegó a Sarra donde, incapaz de seguir, se detuvo definitivamente. El día 9 llegó a la localidad una patrulla francesa, que se encontró con el neozelandés, quien les informó de que otros tres iban por delante de él. Sin embargo estaba cayendo la noche y no fue posible seguir las huellas, por lo que los galos se detuvieron. No sabían que durante la jornada uno de sus aviones había localizado a Moore y a Winchester (Easton se había quedado atrás), a los que arrojó comida y agua. Sin embargo, los soldados habían sido incapaces de encontrar la primera, y de la segunda, perdido el tapón del envase, apenas quedaban un par de tragos.

El 10 de febrero los franceses iniciaron la búsqueda. No tardarían en encontrar a Easton, quien se había desviado hacia el oeste, tirado en el suelo pero vivo, aunque iba a morir unas horas más tarde. Poco después, a 100 km al sur de Sarra, localizaron a Winchester, que tampoco había sido capaz de continuar, delirante pero capaz de sostenerse en pie. Finalmente, iban a tener que recorrer 16 km más para dar con Moore, que para entonces había recorrido casi 340 km desde el lugar del incidente y se veía capaz de llegar hasta el puesto francés de Tekro (130 km más allá, en el Chad), donde había agua, y no iba a dudar en mostrar su frustración por haber sido “rescatado” antes de conseguirlo.

Sin duda la tenacidad de Moore cuadraba con las apreciaciones de Kennedy Shaw sobre los neozelandeses del LRDG, hombres que

“si podías demostrarles que tu primer objetivo era llevar a cabo la misión y que sabías sobre cómo hacerlo tanto o un poco más que ellos, entonces, era posible que la patrulla te recompensara con uno de sus mejores elogios: que en el fondo no eras ‘un bastardo de la peor calaña’”.

El aguijón del LRDG

LRDG Siwa

Miembros de la Patrulla Y del Long Range Desert Group –LRDG– leen el correo enviado desde casa en el oasis de Siwa, en el Desierto Occidental. Fotografía tomada por Cecil Beaton.

En todo caso, es indudable que ni británicos ni rodesianos ni otros contingentes del LRDG desmerecieron del valor y la tenacidad de los neozelandeses. Hombres como los mencionados asaltaron Murzuk el 11 de enero de 1941, arrasaron Cirenaica en marzo y abril, desorganizaron la retaguardia del Eje en repetidas ocasiones, especialmente durante la operación Crusader, espiaron sus movimientos, y ejecutaron ataques contra sus aeródromos (Operación Caravan, contra el aeródromo de Barce, en septiembre de 1942) y sus puertos, como Bengasi (Operación Bigamy, el mismo mes) y Tobruk (Operación Agreement el 13-14 del mismo mes).

El final de la campaña de África no supuso la disolución del LRDG, sino su traslado al Egeo, donde los patrulleros iban a cambiar sus camiones y coches por lanchas y canoas para desplazarse entre las islas, y donde muchos más perderían la vida en un escenario extraño, para el que sin duda no habían sido entrenados.

Etiquetas: , , , , ,

Productos relacionados

Artículos relacionados

Música y canciones en la Segunda Guerra Mundial

Desde hace siglos, ya sea acompañando a las tropas en la batalla, entreteniendo a los hombres tras los combates o reforzando su espíritu de cuerpo, la música y la vida militar siempre han estado estrechamente unidas. Buenos ejemplos de ello podrían ser Garryowen con el 7.º de Caballería del general Custer durante las guerras indias, una espectacular Marilyn Monroe cantando a las tropas en Corea o La Marcha de los Granaderos inmortalizada por Kubrick en su película Barry Lyndon. Y si todos estos conflictos han tenido su música, lógicamente la... (Leer más)