A raíz de la publicación de su último libro, Plata y sangre. La conquista del Imperio inca y las guerras civiles del Perú y su reciente colaboración en el Desperta Ferro Historia Moderna n.º 37: La conquista del Perú, aprovechamos la ocasión para realizar esta entrevista a Antonio Espino López (Córdoba, 1966), catedrático de Historia Moderna de la UAB, para que nos cuente su particular visión de la conquista del Perú desde el punto de vista de la Historia militar
¿De dónde viene el impulso para escribir Plata y sangre? ¿Qué novedades aporta respecto a lo que se ha publicado previamente acerca de la temática?
Hace ahora una década me interesé por analizar cuestiones relacionadas con el imperialismo, la guerra y la violencia en el marco de la conquista de América. Fruto de ello fue la publicación en 2013 de mi libro La conquista de América. Una revisión crítica (Barcelona, RBA). Me di cuenta entonces de la extraordinaria importancia de las guerras civiles del Perú. A lo largo de estos últimos cinco años he seguido trabajando en una temática apasionante y la editorial Desperta Ferro, a cuyos responsables siempre agradeceré su extraordinaria iniciativa, me ha dado la oportunidad de que mi trabajo vea la luz.
Mi libro, Plata y sangre, es un intento de establecer una nueva narración de lo sucedido desde la óptica de la New Military History que, en mi opinión, nunca antes se había aplicado a la Conquista de las Indias. Hasta no hace mucho, las guerras civiles se habían contemplado desde el punto de vista de la historia política, con trabajos, sin duda importantes, de D. Ramos, Varón Gabai, M. Merluzzi y otros muchos, pero los aspectos puramente bélicos reclamaban una revisión historiográfica importante. Es lo que he tratado de hacer.
¿Qué distingue a las conquistas de Perú y de Chile, y a las guerras civiles entre conquistadores, de las guerras europeas de la misma época?
Es obvio que el hecho de guerrear en un espacio distinto, diferente al europeo, influyó notabilísimamente en la manera de guerrear de los contingentes que conquistaron el Imperio inca. Como se trató de bandas de voluntarios dispuestos a sacrificarse hasta las últimas consecuencias a cambio de la promesa de un botín, de entrada la fidelidad para con una dinastía reinante se trasladó con suma facilidad hacia algún caudillo carismático. En cuanto surgían varias de estas personalidades, las rencillas estaban servidas. Por otro lado, estos contingentes, estas huestes indianas, se armaban como podían y adecuaban las tácticas bélicas aprendidas en las guerras europeas por parte de aquellos, pocos, que tenían experiencia en tales lides, a la realidad americana. En el caso peruano, sin duda las dificultades orográficas influyeron mucho en algunos planteamientos militares, pero el hecho de no enfrentarse a ejércitos convencionales europeos, o musulmanes permitió al contingente conquistador optar por soluciones bélicas a veces muy creativas. La improvisación estuvo a la orden del día.
Ahora bien, el conflicto entre compatriotas, siempre lamentable, se intentó librar siguiendo las reglas militares básicas, caballerescas me atrevería a decir, importadas de Europa. No se quiso utilizar más de la cuenta al indio auxiliar, al indio aliado, una de las grandes diferencias con los ejércitos que luchaban en Europa aquellos años, para dirimir la gran disputa entre españoles. Algunas de las actitudes exhibidas en el campo de batalla estuvieron mucho más cerca de la guerra según se realizaba en el siglo XV que no en el Quinientos. Aunque la introducción del arma de fuego, ya fuese portátil o artillería, sin duda ya había cambiado las cosas profundamente.
¿Espadas de acero y arcabuces o auxiliares nativos; tecnología o política? ¿Cuál fue la clave del triunfo de Pizarro y su hueste sobre los incas?
Esta es una de las grandes preguntas que nos debemos hacer y que merecería una monografía. Mi postura al respecto, muy resumida, sería la siguiente: la hueste conquistadora por sí sola hubiera sido incapaz de conquistar los grandes imperios aborígenes. Aunque pudieron ganar muchos encuentros e, incluso, algunas batallas, con las armas que portaban, desconocidas para incas o mexicas, lo cierto es que no hubieran ganado la guerra. Cabe ver a los contingentes castellanos como una élite militar por su armamento, y no tanto por su sapiencia militar, pues hubo muchos hombres que se enrolaron sin experiencia militar previa, si bien la adquirieron, y muy rápido, sobre la marcha. Muchos de los grandes caudillos de Indias fueron mejores políticos y administradores que soldados. Esa élite militar supo organizar, tras los pactos previos, a grandes masas de tropas auxiliares aborígenes, que incluían una logística de grandes proporciones, las cuales fueron la verdadera clave para asegurar la victoria final.
Ahora bien, las armas europeas, y mucho más las espadas y las ballestas, por ejemplo, que no los arcabuces o la artillería, siempre escasos en los primeros momentos, fueron clave a la hora de mantener con vida al soldado europeo en el campo de batalla, en la lucha cuerpo a cuerpo. Esa es la verdadera importancia que tuvieron, a mi entender, las armas europeas. Les dieron a aquellos que las usaban una mayor oportunidad de sobrevivir en combate al enfrentarse a armas de piedra y de madera. Y sobrevivir un día más los acercaba un poco más, también, a la victoria final.
¿Soldados o aventureros, generales o caudillos? ¿Cuál fue el auténtico carácter de los hombres que participaron en la conquista de Perú y en las guerras civiles, y qué los impulsaba?
Como he señalado, el perfil del conquistador fue, más bien, el de un aventurero carismático, con dotes políticas innatas y con ciertos conocimientos militares, muchos de ellos adquiridos merced a la compañía y ejemplo de antiguos soldados con experiencia en la guerra en Europa. Fueron hombres, por lo general, inteligentes, capaces y sin escrúpulos, muy duros consigo mismos y, por ello, exigentes con sus subordinados, que tenían muy claro que estaban en el Nuevo Mundo para hacer fortuna, pesara a quien pesase y dejando de lado cualquier otra consideración. Sabían que el resultado final, si había un suculento botín en forma de oro, tierras y personas sojuzgadas, podía justificar casi todos los medios empleados, pues el monarca reinante, Carlos I, ya había dado muestras de saber aceptar las consecuencias, incluso morales, de los actos de los conquistadores. Al menos, con Hernán Cortés así ocurrió al principio, hasta su caída en desgracia a partir de 1526. Con ese precedente, Francisco Pizarro, y con él Diego de Almagro, fueron mucho más cautos e intentaron realizar una conquista siguiendo las reglas de juego establecidas, es decir, firmando una capitulación. Pero la manera de abordar el asunto, sobre todo cuando se trató de repartir el enorme botín obtenido en el Perú, hizo que todas las consideraciones previas se fueran al traste. Por ello, se puede decir que la codicia, que siempre fue el motor de la Conquista de Indias, en el caso del Perú tuvo la peor deriva de todas, pues acabó por degenerar en una cruenta guerra civil entre compatriotas. El conquistador español fue al Perú a extraer sus riquezas, sobre todo su plata, pero también acabó por pagar un alto precio en forma de sangre.
En ese elenco de personajes, y saliendo de la objetividad que debe caracterizar la investigación histórica, ¿hay alguno que te despierta especial simpatía o antipatía?
Me causa admiración, a pesar de los hechos terribles que cometió, Francisco de Carvajal, el llamado Demonio de los Andes. Junto con el mucho más famoso Lope de Aguirre, es probablemente de los personajes que dejó un reguero de sangre de compatriotas más intenso. Solo que Carvajal los eliminó en batalla, usando de su pericia táctica, extraordinaria. Si bien su grandeza se esfuma cuando se tiene en cuenta a los muchos que llegó a ejecutar en la horca, con tortura previa en algunos casos, y con la sospecha de que aceptó sobornos para perdonar a varios. Pero Carvajal fue un adelantado de su época a la hora de usar en batalla el arma de fuego portátil, a la hora de utilizar tácticamente el arcabuz. Entendió perfectamente la idea de disparar por andanadas, de mantener la cadencia de los disparos y de concentrar la mayor potencia de fuego posible sobre el contrario. Y ello, en un medio como el peruano en la década de 1540, fue notorio.
¿Qué impresión suscitaron las guerras civiles del Perú? ¿Constituyen, a ojos de los cronistas de la época, guerras en las que se pueda ganar honra y prestigio?
La honra se ganó en Perú luchando en el bando real y ayudando, por lo tanto, a los hombres del rey, ya fuesen Vaca de Castro, el virrey Núñez Vela o Pedro de la Gasca a derrotar a los rebeldes, primero los almagristas de Diego de Almagro el Mozo y, más tarde, al rebelde Gonzalo Pizarro y su hueste. Pero fue un conflicto poco lucido, porque hubo usualmente cambio de bando, muchos perdones para ganar afectos y adeptos, siempre bajo la sombra de la traición, que a menudo se cometió. Con esa realidad, los cronistas no tenían demasiados elementos heroicos que relatar al lector europeo, apenas, y no es poco, que venció el bando de la justicia real. Ahora bien, determinados oficiales como el citado Carvajal, o el capitán Hernández Girón, quien también acabó por optar por la rebeldía, demostraron ser excelentes soldados, como Pedro de Valdivia, por otro lado.
¿Qué novedades introdujeron las guerras civiles del Perú en términos tácticos? ¿Se exportaron dichas nociones a Europa?
Lamentablemente, los adelantos tácticos que oficiales como Francisco de Carvajal pusieron en práctica se quedaron en tierras peruanas, en el imaginario bélico americano, aunque fueron muy profusamente explicados por los cronistas. Con todo, sería cuestión de seguir investigando en ese sentido y, quizá, encontremos pruebas de lo contrario. No obstante, de lo que sí tenemos una constancia clara es de la llegada al Perú de un nuevo tipo de arcabuz, modernizado, procedente de Flandes, y de un nuevo tipo de munición. Como he dicho antes, la hueste indiana se nutrió cuando pudo de soldados con experiencia bélica en Europa, pero fueron muy pocos los que hicieron el camino de vuelta. Además, algunos de los escasos ejemplos de tratadistas militares indianos, como Diego García de Palacio, insistieron en la diferencia de la guerra en Indias con respecto a la practicada en Europa, una cuestión que el gran tratadista Vargas Machuca explotó al máximo.
Hambruna, perros, mutilaciones… ¿Fueron las guerras en América más brutales que en Europa o el norte de África en aquellos tiempos?
Mi opinión es que sí, porque se trató de sojuzgar a grandes masas de población contando con muy pocos hombres, una gran diferencia con lo ocurrido en las guerras en Europa o contra el infiel. Sabemos que en las guerras de Italia, Flandes o en las mal llamadas guerras de Religión, por no hablar de los conflictos contra el islam o el Imperio turco, a menudo se produjeron episodios de gran crueldad, sobre todo relacionados con los momentos de grandes asedios. En las Indias las situaciones bélicas vividas admiten una variación muy importante: como he señalado, el uso de tropas aborígenes, auxiliares, son fundamentales para entender la Conquista. ¿Cómo se consiguió su colaboración? A menudo tras observar los miembros de las élites aborígenes que el uso del terror (y de la crueldad y de la violencia extrema) por parte de los españoles estaría garantizado en caso de no obtener dicha colaboración. Por otro lado, tanto Cortés como Pizarro se encontraron en un medio en el que unas etnias dominantes habían sojuzgado a buena parte de la población aborigen de su entorno. O bien aún estaban en guerra con ellas. O bien se encontraban en plena guerra civil, como fue el caso del Perú. Y supieron sacar un muy buen partido de esas situaciones. Pues, aunque tradicionalmente se ha usado, y abusado, de la idea de una identificación con las deidades mexicas o incas del contingente extranjero, lo que les habría permitido a las huestes conquistadoras avanzar sin demasiadas dificultades por los diversos territorios, desde hace ya también muchos años otra línea historiográfica gusta de apostar por una explicación de corte político: caudillos como Cortés o Pizarro supieron presentarse como libertadores y no como conquistadores. Y muchos aborígenes, tanto en México como en el Perú, en especial los sometidos, claro, hicieron precisamente esa lectura y no otra.
Agradecemos su atención y le deseamos un feliz año nuevo, y la mejor de las suertes en todos sus proyectos. Y recordamos a nuestros lectores que hasta el 7 de enero pueden adquirir Plata y sangre. La conquista del Imperio inca y las guerras civiles del Perú con gastos de envío gratis por mensajería de correos 48-72 horas).
Comentarios recientes