Antígono Monoftalmos nació en torno al año 382 a. C. en Macedonia. Aunque sus orígenes no no son claros, es presumible que provenía de una familia aristocrática. Fue hijo de un hombre llamado Filipo y su esposa, cuyo nombre no nos es mencionado, pero que, en algún momento, contraería segundas nupcias con Periandros, un importante noble de la corte de Pella. Aunque es escasa la información sobre la juventud de Antígono, sabemos que este creció en un momento especialmente turbulento para Macedonia como fueron los cuarenta años de disputas por el control del reino entre la dinastía Argéada y sus vecinos. En el 359 asciende al trono Filipo II; por entonces Antígono contaba 23 años. Es probable que su familia tuviera cierta cercanía con los Argéadas, pues el medio-hermano de Antígono, Marsias, se crió junto al príncipe Alejandro. El año 340 Antígono acompañó al rey Filipo en el sitio de Perinto. Fue allí donde, según Plutarco, perdería su ojo al ser alcanzado por un proyectil en una salida de los perintios, a pesar de lo cual no se retiró hasta haberlos puesto en fuga. Sea real o no lo que narra Plutarco, Antígono es descrito como un hombre de considerable tamaño y poderosa apariencia. Esta herida le otorgó el sobrenombre de Monoftalmos («un ojo»), mencionado en otras ocasiones como «el Cíclope», probablemente en alusión a su tamaño.

Para este tiempo, Antígono tomó como esposa a Estratónice, la viuda de su hermano, con quien tendría dos hijos: Filipo y Demetrio. El reinado de Filipo II dotaría a Macedonia del potencial militar necesario como para garantizar el orden en sus fronteras y alcanzar una hegemonía frente a sus vecinos. El papel de Antígono en este momento nos es desconocido, si bien Diodoro Sículo describe su estrecha amistad con personajes de la corte tan notorios como Antípatro, un general de confianza del rey, o Eumenes de Cardia, cabeza de la cancillería. Aunque las descripciones dadas en las fuentes son escasas, puede deducirse que Antígono tuvo un papel relevante en la corte o el ejército, especialmente por las funciones que Alejandro le asignaría al ascender al trono.

La expedición asiática

Antígono marchará junto a Alejandro a Asia a la cabeza de uno de los contingentes más importantes: los 7000 aliados provenientes de Grecia. Puede asumirse que participara en la batalla del río Gránico (ver la batalla del Gránico en Antigua y Medieval n.º 27: Alejandro Magno (I) de Pella a Issos. como comandante de los aliados griegos, pues Arriano describe en su Anábasis de Alejandro que el joven rey ordenó a todo el ejército avanzar para cruzar el río. Posiblemente, Antígono permaneció al mando de su contingente durante las campañas minorasiáticas de Alejandro, pues encontramos una mención a Antígono en una inscripción hallada en la ciudad de Priene. En ella se le conceden una serie de privilegios, posiblemente por haber puesto fin al dominio persa y restaurado la democracia en la ciudad. En el 333, Antígono es nombrado sátrapa de Frigia por Alejandro. Dicho nombramiento supone una importante confianza en el general, pues desde esta provincia se tutelaba a las ciudades de Asia Menor y se mantenían las comunicaciones con Europa. Asimismo, en su afán conquistador, Alejandro dejó atrás bolsas de resistencia persas, como era el caso de un considerable contingente de carios y mercenarios griegos en la fortaleza de Celenas, la capital de Frigia. Antígono quedaría al cargo de mantener el asedio con 1500 mercenarios. Finalmente, la guarnición se rendiría y se integraría en las fuerzas de Antígono.

Mosaico pompeyano de la batalla de Issos, en la cual poco faltó para que Alejandro Magno alcanzara al gran rey de los persas, Darío I, quien escapó. Aunque probablemente no participase en la batalla, Antígono tuvo que enfrentarse a los supervivientes del ejército persa cuando lanzaron un contraataque sobre Asia Menor.

La batalla de Issos supuso una gran victoria para Alejandro. Aunque el gran rey fuera puesto en fuga, gran parte de los supervivientes se replegaron hacia las regiones de Asia Menor que aún se encontraban bajo influencia persa. Así pues, durante el invierno del 333 se congregó allí un importante contingente, lo que suponía una verdadera amenaza. Esta situación resultaba crítica para el ejército de Alejandro, el cual se encontraba en la costa fenicia (ver Sísifo en Tiro en Antigua y Medieval n.º 33: Alejandro Magno (II) de Tiro a Siwa). Si perdían la comunicación con Europa la campaña se vería comprometida y podría verse atrapado por los persas entre varios frentes. Quedaba en manos de Antígono el hacer frente al contraataque persa en Asia Menor. Para ello, contaba con un reducido número de efectivos. Quizá levas de Frigia y Pisidia, así como los mercenarios de la guarnición de Celenas. El ejército persa, más numeroso, se encontraba dividido en tres grupos. Exhibiendo un buen conocimiento del terreno y actuando con celeridad, Antígono confrontó a los persas por separado, eliminando a los grupos uno por uno. Fruto de sus exitosas acciones, es posible que el monarca lo estimara tanto como a otros generales como Parmenio o Crátero (ver Los mariscales de Alejandro en Antigua y Medieval n.º 47: Alejandro Magno (III) Gaugamela). Igualmente, no tenemos menciones de la participación de Antígono en el resto de campañas, por lo que es probable que permaneciera en Frigia.

Antígono se estima que pudiera ser el jinete del extremo derecho.

Sarcófago de Alejandro exhibido en el Museo de Estambul, en este se representa la batalla de Issos. Según algunos académicos, la figura del jinete situado en el extremo derecho puede ser una representación de Antígono Monoftalmos. Apasova©

El reparto del imperio

Alejandro Magno falleció en Babilonia en el 323 a. C., víctima de una enfermedad. Su prematura muerte tuvo como consecuencia el que no hubiera un heredero apto para tomar su legado. Estos eran: su hijo nonato con Roxana, su hijo ilegítimo Heracles y su hermanastro, Filipo Arrideo, quien tenía problemas de aprendizaje. La incertidumbre se vio acentuada por las circunstancias en las que Alejandro expiró. Antes de morir entregó el anillo real a Pérdicas, legándoselo al i krastíroi (“al más fuerte”), aunque se especula que pudo ser esto una variación de tôi Kraterôi (“a Crátero”), general especialmente apreciado por Alejandro. Crátero, quien podría haber sido una figura clave en estos momentos, se encontraba de camino a Macedonia. Aunque Pérdicas propuso asumir la regencia a la espera del nacimiento del hijo de Roxana y Alejandro, el resto de generales no estuvieron de acuerdo. Finalmente, apenas una semana después de la muerte de Alejandro, se celebraba en Babilonia una reunión para asignar la tutela de los herederos y dividir el imperio en satrapías, así como para definir quién ejercería la autoridad real.

Que Antígono, ya con 60 años, estuviera presente en aquella reunión es inseguro. Por una parte, era uno de los generales de mayor relevancia en el reinado de Alejandro, por lo que es probable que fuera invitado al reparto de Babilonia. Por otra, los acontecimientos sucedieron de un modo muy precipitado. Desde la muerte de Alejandro hasta la reunión de sus generales transcurre poco más de una semana. Por lo tanto, resulta inviable que, a no ser que se encontrara allí de antemano, hubiera podido recibir la noticia y trasladarse desde Asia Menor hasta Babilonia. Aun así, fue tenido en cuenta en el reparto, mantuvo bajo su poder la satrapía de Frigia y, además, recibió la parte occidental de Asia Menor. Antígono se encontraba pues al frente de una provincia estratégica sobre la que ejercía una efectiva autoridad. Su posición, por lo tanto, era sólida y bien consolidada, si bien sus posesiones lindaban con las de Eumenes de Cardia en Capadocia y Paflagonia, las cuales aún no habían sido reclamadas. Este, junto con Pérdicas, esperaba que Antígono le ayudara a someterlas. Su petición fue desoída por Antígono, quien no parecía estar dispuesto a ayudar a Eumenes a conquistar una satrapía cuyos territorios se equiparaban a los propios, cosa que le granjearía su enemistad.

Muerte de Alejandro, ilustración de Karl Von Piloty (1886). La repentina muerte de Alejandro y la ausencia de un heredero válido provocaron la división entre sus generales, poseedores de intereses antagónicos. El Reparto de Babilonia intentó buscar un consenso, pero no tardarían en estallar las hostilidades.

Los conflictos no tardarían en estallar, fruto de los juegos de poder entre Pérdicas y Eumenes frente al resto de generales, quienes se aliaron en su contra. El robo del cadáver de Alejandro por parte de Ptolomeo provocó la invasión de Egipto por Pérdicas en el 320, la cual se saldó con su asesinato a manos de varios conspiradores, entre ellos Seleuco. Por su parte, Crátero moría combatiendo contra Eumenes. En el 321 se produce el Acuerdo de Triparadiso, donde se volvió a formular una división del imperio. Antípatro quedaba como regente de los dos reyes (Filipo III y Alejandro IV) en Macedonia; Seleuco, por su traición, recibió Babilonia; Ptolomeo mantendría Egipto y Lisímaco, Tracia. Antígono, por su parte, conservaba sus territorios y recibía Panfilia y Licaonia. Nombrado strategos de Asia, se comprometía a su vez de expulsar a Eumenes de Capadocia.

La Segunda Guerra de los Diádocos estallará en el 319 cuando Antípatro, regente en Macedonia, nombre como su heredero antes de morir a Poliperconte, un general de la época de Filipo II. Ello provocará la adversión de Casandro, su hijo, quien se coaligará con Antígono, Ptolomeo y Lisímaco frente a Eumenes y Poliperconte. Antígono lograría capturar a Eumenes en la batalla de Gabiene. Aunque el resultado de la batalla fue incierto, la caballería de Antígono se hizo con el bagaje de los argiráspides («escudos plateados», los antiguos hipaspistas, la infantería de élite de Alejandro) de Eumenes. Al haber capturado Antígono a sus familias y el botín de treinta años de servicio, estos usaron a Eumenes como moneda de cambio.

Antígono y la hegemonía en Asia

Eliminado Eumenes, Antígono se convierte en el gran señor de Asia al controlar las satrapías de Asia Menor y haberle arrebatado Babilonia a Seleuco. Consciente de su poder, Antígono se proclamará como protector de Alejandro IV y declarará la autonomía de los estados griegos, lo cual suponía un desafío para Casandro. Estalla así la Tercera Guerra de los Diádocos, en el 315, en la que Antígono se enfrentaría al resto de sucesores. Es de gran relevancia la aparición que hace en este momento el hijo de Antígono, Demetrio, quien sería su mano derecha y sobre el que depositaría toda su confianza a la hora de emprender nuevas campañas militares. Al inicio de esta guerra la balanza se inclinaría a favor de Antígono, quien abre varios frentes con su extenso ejército y logra ocupar Siria. La guerra finalizó en el 310 y se saldó con la pérdida de parte de Siria, así como la codiciada tutela de Alejandro IV, que recaía ahora sobre Casandro, hasta su mayoría de edad. Aun así, mantendría las hostilidades con Seleuco, quien –aspirando a recuperar Babilonia– se haría con las satrapías orientales. Tiempo después, Casandro, en vistas a que cuando Alejandro IV alcanzara la mayoría de edad perdería todo su poder, asesinó a este y a su madre. La dinastía Argéada quedaba extinguida.

Hacia el 307, tiene lugar otro período de agitación. Como mayor poder en Asia, Antígono traslada sus aspiraciones al Egeo y envía a su hijo Demetrio a Grecia. En Atenas este logrará expulsar al partido macedonio y ser proclamado, junto a su padre, como libertador. De este modo, Casandro es privado del control de Grecia. Ptolomeo se aliará con Casandro ante la amenaza de que los antigónidas ataquen Chipre, un enclave estratégico bajo su control. Ptolomeo enviará a su flota a detener a Demetrio, lo que daría lugar a un titánico choque entre ambas flotas en el 306 en Salamina, Chipre. Según Diodoro Sículo, en esta batalla intervinieron en torno a cuatrocientas naves. La derrota de la armada ptolemaica supondría la pérdida de Chipre a manos de Demetrio. Producto de esta victoria, el camino hacia el dominio total de Oriente estaba trazado para Antígono, quien no dudaría en dar el primer paso frente al resto de sucesores al proclamarse como basileus (“rey”). Antígono marcharía ahora a Egipto para dar el golpe de gracia a Ptolomeo; sin embargo, la flota de apoyo que dirigía Demetrio fue alcanzada por una tormenta. Víctima de los elementos, el plan de ataque se ve frustrado ante la dificultad de atravesar el delta del Nilo. Para evitar el desastre, Antígono ordena la retirada. Su siguiente objetivo será Rodas, aliada de Egipto. Demetrio dirigiría el asedio, donde mostraría excepcionales dotes que le valdrían el sobrenombre de Poliorcetes, el Asediador. Sin embargo, la resistencia de los rodios fue feroz y hubo que levantar el sitio. En el 304, Antígono enviará de nuevo a Demetrio para romper el asedio de Atenas a manos de Casandro, infligiéndole una serie de derrotas que le obligarán a abandonar Grecia. Casandro buscará el apoyo de Lisímaco, Ptolomeo y Seleuco, quienes elaboran una estrategia común: presionar a Antígono en sus territorios asiáticos a fin de que Demetrio tenga que abandonar Grecia. La estrategia dará sus frutos cuando varios ejércitos se dirijan hacia los dominios de Antígono. Por el norte, Lisímaco en Asia Menor; por el este, Seleuco; y por el sur, Ptolomeo. Rodeado, expandirá hábilmente rumores en Palestina sobre una derrota de Lisímaco. Ptolomeo, dudando ahora las posibilidades de la campaña, se retirará a Egipto. Será en Ipsus, en el 301, donde ambos ejércitos se encuentren.

La Cuarta Guerra de los Diádocos fue el choque definitivo entre los sucesores. Antígono y su hijo Demetrio deberían combatir en varios frentes a sus rivales, produciéndose el desenlace en la batalla de Ipsos. Ver Antigua y Medieval n.º 8: Los Diádocos, guerra fratricida por el imperio de Alejandro.

Ipsus, el desenlace

La batalla de Ipsus sería el choque definitivo entre los Diádocos (ver La batalla de Ipsus en Antigua y Medieval n.º 8: Los Diádocos, guerra fraticida por el imperio de Alejandro). Allí se enfrentarían los ejércitos de Antígono frente a Lisímaco y Seleuco. A través de las narraciones de Diodoro Sículo y Plutarco, podemos conocer el desarrollo de la batalla, la más grande de su época. En el bando antigónida se agrupaban 70 000 infantes, 10 000 jinetes y 75 elefantes frente a 64 000 infantes, 10 500 jinetes, 400 elefantes y 120 carros falcados. Todo apunta a que el ejército de Antígono poseía una calidad superior tanto en infantería como en caballería, pues el ejército de Seleuco estaba conformado por tropas de origen oriental frente a las griegas y macedonias de Antígono. No obstante, el número de elefantes de los aliados superaba con creces al de Antígono. La batalla siguió los cánones helenísticos. Las líneas de falanges se enfrentarían, precedidas por los elefantes acompañados por la infantería ligera. En los flancos se produciría el enfrentamiento entre la caballería. Al mando del ala más fuerte, Demetrio arrolló a Antíoco, el hijo de Seleuco. Esta carga de caballería estaba orientada a envolver al enemigo. Se especula si la derrota de Antíoco fue premeditada, pues en su retirada logró que Demetrio, en su irrefrenable avance, le persiguiera y se alejase demasiado del campo de batalla. Simultáneamente, Seleuco envió a los elefantes de su reserva a cubrir su retaguardia, evitando que Demetrio pudiera retornar. Eliminada la amenaza de la caballería de Demetrio, Seleuco envía a su caballería ligera a rodear a Antígono y hostigar a su falange. Esta, que hasta el momento había resistido el envite de los elefantes y la infantería enemiga, ve ahora amenazada su retaguardia y empieza a descomponerse.

Ante la inminente derrota, Antígono se niega a huir, convencido en que su hijo acudirá en su ayuda. Tal era la confianza que Antígono tenía sobre Demetrio. Finalmente, abandonado por su escolta, Antígono cae alcanzado por una lluvia de jabalinas. Únicamente su amigo Tórax de Larisa permanecerá a su lado hasta el final, custodiando su cadáver. Los restos del ejército huyeron con Demetrio o se pasaron a las filas de Seleuco y su imperio dividido entre los vencedores.

Antígono Monoftalmos tuvo el funeral propio de un rey, quizá ordenado por Seleuco. A sus 81 años quedaron sus aspiraciones selladas en la batalla de Ipsus, muriendo con él el último intento de unificar el antiguo imperio de Alejandro Magno. Las fuentes antiguas ofrecen una visión desigual de Antígono, a menudo como víctima de una insaciable ambición que lo llevó a la tumba. Pero lo cierto es que la ambición que le otorgó durante más de una década la hegemonía sobre Asia no fue mayor que la de contemporáneos suyos como Casandro, Pérdicas o Seleuco. Contemplando sus logros, observamos que Antígono fue un hombre a la altura de ellos. En palabras de Plutarco, “el más grande de los sucesores de Alejandro”. A su muerte, su hijo Demetrio continuaría presente en los juegos de poder, condenado a un trágico final como rehén de Seleuco. Sería con su nieto, Antígono Gónatas, cuando su dinastía recuperara su esplendor como reyes de Macedonia.

Bibliografía recomendada:

Billows, R. (1997): Antigonos the One-eyed and the creation of the Hellenistic state. University of California Press

Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 8: Los Diádocos, guerra fraticida por el imperio de Alejandro.

Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 27: Alejandro Magno (I) – De Pella a Issos.

Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 33: Alejandro Magno (II) – De Tiro a Siwa.

Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 47: Alejandro Magno (III) – Gaugamela.

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