Don Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor nació el 1 de septiembre de 1549 en Sanlúcar de Barrameda. En 1556 muere su padre, don Juan Clarós de Guzmán, y se convierte, siendo menor de edad, en conde de Niebla. Dos años después fallece su abuelo, don Juan Alonso Pérez de Guzmán, y se convierte en duque de Medina Sidonia. Durante su infancia, su madre, doña Leonor de Sotomayor y Zúñiga, ejerce como tutora y administradora de la casa y defiende los intereses de su hijo.
En 1565, doña Leonor comienza a negociar con los príncipes de Éboli los términos del futuro enlace matrimonial que protagonizarían sus hijos. En 1566, la condesa de Niebla concertó con don Ruy Gómez de Silva y su mujer, doña Ana de Mendoza, el casamiento por palabras futuras entre su hijo don Alonso y doña Ana de Silva. Para ello, doña Leonor firmó el 22 de abril de ese año, ante Francisco Nuño de Escobar, escribano público de Sanlúcar de Barrameda, un poder en favor de Pedro de Guzmán, conde de Olivares, y Antonio de Guzmán, marqués de Ayamonte, para que trataran en nombre del VII duque de Medina Sidonia las condiciones del enlace, acuerdo que llegaría dos meses más tarde con la firma de las capitulaciones matrimoniales, el 3 de junio de 1566, con todas las condiciones, cláusulas, fuerzas, renunciaciones y penas que considerasen para cumplir con los desposorios. El matrimonio se ratificó finalmente en la corte el 4 de noviembre de 1578. Con este enlace, doña Leonor de Sotomayor aseguró el futuro de su hijo y su linaje al vincularlo con una casa que rivalizaba con la de los Medina Sidonia en fortuna, poder e influencia.
El duque poseía una de las mayores fortunas de Europa y el estado señorial más poderoso de Castilla gracias a las rentas que le dejaban sus dominios en la Baja Andalucía, destacando por encima de todas las que procedían de sus almadrabas, y la posesión de Sanlúcar de Barrameda, con los derechos derivados del cobro del almojarifazgo en su aduana a través del cargo y descargo de mercancías en sus puertos. Todo aquel poder se legitimaba en el prestigio que su linaje había ido acumulando al prestar servicio con fidelidad a la corona de Castilla desde los tiempos de don Alfonso Pérez de Guzmán, “el Bueno”, un compromiso que aparecía perfectamente representado en el lema de la casa: Praefere Patriam Liberis Parentem Decet; “Un padre debe anteponer la patria a los hijos”.
Leal servidor de la Corona
Medina Sidonia pasó sus primeros años al frente de sus estados controlando, por un lado, las costas del estrecho de Gibraltar debido a las numerosas incursiones turcas por aquellas aguas, que amenazaban las rutas comerciales atlánticas; por otro, la frontera con Portugal en la zona del Algarve debido a los intereses mostrados por la corona portuguesa en las costas africanas, y por último y no menos importante, en el control del comercio indiano, lo cual supuso un esfuerzo considerable en labores diplomáticas y de logística militar, circunstancias que permitieron a don Alonso poner sus aptitudes y recursos al servicio de la Corona para recuperar el prestigio perdido por la falta de presencia política de su linaje durante su minoría de edad. Se encargó de la repatriación del cuerpo del monarca luso Sebastián I, fallecido durante la batalla de Alcazarquivir, y de los nobles lusos supervivientes, ambos cometidos fundamentales para las aspiraciones de Felipe II al trono de Portugal.
La muerte de don Enrique de Portugal provocó que Felipe II preparase una campaña militar que asegurase su acceso al trono luso. Nombró a Medina Sidonia capitán general de la caballería e infantería de Andalucía, encargándole la defensa de la frontera con Portugal desde Ayamonte hasta la actual provincia de Badajoz, cometido que don Alonso cumplió, anticipándose al mandato regio, preparando las defensas de los lugares fronterizos y formando levas en sus dominios, medida aplaudida por Felipe II, que le instó a hacer lo mismo en el resto de los territorios que se habían puesto bajo su mando. El duque realizó varias incursiones intimidatorias en tierras portuguesas para acabar con los adversarios del Habsburgo, empleó armamento de su propio arsenal y prestó a la Corona el costo de todas las operaciones.
Felipe II premió al duque de Medina Sidonia permitiéndole asistir a su coronación. Asimismo, recibió el collar de la Orden del Toisón de Oro y fue nombrado gobernador y capitán general del Estado de Milán, cargo que no llegó a ejercer, seguramente por no ajustarse a sus intereses, puesto que una y otra vez retrasó su partida por atender los asuntos más urgentes de sus estados, y las responsabilidades militares y diplomáticas que seguía teniendo en la Baja Andalucía.
En verano de 1581 Felipe II acabó con esta situación al relevar temporalmente a don Alonso de su puesto en Milán y colocarlo al mando de una flota de diecisiete galeras para acabar con la amenaza que suponía la presencia de corsarios turcos en la franja costera que iba desde el cabo de San Vicente hasta Gibraltar.
Milán quedaba muy lejos de los intereses de Medina Sidonia, el cual anhelaba un cargo que estuviese relacionado con Portugal, puesto que tras la incorporación a la corona castellana ofrecía muchas posibilidades de crecimiento: un aumento de sus competencias militares en aguas del Estrecho, que le permitiría controlar el comercio marítimo entre el Mediterráneo y el norte de Europa, y el comercio con Indias, área en la cual don Alonso había ido acumulando tal cantidad de competencias que su presencia era imprescindible a la hora de solucionar todos los asuntos logísticos derivados del apresto de los navíos que formaban parte de la flota de Indias. De hecho, el 11 de mayo de 1586, don Alonso fue nombrado superintendente para el despacho de la flota a Nueva España y, el 9 de junio de ese mismo año, superintendente para el despacho de Tierra Firme.
Medina Sidonia y la Gran Armada
En 1587 recibió el encargo de embargar todas las naves que llegasen de tierras enemigas a puertos andaluces; llegó a detener al menos ochenta y siete navíos procedentes de los países nórdicos, Flandes, Escocia, Irlanda y Gran Bretaña, en los puertos de Málaga, Gibraltar, Cádiz, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Huelva, Lepe y San Juan del Puerto. Todos ellos resultaron enjuiciados por ser sospechosos de pertenecer a naciones enemigas. De hecho, veintidós de estos barcos formaron parte de la Gran Armada en la Escuadra de urcas.
Gracias a la ubicación de sus estados señoriales, y al control que mantenía sobre puertos estratégicos como el de Huelva, San Juan del Puerto y, sobre todo, Sanlúcar de Barrameda, claves en las rutas comerciales entre el norte de Europa y los países del Mediterráneo; a la amplia red de contactos internacionales que tenía con embajadores y comerciantes extranjeros de lugares tan dispares como Venecia, Florencia, Génova, Gran Bretaña, Alemania, Suecia o Dinamarca, y a la experiencia adquirida durante los años de servicio que había prestado a la corona organizando la defensa de las costas andaluzas y los aprestos de las flotas de Indias, además de al prestigio y las riquezas acumuladas durante generaciones por sus antepasados, el duque de Medina Sidonia se erigió como el candidato idóneo para hacerse cargo del caos que había en el puerto de Lisboa tras la muerte de Álvaro de Bazán, y de organizarlo todo según los deseos del Rey Católico, como de hecho hizo.
Si el Guzmán alegó falta de experiencia para dirigir a la Gran Armada cuando fue nombrado capitán general del Mar Océano y de las costas de Andalucía, fue porque seguramente debió intuir que la empresa de Inglaterra tenía muchas posibilidades de fracasar. Que le acusasen de falta de capacidad y liderazgo, y de marearse en alta mar, contrasta enormemente con su hoja de servicios a la Corona y con el hecho de que el rey le permitiese mantener todas las dignidades que había recibido.
Estas líneas nos sirven para descubrir a una de las personalidades más importantes e influyentes del reinado de Felipe II, maltratada injustamente, como tantas otras, por la historiografía clásica.
Bibliografía
Salas Almela, L. (2009): “Un cargo para el duque de Medina Sidonia: Portugal, el estrecho de Gibraltar y el comercio indiano (1578-1584)”. Revista de Indias, Vol. 69, N.º 247, pp. 11-38.
Salas Almela, L. (2008): Medina Sidonia: el poder de la aristocracia, 1580-1670. Madrid: Marcial Pons.
Calvar Groos, J. (1989-2014): La Batalla del Mar Océano. Corpus documental de las hostilidades entre España e Inglaterra (1568-1604), 5 vols. Madrid: Ministerio de Defensa-Armada Española.
Muy buen artículo, pero el título no lo encuentro acertado.