Este enfrentamiento se encuadra dentro de una guerra que comienza en el año 376, cuando se produjo la rebelión de un grupo de “refugiados” godos contra el maltrato sufrido a manos de los funcionarios imperiales, y que termina en el año 382, tras la muerte de Valente en Adrianópolis y la firma de la paz por su sucesor Teodosio I. Bajo esta breve (y simplificada) descripción, las comparaciones con eventos contemporáneos se han hecho inevitables, y durante mucho tiempo ha permanecido para la historiografía como el inicio de un mundo donde lo germano predominaría sobre lo romano.
Pese a todo esto, el elemento llamado “bárbaro”, en esencia cualquier individuo que no poseía una cultura greco-romana, ya estaba muy presente en el Imperio romano antes, durante y después de la batalla en el mundo romano en general, y en el ejército en particular. Lo que aquí presentamos son varias historias cortas que rodean el conflicto y que, aunque no cambian las consecuencias políticas y militares del enfrentamiento, pueden aportar una valoración distinta y más matizada de la dualidad bárbaro-romano.
Comencemos con uno de los casos que mejor conocemos: Víctor, de quien Amiano Marcelino nos informa que era un sármata que comandó la caballería romana durante la batalla de Adrianópolis. Su carrera militar, sin embargo, comenzó en el año 362 como comes rei militares del emperador Constancio II, un rango que lo identificaba como vir spectabilis, es decir un senador, y comandante de varias unidades militares en la frontera. También participó en la expedición de Juliano contra Persia[1] (ver La campaña de Juliano en Persia (363 d. C.): un análisis crítico en Antigua y Medieval n.º 29: Juliano el Apóstata); y durante el gobierno de Valente fue nombrado magister equitum, es decir comandante de la caballería, y cónsul el año 369[2]. Adicionalmente ejerció como emisario ante los godos y los persas en varias ocasiones. Durante la batalla de Adrianópolis comandó a la caballería romana del flanco derecho y cuando vio al emperador rodeado trato de acudir al rescate, pero al no encontrar tropas que le ayudaran, acabó retirándose[3]. Adicionalmente sabemos que se casó con la hija de una reina sarracena cristiana, que era un ferviente cristiano y que acabó retirado en su casa de Constantinopla en torno al año 383.[4]
Otro de estos personajes bárbaros en el lado romano del conflicto fue Frigerido, quién durante el año 377 comandaba las tropas de Panonia y el Ilírico, donde derrotó durante la Guerra Gótica al caudillo gótico Farnobius[5], estableciendo a los supervivientes de su ejército en varias ciudades de Italia. Una enfermedad evitó que estuviese presente en la batalla de Adrianópolis, aunque envió a sus tropas junto a nuestro siguiente protagonista para luchar en la batalla.[6]
Richomeres era un franco, pagano y comandante de la guardia personal del emperador de Occidente Graciano, y acudió a Adrianópolis desde la Galia con las tropas panonias e ilirias de Frigerido. Durante las conversaciones previas a la batalla, cuando los godos solicitaron rehenes que mostrasen la buena voluntad de los romanos, Richomeres fue uno de los que primero se ofreció, pensando que era algo propio de un hombre valeroso[7]. Consiguió sobrevivir a la batalla para más tarde ser nombrado magister militum per Orientem, general en el ejército oriental, en el año 383; cónsul en el año 384; y comes et magister ultriusque militae, general de todos los ejércitos del Imperio romano de Oriente, entre el año 388 y 393. En esta fecha aparece de nuevo en combate, comandando la caballería del emperador Teodosio I contra el usurpador Eugenio.[8]
Flavio Fravitta fue otro de estos interesantes personajes que rodean la historia de la Guerra Gótica del 376-382. De origen godo, sabemos que debió participar en la batalla de Adrianópolis del lado de los bárbaros, pues durante el reinado de Teodosio I (379-395) aparece como el líder de la facción gótica pro-romana. Su obstinación en mantener la paz y los acuerdos hechos con los romanos le llevó a un fuerte enfrentamiento con otros caudillos bárbaros, que concluyó con el asesinato del líder de la facción contraria a mantener estos pactos tras una cena en el palacio imperial. Después de la muerte de Teodosio I, Fravitta ocupo varios puestos de relevancia dentro del ejército romano: ocupó el cargo de magister militum per Orientem entre el 395 y el 400; y en el año 400 fue nombrado magister militum praesentalis, es decir comandante del ejército que acompañaba al emperador, para suprimir la revuelta del también godo Gainas, quién había tratado de asaltar el palacio imperial. En Constantinopla formó parte de una facción cortesana favorable al entendimiento con los bárbaros, lo que le valió ser nombrado cónsul en el año 401, si bien fue ejecutado poco después por orden de la facción rival.[9]
Entrando en personajes de los que disponemos de menos información, debemos mencionar a Modares, de quién Zósimo nos cuenta que pertenecía por su linaje a la familia real de los godos y que, tras desertar no hacía mucho junto a los romanos, había recibido, gracias a la lealtad que demostraba, un mando militar. Concretamente parece ser que tras la batalla de Adrianópolis el ejército bárbaro se dispersó para poder conseguir suministros más fácilmente, lo que llevó a que los comandantes romanos dirigiesen a las pocas tropas que quedaban en el área en una serie de pequeñas escaramuzas, entre las cuales destacó nuestro protagonista durante varios años[10]. Un destino similar tuvo Munderico, hombre que había ostentado un papel importante como comandante de la caballería goda durante los años precedentes a la guerra, que rehusó más tarde seguir a Fritigerno, y que acabó sus días como dux, es decir comandante, de las tropas romanas en Arabia, en la frontera con Persia[11].
Estas seis historias cortas, estas seis vidas, no sirven para cambiar el resultado general del conflicto, pero nos permiten acercarnos a una realidad que muchas veces se nos esconde en los matices. La vida de todos los bárbaros que vivieron dentro del Imperio romano ocuparía cientos de páginas, solo con la de aquellos que conocemos individualmente; pero aun cogiendo solamente estos pocos casos podemos ver que sirvieron lealmente y cumplieron con su deber, incluso aquellos como Fravitta o Munderico que entraron solo después de un sangriento conflicto. Por todo esto tal vez se deba comenzar a reconsiderar muchos relatos históricos y la visión que tenemos de ellos como algo mucho más complejo.
Bibliografía
- Amiano Marcelino, Res Gestae, ed. Maria Luisa Harto Trujillo. Madrid: Akal, 2002.
- Zósimo, Nueva Historia, ed. José María Candau Morón. Madrid: Editorial Gredos, 1992
- Martindale, J. R., Prosopography of the Later Roman Empire. Cambridge: Cambridge University Press, 1971.
Notas
[1] Amiano Marcelino, Res Gestae, 24.1.2.
[2] Ibídem, 26.5.2.
[3] Ibídem, 31.13.8 – 31.13.9.
[4] PLRE I, pp. 957 – 958.
[5] Amiano Marcelino, Res Gestae, 31.9.3.
[6] PLRE I, pp. 373.
[7] Amiano Marcelino, Res Gestae, 31.12.15.
[8] PLRE I, pp. 765 – 766.
[9] PLRE I, pp. 372 – 373.
[10] Zósimo, Nueva Historia, IV.25. y PLRE I, p. 605.
[11] Amiano Marcelino, Res Gestae, 31.3.5 y PLRE I, p. 610.
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