La historia militar no sabe de seguridades, no existen las campañas ganadas o perdidas desde el principio, solo circunstancias diversas, más o menos determinantes, que llevan a un resultado previsible siempre que no entre ningún elemento extraño en la ecuación. La muerte de un gobernante, una epidemia catastrófica o una maniobra mal ejecutada son otros tantos ejemplos de acontecimientos que, en contra de todas las posibilidades, pueden suponer la derrota imprevista de una nación, un ejército o una unidad menor. Partiendo de esta premisa, sería injusto manifestar que los ejércitos italoalemanes dirigidos por Erwin Rommel no tenían nada que hacer en la costa sur del Mediterráneo, y que enviarlos allí fue una equivocación grave, pero lo cierto, y a pesar de lo desesperados que llegaron a sentirse muchos generales británicos sobre el terreno tras ser contundentemente derrotados por el Afrika Korps, es que el Eje tenía muy difícil obtener una victoria en aquel escenario.
Es muy posible que los propios mandos alemanes fueran conscientes de este hecho, o al menos así parecen indicarlo tanto el nombre inicial –Sperrverband Libyen (Destacamento de Bloqueo Libia)– como el objetivo otorgados a la unidad enviada a África, cuya misión era tan solo defender la Tripolitania italiana del espectacular avance protagonizado por los británicos desde el 9 de diciembre de 1940. Para ello la habían dotado con gran cantidad de ametralladoras, piezas contracarro y tanques, de modo que aunque reducida cuantitativamente tuviera una potencia de fuego muy superior a lo normal. Desde luego, una mera misión de defensa con tropas reducidas pero poderosas debía tener muchas más probabilidades de éxito que un ataque masivo al final de una cadena logística prácticamente imposible.
Sin embargo, el Sperrverband Libyen también tenía una extraordinaria capacidad ofensiva, no solo por la potencia de fuego ya mencionada, sino también porque era una de las fuerzas mejor motorizadas de toda la Wehrmacht y porque había sido puesto bajo el mando de Erwin Rommel. Se trataba de un militar que había destacado por su espíritu agresivo en dos guerras mundiales: comandando pequeñas unidades de montaña en la primera, donde ganó la codiciada medalla Pour le Mérite; y dirigiendo la División Fantasma (la 7.ª Panzer), así llamada por la velocidad a la que desplazó durante la campaña de Francia de 1940, en la segunda. ¿Por qué enviar a un general tan claramente ofensivo a cumplir una misión de bloqueo? Algunos historiadores han llegado a afirmar que el poco aprecio que le tenía el alto generalato pudo haber sido una de las razones y que, simplemente, lo enviaron a un escenario secundario para quitárselo de encima, pero no hay una respuesta clara. En todo caso, no cabe duda que cuando Rommel partió hacia África no lo hizo con la intención de quedarse a esperar el ataque enemigo. Pensaba ser él quien llevara la batuta y lo derrotara, llegar hasta El Cairo y tomar el canal de Suez; incluso es posible que, de algún modo, el alto mando alemán estuviera dispuesto a asumir esta posibilidad, por eso el Sperrverband perdió su nombre inicial para convertirse en 5.ª División Leichte (ligera), un nombre de por sí mucho menos estático.
No obstante, cuando Rommel empezó a argumentar a favor de una ofensiva, se le dijo que no, y tuvo que cambiar de táctica para salirse con la suya. Primero fueron pequeñas escaramuzas entre unidades de reconocimiento de patrulla en el desierto profundo, luego la toma del fuerte de El Agheila el día 24, el ataque a Mersa Brega el 31 y la gran ofensiva contra las tropas aliadas en Cirenaica durante el mes de abril. ¿Desobedeció Rommel sus órdenes al pasar al ataque? En realidad, el alemán se basó en la teoría de la táctica-misión, pieza clave de la filosofía militar alemana que especificaba, grosso modo, que cada oficial sobre el terreno debía poder elegir la mejor manera de cumplir la tarea encomendada. Es decir, consideró que la mejor manera de defender Tripolitania era expulsar al enemigo de Cirenaica, e incluso de Egipto. Sin duda el argumento no carecía de peso, pero al hacerlo desencadenó las circunstancias que lo llevarían, irremisiblemente pues no se produjo ningún suceso imprevisto, a la derrota.
La primera pieza clave de su fracaso fue la incapacidad de tomar Tobruk una vez alcanzada la fortaleza. Primero, con la confianza puesta en que los defensores no estarían preparados, lo intentó por medio de varios asaltos desencadenados sobre la marcha para romper el perímetro y hacerse con el puerto. Se trata de las ofensivas desencadenadas entre el 9 y el 17 de abril, todas las cuales fracasaron. Luego, organizó un ataque bien planeado, la batalla de mayo contra Ras el Madauar, con la que si bien consiguió pegarle un “mordisco” al perímetro, no logró romperlo.
Como consecuencia de esto, y se trata de la segunda pieza clave, Rommel se encontró virtualmente cercado, pues si dirigía su atención y sus fuerzas hacia Egipto corría el riesgo de ser atacado por la espalda desde Tobruk, y si se concentraba en romper las defensas de la fortaleza para conquistarla, entonces daba la espalda a las tropas británicas provenientes de Egipto. ¿Qué solución podían aplicar los alemanes a este dilema? Lo más fácil hubiera sido acumular tropas suficientes en el norte de África como para enfrentarse a ambas amenazas a la vez, cosa que no se llevó a cabo por dos motivos. En primer lugar, que Hitler había girado la mirada hacia la Unión Soviética y África no era más que un escenario secundario que, si logró cierta relevancia mediática, era porque allí había un general que obtenía victorias fulgurantes y aparentemente decisivas, aunque en realidad nunca llegaron a serlo. En segundo lugar, porque el Eje nunca dispuso de una cadena logística y de unas líneas de comunicación capaces de otorgarle la victoria en el norte de África.
Sin duda, la tercera pieza clave de la derrota final de Rommel fue la carencia de unas líneas de suministro seguras. A primeros de 1944 los alemanes llegaron a decir, con sarcasmo, de la cabeza de playa aliada en torno a Anzio que se trataba del campo de prisioneros autoabastecido más grande de la historia, pero no cabe duda que dicho título correspondía al norte de África, donde los ejércitos del Eje se enfrentaron a una doble amenaza contra sus líneas logísticas: las flotas de superficie de la Royal Navy, que se convirtieron rápidamente en dueñas del Mediterráneo; y la aviación y los submarinos basados en Malta, a caballo sobre las rutas marítimas entre Italia y Libia y magníficamente orientados por el servicio de escucha y decodificación británico conocido como “Ultra”.
Finalmente, Rommel y el alto mando alemán fueron incapaces o bien de refrenar su ambición o bien de poner los medios suficientes como para mejorar la situación logística del Afrika Korps. Hasta noviembre de 1941 las tropas del Eje se convirtieron en prisioneras de la fortaleza cercada de Tobruk, que les impidió desarrollar una ofensiva decisiva hacia Egipto cuando el Reino Unido era más débil, y entonces fueron ellos los atacados y expulsados de vuelta a la frontera de Tripolitania. En 1942 los alemanes volvieron al ataque y consiguieron no solo tomar el puerto maldito sino también llegar hasta El Alamein, prácticamente en Alejandría, donde tuvieron que lidiar con una ruta de suministros imposible y un enemigo cuyo poderío había crecido exponencialmente gracias a la entrada en guerra de los Estados Unidos. La victoria británica en El Alamein, prácticamente coetánea a los desembarcos aliados en Marruecos y Argelia (Operación Torch), obligaron a Rommel a retirarse de nuevo, esta vez hasta Túnez, más allá de Libia, abandonando definitivamente los campos de gloria de los dos años anteriores.
Es llamativo que a estas alturas el OKW siguiera enviando tropas a África, alimentando el campo de prisioneros hasta que la derrota final a primeros de mayo supuso un desastre cuantitativamente similar al de Stalingrado, en el que, aunque las cifras varían, el Eje pudo perder alrededor de un cuarto de millón de hombres entre muertos, heridos y prisioneros.
También, creo yo, la victoria aliada se debio a la unificación del mando británico bajo el liderazgo de Montgomery en el 8 ejército y Alexander como comandante supremo en África. Pero muy buen numero y articulo.
Próximo número: El Alamein.