Desde el siglo XVI el fenómeno de la piratería berberisca se había vuelto endémico, sobre todo debido a la financiación y apoyo que suministraba el Imperio otomano, multiplicándose los asaltos que se realizaban desde las plazas costeras como Argel contra las poblaciones del reino de Granada. Para luchar contra esta piratería, Castilla había ocupado varias plazas fuertes en el norte de África (Melilla, 1497; Mazalquivir, 1505; Orán, 1509; Trípoli, 1510) y durante el reinado de Carlos V se rearmó y reforzó la armada de galeras, protagonizando nuevos enfrentamientos con los berberiscos en Túnez (Jornada de Túnez, 1535) y Argel (Jornada de Argel, 1541) y aplicando una nueva estrategia de defensa mediterránea.
Durante el reinado de Felipe II muchas de las plazas se perdieron, pasando a plantear la defensa de las costas de las penínsulas italiana e ibérica en las llamadas “galeras de España”, que se encontraban divididas en dos escuadras: una al mando del genovés Juan Andrea Doria, concentrada en la plaza siciliana de Mesina, con el objetivo de controlar el canal de Sicilia y acudir en socorro y defensa de la costa meridional y oriental de Italia; la otra escuadra estaba al mando de Juan de Mendoza y se encontraba concentrada en Cerdeña, con el objetivo de eliminar a los corsarios y socorrer a las plazas de Levante y el norte de África así como de realizar una campaña veraniega anual por las islas del Mediterráneo occidental. Esta última escuadra estaba compuesta por veintiocho galeras: doce de la escuadra de España, seis de Nápoles, seis del marqués Antonio Doria, dos del particular Bendineli Sauli, y otras dos del particular Estefano de Mari.
En julio de 1562 comenzó el asedio de Orán y Mazalquivir, dos de las últimas plazas fuertes en el norte de África, por parte de los berberiscos, por lo que Felipe II dio orden a Juan de Mendoza de acudir a socorrer ambas plazas. Así comenzó la travesía de la escuadra hacia Málaga para reabastecerse y donde a los 2100 soldados, 1250 marineros y 3600 remeros, se debían sumar las mujeres y familias de los soldados de Orán. Era el viaje hacia el naufragio.
Tras aprovisionarse en Málaga, la escuadra esperó viento favorable, pero el 18 de octubre a partir de las siete de la tarde comenzó a picarse por levante debido al mal tiempo (la llovizna sería persistente durante todo el suceso), lo que sumado a lo expuesto que se encontraba el puerto de Málaga al oleaje del este, llevó a Mendoza a ordenar que se abandonase la ciudad para dirigirse a la bahía de La Herradura. Esta era una bahía muy conocida por navegantes, corsarios y hasta por el propio Mendoza, que ya había salvado a la escuadra allí en dos ocasiones, pues solía dar refugio al estar resguardada por poniente por Cerro Gordo y por levante por la Punta de la Mona.
Desde el comienzo, sin embargo, empezó a haber problemas: tras salir a remo del puerto y avanzar unos pocos kilómetros en torno al actual Rincón de la Victoria, desapareció el viento de levante y comenzó a soplar de tierra, provocando que una de las galeras napolitanas, la Caballo, embistiese a la Soberana, de la escuadra de España, y tuviese que ser remolcada. Tras una pequeña tregua en que el viento sopló hacia el suroeste, en torno a Nerja volvió a soplar a levante, forzando a las galeras a volver a desplazarse con la fuerza de los remos hasta llegar finalmente a La Herradura.
En torno a las diez de la mañana del día siguiente, las naves comenzaron a situarse en la parte oriental de la bahía, finalizando la maniobra en torno a las once, cuando el cielo ya había comenzado a escampar y la Punta de la Mona les resguardaba del molesto y peligroso viento de levante. Fue media hora de descanso. El viento del suroeste volvió y trajo consigo el fuerte temporal: vientos de casi 100 km/h, olas de entre seis y nueve metros. La rapidez y fuerza con la que la naturaleza sacudió a la escuadra impidió incluso que hubiese tiempo para levar anclas, quedando las galeras empujadas las unas contra las otras o contra los riscos de la Punta de la Mona. La Santángel perdió su timón y fue arrastrada hasta la playa; la Patrona y la Caballo volcaron sobre sí mismas; la Bárbola chocó con un peñón y fue arrastrada hasta la playa; La Capitana, nave que mandaba Mendoza, fue embestida por las olas hasta que fue atravesada por ellas. Mientras las gentes trataban de nadar en el mar, pero la resaca del mar, los maderos y todos los objetos que flotaban no dejaban de chocar con ellos, matando a muchos. Así murió Juan de Mendoza, cuando el palo de su nave le golpeó en la cabeza mientras intentaba nadar y lo arrastró al fondo del mar.
Cuando a las cuatro de la tarde se calmó la tempestad, de las veintiocho galeras, veinticinco quedaron en el fondo del mar, salvándose solo la Mendoza, la Soberana y la San Juan, las tres pertenecientes a la escuadra de España, gracias a que consiguieron rodear la Punta de la Mona poco después de que comenzase el temporal. Es complicado conocer cuál fue el número de pérdidas humanas, baste con saber que de La Capitana se salvaron cinco personas de un total de más de cuatrocientas. Quienes mejor suerte tuvieron fueron los galeotes, pues de los 3600 pudieron salvarse 1740 gracias a que Mendoza ordenó liberarles, aunque más tarde serían capturados de nuevo y vueltos a poner en galeras.
La destrucción en apenas tres horas de la escuadra de galeras de España, que debía socorrer a Orán y Mazalquivir, dio un nuevo impulso al asedio al que los berberiscos sometían a ambas plazas. Para socorrerlas hubo que enviar a parte de la escuadra de Mesina al mando de Andrea Doria, debilitando aquella que guardaba el estrecho de Mesina y que vigilaba a la escuadra otomana, junto con las que se pudieron reunir de Barcelona y Génova, al mando de Álvaro de Bazán y Francisco de Mendoza, primo del difunto Juan de Mendoza. Aunque esta escuadra tuvo éxito en levantar el sitio de ambas plazas y apenas una década después derrotaría a la armada otomana en la batalla de Lepanto (1571), el naufragio de La Herradura estuvo cerca de poner fin a la presencia española en dos baluartes clave y tensó la resistencia y operatividad de la armada española en el Mediterráneo central.
Bibliografía
Fernández Duro, C. (1867): Naufragios de la Armada Española. Madrid.
García Castro, F.J. (2018) “El origen de la Armada española en el Mediterráneo” en Desperta Ferro Especial XIV.
Sánchez-Laulhé, J.M. y Del Carmen Sánchez, M. (2012) “Meteorología en el naufragio de la flota Española de Galeras en La Herradura (Almuñécar) en 1562” en Boletín AME 38.
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