Se suele decir que “una imagen vale más que mil palabras”, pero cuando se trata de la Antigüedad y de su interpretación por parte de un artista, a veces estas representaciones pictóricas, escultóricas, literarias o cinematográficas no nos ayudan en nada a los historiadores, ya que llevan al espectador a creerlos a pies juntillas, produciendo graves errores que se enquistan de tal forma en la sociedad que nuestra tarea de extirparlos se convierte en algo bastante complicado y, más aún, cuando películas y novelas se dan por tan válidas como si fuesen ensayos y no se tiene una visión crítica de estas. Así que es importantísimo tener siempre bien presente la premisa de que cualquiera de las artes que utilizan una imagen del pasado no tiene por qué ser fidedigna, dado que se trata de una interpretación del artista.

Pollice verso gladiadores

Pollice verso (1872), óleo sobre lienzo por Jean-Léon Gérôme (1824-1904), Phoenix Art Museum, Phoenix, Arizona.

De sobra es conocido el caso del cuadro de Jean-Léon Gérôme titulado Pollice verso (1872), que ha perpetuado la imagen del final de la vida de los gladiadores indicada con un pulgar hacia arriba o hacia abajo. Ha llegado a reproducirse esta interpretación hasta tal punto que hoy en día se ha convertido en un icono y forma parte de nuestro día a día en los emoticonos en redes sociales o en el móvil. Una imagen equivocada.

Algo similar al cuadro de Gérôme es lo que ocurrió con la idea de que la mujer en los espectáculos romanos era la de un mero objeto sexual, un icono erótico e incluso una visión pornográfica que servía para reavivar los instintos sexuales más básicos de los antiguos romanos. Pero si bien nos resulta más verosímil la negación de la obra de arte pictórica, no ocurre lo mismo con las películas, que, por lo general, el público las entiende como documentales novelados. Gran error.

The sign of the cross el signo de la cruz

Cartel promocional del film The sign of the cross (1932), estrenada en España bajo el título El signo de la cruz.

No fue hasta 1932 que apareció en el cine la imagen de una gladiatriz y fue en la magistral obra titulada The sign of the cross, una película del sello Paramount, dirigida y producida por Cecil B. DeMille y protagonizada por Fredric March, Elissa Landi, Claudette Colbert y Charles Laughton, basada en la novela homónima que Wilson Barrett escribió en 1895. No se trata de la primera versión de esta novela, que ya se había llevado a la gran pantalla en dos ocasiones anteriores: una de la mano del británico Sigmund Lubin en 1904 y otra en 1914, también por Paramount y dirigida por Frederick A. Thomson.

El signo de la cruz. La mujer en el Coliseo

El argumento de The sign of the cross, que en España puede verse bajo el título El signo de la cruz, se desarrolla en la Roma de Nerón tras el famoso incendio, cuando el emperador busca a los cristianos culpables de quemar la ciudad para llevarlos a la arena y allí ejecutarlos. El protagonista, Marcus Superbus, prefecto de Roma y pagano, se enamora perdidamente de la cristiana Mercia, que es la hija de uno de los cabecillas instigadores del incendio. Hasta el momento una historia sencilla, pero DeMille no quiso quedarse ahí y a la trama le añadió una fuerte carga sexual, así que durante el film se desarrollan escenas (recordemos que la película es de 1932) de orgías, sadismo, homosexualidad masculina y femenina, acoso sexual… que consiguió llegar al mercado sin ningún corte, porque aún no estaba instaurado el “código censor”. La película costó unos 650 000 dólares y fue rodada en tan solo ocho semanas. Fue un éxito de taquilla y obtuvo una nominación a los Oscars a la mejor fotografía por el trabajo de Karl Struss. La escena que la hizo famosa es la de Popea bañándose en una piscina de leche de burra donde se desarrolla una ficción lésbica que el director solo deja intuir, y es que DeMille era un artista jugando con la imaginación del espectador.

Claudette Colbert en El signo de la cruz en 1932

Claudette Colbert en El signo de la cruz (1932), tomando un baño en leche de burra.

Además, en lo que aquí nos interesa, se trata de la primera película donde aparecen mujeres en la arena del anfiteatro sin que se tratase de una virginal cristiana mártir, personaje que ya había aparecido con anterioridad en otros títulos. Podemos ver en la película (1.29 h) el desarrollo de una jornada de espectáculos en la antigua Roma. Una interesante imagen, que no cabe duda, puede responder a muchas cuestiones sobre la idea que actualmente tenemos de la participación femenina en los espectáculos romanos, que incluso algunos investigadores hoy en día defienden.

El guión que se desarrolla en la entrada al anfiteatro no tiene desperdicio, unos comentarios que dan, junto al desarrollo de las escenas posteriores, una imagen del antiguo romano como truculento, masoquista, insensible y sádico, además de frío y sin sentimientos, idea que se repite en las gradas del anfiteatro durante el tratamiento de los juegos. Comienza el espectáculo con una tradicional lucha de gladiadores y, después, se van intercalando escenas de ejecuciones mediante elefantes, tigres, cocodrilos y un gorila, con la de otros atletas como púgiles, e incluso se atreve con alguna venatio. Sin duda, aunque (de nuevo me reitero) es una interpretación libre, tras la película ha habido un estudio de la documentación histórica. Curiosamente, hoy nos llama la atención que en el film no aparece prácticamente sangre y que las escenas truculentas son insinuadas para después pasar a dirigir la cámara a las caras de los espectadores, que lo dicen todo. El director juega de esta forma con las escenas de pánico de los que van a morir y de los espectadores que miran con frialdad, gritan, lloran, se tapan los ojos y realizan mil gestos, una magnífica técnica, como ya he destacado varias veces, para que nuestra imaginación rellene los vacíos. Las escenas que se van sucediendo y aquellas donde aparece una actriz se cargan de una fuerte sexualidad, mucho más allá del erotismo simple.

Gladiatriz

Gladiatriz contra pigmeo, enemigo esperpéntico que colabora en la caricaturización de la imagen ya barbarizada de la gladiatriz.

Las mujeres que aparecen en la arena son de tres tipos: las condenadas a muerte que obviamente son ateas, las gladiatrices y las cristianas que también van a morir. Es curiosa la escena del segundo caso, de la lucha de gladiatrices. El director nos da una imagen bastante horripilante de ellas. La lucha se desarrolla contra pigmeos, es Estacio quien nos habla de ello en sus Silvas I 6, 50-55. El director destroza la imagen heroica y valiente de las gladiatrices con la de una mujer bárbara, sucia, desaliñada, que más parece una mujer primitiva que un mito erótico, que ciertamente nada tiene que ver con las gladiatrices de las fuentes: una luchadora de similares características a la versión masculina.

Pero la erotización de la mujer, la que ha llevado a la malinterpretación de las fuentes, y a que aún hoy tengamos una imagen equivocada del personaje femenino en estos espectáculos, viene de la mano de las ejecuciones de condenadas o damnatio ad bestias. Las escenas de la película nada tiene que ver con la cruel realidad que las fuentes nos cuentan: mujeres desnudas, atadas, sexualizadas. Una de ellas es ejecutada por cocodrilos y otra violada por un gorila supuestamente hasta la muerte, claro. De nuevo las imágenes no salen, pero sí las caras del público. En escena aparecen ellas con una especie de halo, probablemente el director utilizase algún tipo de filtro y una luz directa que da a la piel de las reas una imagen virginal, blanca, desnudas, solo se tapan con unas guirnaldas de flores que se enroscan alrededor del cuerpo, pero al aparecer la actriz de perfil se distinguen perfectamente las curvas femeninas, más que insinuadas son mostradas sin ningún recato.

Este fotograma de la película es lo suficientemente explícito como para necesitar un pie de imagen…

Sin duda, lo que pretendía hacer el director era resaltar la imagen de pureza cristiana decorosa y decente, frente a la de la barbarie pagana desnuda, pero aún así tuvo que enfrentarse a varias críticas de organizaciones cristianas que veían que la fuerte carga erótica de la película corrompía la historia del cristianismo y podía llevar a la perdición el alma del creyente del siglo XX.

Lo cierto es que la imagen del director es un retrato totalmente infundado, que nada tiene que ver con lo que sobre estas mujeres nos cuentan las fuentes: ni sobre la fuerte connotación sexual y erótica de estas luchas que así interpreta el director de la película, ni sobre la desnudez de los cuerpos de las ejecutadas, ni sobre el papel que jugaban dentro del espectáculo las mujeres, ni sobre la mujer casi animal de las gladiatrices. En definitiva, una película, ciencia ficción, como muy bien ha sido descrita: una epopeya de sexo y religión.

BIBLIOGRAFÍA

BIRCHARD, R. (2004), Cecil B. DeMille’s Hollywood, University Press of Kentucky.

BLACK, G.D. (1996), Hollywood Censored: Morality Codes, Catholics, and the Movies, Cambridge University Press.

BRUNET, S. (2013), “Women with swords” en Paul Christesen y Donald G. Kyle, Sport and spectacle in Greek and Roman antiquity, John Wiley & Sons.

LANDAZURI, M. The sign of the cross (visto aquí el 8/7/2017).

MUÑOZ-SANTOS, M.E. “La mujer y los espectáculos romanos”, Revista Veredas da História, VOL. 9, Num. 1, 2017 (en prensa).

SOLOMON, J. (2002), Peplum, el mundo antiguo en el cine, Alianza Editorial.

ZOLL, A. (2002), Gladiatrix, the true story of history’s unknown woman warrior, Berkley Boulevard Books.

Enlaces interesantes

La novela original

The sign of the cross (1914)

Trailer de The sign of the cross (1932)

 

 

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