Siendo la saga literaria y al mismo tiempo el show televisivo más exitoso de los últimos años, Juego de Tronos (o Canción de Hielo y Fuego como se llamaba originalmente) debe buena parte de su éxito a sus bien entretejidas intrigas políticas, sus complejos personajes en constante evolución, y a lo bien que está construido el mundo de fantasía de George R. R. Martin, quien ha sabido armonizar las cantidades justas de realismo y de elementos fantásticos. De este modo, aunque en este mundo pululan criaturas y seres de leyenda (dragones, hechiceros, etc.), de los que es conveniente recordar que buena parte de la gente de Poniente o incluso de Essos considera que no son más que cuentos de viejas y leyendas, ello no impide que veamos en él profundos paralelismos con el pasado de nuestro mundo que lo hacen parecer un mundo vivo y creíble a los ojos del lector y el espectador.
Las tierras de Poniente como un reflejo de la Edad Media europea
Esto último se puede apreciar claramente si realizamos un «breve” recorrido por el mundo de Juego de Tronos, comenzando por el vasto continente de Poniente, donde se desarrolla buena parte de la trama principal, cuyos siete reinos transpiran la esencia de lo que la cultura popular entiende por época medieval: poderosos señores feudales pertenecientes a familias de rancio abolengo, famosos caballeros (y otros que más bien son monstruos en armadura) con espadas legendarias, etc. De hecho, en su propia historia se pueden ver claras influencias, entre otras, de la Inglaterra medieval en eventos como la invasión de los ándalos (que recuerda a la colonización anglo-sajona de la antigua Britania), o la conquista de casi todo Poniente por Aegon I el Conquistador y sus hermanas (Dorne demostró ser un hueso demasiado duro de roer incluso para el rey dragón) que se basa claramente en la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador.
En cualquier caso, no solo de la historia de las islas británicas se nutre la de los reinos de Poniente, sino que también se inspira en el pasado de otros países europeos. Sin ir más lejos podemos tomar como ejemplo el caso del sureño reino de Dorne, el cual está basado en una buena medida en al-Ándalus y en otras culturas “orientales”. Y es que su misma fundación por un grupo de exiliados rhoynar encabezados por la reina guerrera Nymeria, se asemeja mucho a la leyenda de Dido de Tiro y la fundación de la ciudad de Cartago. Así como también la orden que dio de quemar las naves con las que habían llegado a las costas de Dorne recuerda a dos anécdotas históricas: una protagonizada por Alejandro Magno, que ordenó quemar su flota frente a las costas de Fenicia para “animar” a sus soldados a continuar su lucha contra las ciudades fenicias, o el protagonizado por el propio Hernán Cortés cuando hundió sus naves para dejar a sus hombres sin otra opción que continuar con la conquista de México eliminada la opción de retirarse a Cuba.
Retornando con la influencia andalusí, está se puede apreciar igualmente en otras muchas facetas de la sociedad dorniense, siendo quizás una de las más destacadas su forma de guerrear. En los libros se describe con frecuencia como los dornienses, a diferencia de sus vecinos del otro lado de las Marcas Dornienses (¿una referencia a la Marca Hispánica del Imperio carolingio?), prefieren combatir a caballo usando lanzas, armas arrojadizas (como jabalinas y llevar armaduras ligeras que les permitan moverse con mucha mayor agilidad y rapidez que sus rivales de las Tierras de la Tormenta o del Rejo (aunque eso no quita que también dispongan de caballería pesada, aunque en menor número). Asimismo, también se difieren de sus vecinos norteños en sus tácticas de combate: el “tornafueye” esto es la táctica retirarse y volverse de repente hacia sus perseguidores para asaetearlos, organizar mortíferas emboscadas aprovechándose de su mejor conocimiento del terreno, el empleo de la guerra de guerrillas frente a un enemigo por lo general muy superior en número, etc. En fin, toda una serie de tácticas y estrategias que les han proporcionado muy buenos resultados a los dornienses a lo largo de su larga historia, ya fuera en el momento de defenderse de las incursiones de sus vecinos o incluso de los intentos de conquista de los Targaryen, todos los cuales acabaron finalmente en desastre.
También es bueno recordar que, si Dorne es visto con una mezcla de extrañeza y fascinación por el resto de los siete reinos ya sea por sus “curiosas costumbres” (promiscuidad sexual, igualdad de derechos para los hombres y las mujeres, etc.) o por la variedad étnica de sus habitantes (frente a la simple diferenciación entre descendientes de los primeros hombres y de los ándalos del resto de Poniente), a pesar de todo sigue formando parte de la ecúmene, esto es, del “mundo conocido” por la mayor parte de la gente de Poniente. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de las tierras y pueblos de más allá del Mar Angosto, de los cuales la mayoría de los “ponientis” solo conocen de oídas y rumores que se entremezclan con todo tipo de leyendas. Un verdadero “Mundo de Maravillas” donde se codean príncipes, comerciantes, mercenarios y piratas con extraños sacerdotes, asesinos “cambia caras” y hechiceros. Y cuyas magníficas y varias veces milenarias ciudades son frecuentadas por comerciantes y hombres de fortuna o desterrados (como el príncipe Oberyn Martell, la “Víbora Roja”, el defenestrado caballero sir Jorah Mormont o los mercenarios de la “Compañía Dorada”).
El continente de Esoss como una reedición de la fascinación por el Oriente medieval
Aquí podemos ver una vez más la influencia en la obra literaria de Martin del mundo antiguo y medieval, ya que se podría decir que las tierras de Essos constituyen un trasunto de las civilizaciones y pueblos del Mediterráneo central y oriental. Así las ciudades libres (Pentos, Braavos, Lys, Myr, etc.) las más cercanas a las costas de Poniente vendrían a representar el mismo papel que las ciudades-estado italianas de la Edad Media y el Renacimiento (enfocadas en el comercio marítimo, dependientes de ejércitos de mercenarios para sus guerras, etc.), esto es el de intermediarias entre Occidente y Oriente.
Aunque de todas ellas Braavos es el ejemplo más paradigmático, dada sus numerosas semejanzas con la Venecia histórica (su enorme poder naval, la riqueza e influencia de su Banco de Hierro, y su misma fundación por un grupo de esclavos fugitivos de Valyria que se asemeja a la historia de los refugiados de Aquilea que fundaron Venecia). Y si continuamos hacia el sureste nos encontraremos con la ciudad de Volantis, una antigua y orgullosa colonia heredera de Valyira dotada de ciclópeas murallas sobre las que se celebran carreras de cuadrigas, y que está dividida en dos zonas: la habitada por los orgullosos descendientes de Valyria y la habitada por la “chusma” extranjera constituida por mercenarios, mercaderes, etc. (una división en dos distritos diferenciados que recuerda a la de Constantinopla entre las zonas romana-griega y la latina situadas en lados opuestos del estrecho del Bósforo). Es además una urbe muy apegada a sus ancestrales costumbres, en las que se volcó completamente tras un intento infructuoso por reconstruir el antiguo imperio valyrio (¿quizás una analogía del intento del emperador Justiniano de restaurar a su máxima extensión el Imperio romano que finalmente acabo en fracaso?).
Asimismo, es bueno recordar que la mayor parte de estas metrópolis y sus vecinas (las ciudades ghiscarias, etc.) deben pagar tributo a los temibles guerreros dotrakhi, que dominan las estepas divididos en multitud de khalasares desde su “capital” Vaes Dothrak, adornada con las estatuas de los dioses de todas las ciudades que han saqueado a lo largo de los siglos, todo lo cual hace referencia claramente a grandes imperios y confederaciones esteparias (hunos, turcos, mongoles, etc.) y a ciudades legendarias como Karakorum.
Finalmente, todavía hay muchos más pueblos y culturas en el lejano oriente: Yi Ti, Asshai de la Sombra, Leng, etc. que despiertan la fascinación de las gentes de Poniente, y a los mismos lectores, al igual que lo hacían el oriente islámico, la India o China en la imaginación de los europeos de la Edad Media. Así que solo podemos cruzar los dedos, o rezar a los Siete, para que surja algún Marco Polo de la pluma de Martin que nos transporte hasta esas lejanas tierras de maravillas sin fin.
El presente relato forma parte de las cinco piezas seleccionadas entre las participantes en nuestro Concurso de ensayo Winter is Coming. El mundo medieval en Juego de tronos, premiadas con un ejemplar del libro de Carolyne Larrington.
Muy bien explicado. Me ha gustado mucho.