Si pensamos en Egipto, muy probablemente vengan a nuestra cabeza las imágenes de colosales monumentos y pirámides que han hecho al mundo dar explicaciones sobre su construcción que más rozan la ficción que la realidad. Lo cierto es que la función de las pirámides no era otra que el viaje del faraón por sus cámaras hacia las estrellas, hacia los reyes del pasado. La pirámide miraba hacia el norte para facilitar la llegada del recién fallecido soberano al dominio del dios Sol. Las entradas que hoy vemos en las pirámides, por tanto, no eran sino salidas.
Su gigantesco tamaño emulaba al primer trozo de tierra que en el mito de la creación surgió frente al agua; pretendía marcar el paisaje, surgir del mar del desierto. Pero en ese mar eran también un faro para los saqueadores y ladrones de tumbas. A partir de la dinastía XVIII (1500 a. C.), los enterramientos reales cambiaron y pasaron a ser construidos de forma subterránea en un valle oculto del desierto: Deir el-Bahari, el Valle de los Reyes. A partir de la dinastía XX, el saqueo de estos lugares se convirtió en algo habitual y los sacerdotes y altos funcionarios comenzaron a realizar inspecciones e informes en los que se mencionaba el estado de las tumbas.
SAQUEOS DE MOMIAS
Las riquezas de las tumbas no solamente atraían a simples ladrones o bandidos sino a auténticos profesionales del saqueo que, en ocasiones, sobornaban al personal estatal que había colaborado en la construcción de la tumba. También los propios faraones expoliaron algunas para reciclar los ataúdes, episodio común entre miembros de una misma familia. Aun así, el Valle de los Reyes fue poco a poco siendo olvidado en el tiempo hasta su “redescubrimiento”. Antes del hecho oficial en 1881, el lugar ya había sido encontrado por una familia de Luxor. El Servicio de Antigüedades se percató que una serie de objetos estaban apareciendo en el mercado con un origen desconocido y comenzó a investigar el caso. La familia Abd el-Rassul confesó y dirigió a las autoridades a la puerta de su hallazgo. Aunque hay un amplio debate sobre cuáles fueron las circunstancias en las que fue descubierto el Valle de los Reyes, Mohammed afirmaba que sucedió cuando estaba buscando a una de sus cabras, caída en un pozo cercano. Sea cual fuere la verdad, resulta sospechoso que en todas versiones, después de casi 3000 años de su cierre original, la entrada estuviese libre de escombros.
En realidad, la pasión por Egipto se había desatado ya en el siglo XIX. Je tiens l’affaire! exclamaba Champollion tras descifrar la piedra Rosetta en 1822. La joven arqueología se basaba entonces en la excavación casi brutal de los yacimientos en busca del objeto sin detenerse a escuchar su historia. La subida del otomano Mehmet Alí al gobierno de Egipto y su deseo por agradar internacionalmente convirtieron a Egipto en el paraíso de los museos europeos y coleccionistas privados. Las reliquias egipcias terminaron en las vitrinas del British Museum, el Louvre o el museo de Turín, y siendo el centro de los gabinetes de curiosidades expuestos en las fiestas de coleccionistas, cuyas entradas se agotaban rápidamente y en las que las momias jugaban un papel protagonista. En ocasiones, consistían en liberar a la momia de todos sus vendajes. Con la ayuda de médicos y cirujanos se diseccionaban ante la atenta mirada del público. El cirujano y anticuario Thomas “Momia” Pettigrew se hizo conocido en Londres por sus disecciones. En su monografía Historia de las momias egipcias afirmaba que las momias eran la nueva droga vendida por los boticarios.
Egipto nunca se ha librado del saqueo y del expolio, las guerras, las mafias y la dominación colonial se han encargado de ello. Pero el Antiguo Egipto, testigo del pasado africano, se mantiene orgullosamente en pie mirando a las estrellas, hacia los grandes reyes del pasado.
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