Sin embargo, la toma de influencias por parte del escritor no se limita a la historia medieval inglesa sino que se extiende a todas las épocas históricas, ya sean reales, inventadas o a medias. Para muestra un botón; la Rebelión de Robert, que puso fin a la dinastía Targaryen, sigue un patrón muy parecido a la semilegendaria guerra de Troya, que podríamos situar, aproximadamente, a finales del segundo milenio antes de nuestra era.
A pesar de todo, no osaríamos afirmar que el Poniente de Martin es simplemente un inmenso patchwork confeccionado a partir de retales de historias ya existentes a las cuales ha cambiado el nombre y apellidos de sus protagonistas. Ha tomado como inspiración mayoritaria, especialmente a nivel tecnológico y cultural, la Edad Media pero, adjudicando a su mundo un nombre ficticio, se ha arrogado a sí mismo la libertad para hacer y deshacer a su antojo sobre estas historias vividas o creadas terceros.
Es cierto, Martin toma prestadas historias pero las “martiniza”, lo cual, muchas veces, y que se me disculpe el chiste malo, significa martirizarlas. Y si no que se lo pregunten a Robert/Menelao quien, en vez de recuperar a Lyana/Helena, tuvo que conformarse con amarla desde el otro lado de la tumba al más puro estilo del amor de lonh trovadoresco mientras, a su lado, Cersei/Clitemnestra y Jaime/Egisto buscaban el momento idóneo para quitarse de en medio a este Baratheon que, ahora, ha pasado de Menelao a Agamenón.
Sin embargo, y pese a que el autor toma prestadas historias de muchas épocas y culturas diferentes, su Poniente, y la mayor parte de las tierras que lo rodean, están ambientadas principalmente en la Baja Edad Media europea, tanto a nivel cultural como social y tecnológico. No sabemos ni, creo, se puede saber, si Martin refleja fielmente las condiciones de vida de los habitantes de la Europa de la época; ni él ni nosotros estábamos entonces y cualquier estudio a posteriori no es sino un relato construido en base a impresiones y análisis “de segunda mano”.
Así, igual que los historiadores profesionales, el padre del Mundo de Hielo y Fuego recurre a lo que tiene más a mano; las fuentes de la época. Otra cosa es la finalidad con la que Martin se documenta, que no es la de hacer una manual de historia bajomedieval sino una obra de ficción que, por muy monumental y poliédrica que sea, no deja de tener el objetivo de entretener más que el de divulgar un conocimiento. Sin embargo, como el mismo autor tiene más que claro y no se cansa de repetir en su obra, una cosa son los textos escritos y otra de muy diferente quién los ha escrito, con qué objetivo y qué grado de fidelidad guarda con la realidad.
El ejemplo más claro de esta dicotomía es el caso de Sansa Stark. La mayor de las hijas del señor de Invernalia se forjó su idea del mundo a través de las canciones que oía cantar a bardos y juglares y de las historias de amor que eran de común conocimiento entre los norteños. No sería del todo inverosímil que alguna de las muchachas de la Baja Edad Media, con pocos entretenimientos y una casi nula experiencia de todo lo que sucedía más allá de los muros de su casa, hubiera quedado fascinada por los versos de los trovadores hasta el punto de creer que así funcionaba la vida.
De hecho, estos versos provenzales, como las mojigatas historias de los galantes caballeros artúricos que se bañan a todas horas, que sólo se baten en combate singular y honorable, que ponen una espada entre ellos y su amada dormida como símbolo de su castidad, nos continúan fascinando y embelesando con su inocencia y pureza tanto como lo hace Martin con sus retorcidas tramas.
Sin embargo, y ahí, creo yace la genialidad de la saga, el autor sabe aprovechar en su favor los conocimientos, ya sean fundados o simples tópicos, que el lector medio tiene acerca de la sociedad y la historia de la Europa medieval para jugar con él dentro de su Poniente. Uno de los casos más claros es el de este aprendiz de Genghis Khan que es Khal Drogo; todo el mundo sabe que Genghis Khan conquistó medio mundo.
Todo el mundo sabe que, a partir de unos cuantos millares de salvajes esteparios a caballo, fundó un imperio multiétnico que funcionaba de manera eficiente y que gobernaba desde la China hasta el Cáucaso. Todo el mundo sabía que Khal Drogo lo emularía y, aunque le costara la vida, como al propio Genghis Khan, conquistaría las bien fortificadas ciudades de Poniente para su amada Daenerys, además de medio, o todo, Essos. Y todo el mundo vio cómo Martin se reía de ellos y de sus conocimientos escolares cuando Khal Drogo murió a causa de una herida envenenada, igual que su émulo en la vida real, pero antes de conquistar nada, antes de convertirse en khal de khals y antes incluso de poner un pie fuera de las estepas dothrakis. Es sólo un ejemplo, hay muchos más.
¿Que Martin depende de la historia medieval para forjar su obra? Totalmente. Sin todo lo que nos han contado en la escuela, hemos visto en películas y demás, no entenderíamos absolutamente nada del mundo de Poniente y, simplemente, tendríamos que limitarnos a dejarnos llevar por lo que nos contara el autor; sería una obra de ficción más. ¿Qué Martin es fiel a esta historia medieval? Ni por asomo. Lo que hace el autor es coger retales de esta historia medieval, atarlos a un hilillo y hacerlos bailar como a él le place como en un teatro de marionetas. Todos sabemos que en el cuento medieval san Jorge mata al dragón y salva a la princesa, lo hemos visto tropecientas veces. En la obra de Martin hay héroes matadragones, dragones y princesas, pero ¿estará la princesa enamorada del dragón y matará al caballero? ¿Será el dragón el justiciero que pensaba acabar con la tiranía infligida por caballeros y princesas malvados?
Sólo nos queda sentarnos con las piernas cruzadas, coger aire y temernos lo peor porque, en el teatro de Martin, de nada sirve gritar: ¡está detrás de ti!
El presente relato forma parte de las cinco piezas seleccionadas entre las participantes en nuestro Concurso de ensayo Winter is Coming. El mundo medieval en Juego de tronos, premiadas con un ejemplar del libro de Carolyne Larrington.
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