Pero, ¿por qué es tan importante saber cuáles son nuestros orígenes? Los gestos, el color de ojos o la forma de la nariz son herencia de nuestros padres; somos como somos por ellos y ellos por sus padres, si seguimos tirando del hilo llegamos a Adán y Eva y gracias a la investigación genética, se puede.
¿A quién te pareces más, a mamá o a papá?
En Arqueología ocurre lo mismo, pero en términos científicos: necesitamos saber si nos parecemos más a Homo erectus o al Neandertal. Queremos conocer ese eslabón perdido que tanto se busca pero que, de momento, no se encuentra. Y no nos vamos a encontrar de golpe y porrazo con el perdido eslabón, sino que tendremos que picar, cavar y romper muchos estratos geológicos para hallar alguna respuesta. Cuanto más se cave, menos se conserva. Este, queridos lectores, es el hándicap de la Arqueología y a la vez lo bonito de ella: cómo arreglárnosla para investigar contextos prácticamente destruidos por el paso del tiempo y por procesos geológicos.
Hoy en día, los arqueólogos contamos con un gran avance a nuestro favor para afrontar algunas de las cuestiones que planteaba más arriba. De la mano de Russell Higuchi en la revista Nature conocimos por primera vez el ADN antiguo (ADNa). Aunque el investigador por excelencia en este área es Svante Pääbo con cientos de investigaciones a su espalda en la búsqueda de ADNa oculto en organismos pasados y rescatados por las intervenciones arqueológicas.
El conocido y famoso ADN es la cápsula donde se almacena la información genética y si se recupera del pasado, puede ser un avance primordial en la investigación evolutiva. Podremos responder al cómo éramos, qué aspecto teníamos, qué capacidades cognitivas poseíamos o cuál fue el punto de inflexión para que nos convirtiéramos en lo que somos ahora. Pero la labor del arqueólogo nunca será sencilla, no peleamos contra momias ni abrimos cajas de Pandoras, pero hasta Pandora tendría respeto a la hora de afrontar una investigación sobre ADNa.
Recuperar el ADN de hace miles de años
Mientras vivimos, nuestra información genética está intacta, pero cuando morimos, el deterioro del ADN es extremadamente rápido. La conservación de ADNa en un organismo pasado es prácticamente un logro en sí mismo, por eso requiere una metodología de extracción y de análisis muy estricta.
Los primeros estudios sobre ADNa se realizaron sobre momias egipcias. En una momia infantil de 2.700 años de antigüedad, Pääbo extrajo una muestra del tejido interior del muslo izquierdo y se halló ADNa en condiciones de deterioro extremo. La muestra sufría un proceso de degradación en pequeños fragmentos que dificultaba su análisis y era muy susceptible a la contaminación con ADN actual.
El instrumento con el que se puede estudiar la información genética pasada y afrontar el inconveniente de la fragmentación es el PCR (reacción en cadena de polimerasa). Sencillamente su cometido es el de fotocopiar ADNa para poder compararlo con otras copias de la misma o diferente especie, edad, etc. Pero aún sigue quedando el asunto de la contaminación, para ello se propuso extraer una muestra de ADN de todos los miembros del equipo arqueológico. Desde entonces, dada su eficacia, se convirtió en un procedimiento de protocolo habitual. Sería como el “Wanted” en arqueología, se recoge la muestra de todos los sospechosos y si se contamina, tener al culpable localizado.
¿Y todo esto para qué?
Después de mirar a través del microscopio, el objetivo de nuestra investigación es el contexto socio-económico, político, geográfico y cultural en el que se desarrollase el dueño de la muestra que hemos analizado.
Ya hemos hablado de la relevancia que sufría en el campo evolutivo, pero ni os imagináis lo útil que resulta en movimientos migratorios de población. Esta línea de investigación se desarrolla principalmente en el continente americano para conocer a los primeros pobladores. Las conquistas de Cristóbal Colón o Americo Vespucci no son nada en comparación con las teorías de poblamiento a través de la congelación del Estrecho de Bering miles de años antes.
El ADNa confirmó que cuando se congeló el estrecho las poblaciones alóctonas al continente americano lo atravesaron en busca de nuevos lugares de aprovechamiento de recursos. Se conoce porque la información genética contenida en poblaciones actuales americanas y de una ascendencia sin altos mestizajes como la de los Indios Americanos determinó que había similitudes genéticas con poblaciones al otro lado del estrecho.
Dependiendo de qué parte del ADNa investiguemos, responderemos a diferentes preguntas. Por la línea matrilineal (madre), atendiendo a las mitocondrias del ADN (ADN mitocondrial) se reveló que todos provenimos de una única mujer, Eva Mitocondrial, con una antigüedad de 190.000 años procedente del continente africano. Y por la línea patrilineal (padre), se estudió el cromosoma Y, de descendencia paterna y el que determina el sexo masculino por herencia, reveló la procedencia mundial de un único hombre africano, Adán Cromosómico, con una antigüedad de 140.000 años. Ya adelantamos que si nos poníamos, se podía llegar a Adán y Eva. No era una broma.
Además de descubrir que nuestros papás son africanos y de más de 150.000 años, también elimina de raíz la idea de razas como se conciben comúnmente, ya que descendemos del mestizaje entre diferentes linajes con un único origen. Ya lo decía Darwin, todos venimos del mono, aunque tengamos aspecto diferente. Como científicamente se relaciona la información genética mundial con su ubicación geográfica es a través de haplogrupos de ADN por línea paterna y materna independientes.
Después de mostrar las ventajas (y algún que otro inconveniente) de los estudios realizados sobre ADNa, es hora de preocuparse por el futuro. Porque toda investigación se realiza si se tiene un futuro alentador, y en la ciencia que se avanza con pies de gigante ya se avista lo que nos puede ofrecer el ADNa.
¿Qué futuro nos espera?
La reciente noticia sobre la apertura del primer biobanco mundial de ADN antiguo en Tarragona por el Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS), es uno de los avances conseguidos en el campo genético. Supondrá un paso hacia delante en la investigación arqueológica y garantiza un futuro repleto de conocimientos nuevos en la materia. Y quién sabe, quizás podamos encontrar al famoso eslabón perdido o a nuestro papá y mamá africanos.
Al fin y al cabo, somos quienes somos gracias a que otros fueron quienes fueron. Habrá que encontrarlos.
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