En Desperta Ferro Contemporánea nº.11: El desembarco de Alhucemas 1925 podrás encontrar: «El hundimiento de Bismarck, 1941» por Eric C. Rust (Baylor Univ.)
Ningún buque de guerra del siglo XX es más conocido que el Bismarck y su incursión en el Atlántico en mayo de 1941, su duelo con el HMS Hood y su posterior destrucción seguirán inspirando películas, novelas y rigurosos ensayos históricos durante mucho tiempo. Casi 75 años después de que callaran sus cañones y de que se hundieran en el fondo del océano los ardientes y deformados restos del coloso con la mayor parte de su tripulación, merece la pena volver a contar este episodio esencial de la batalla del Atlántico. En servicio desde 1940, el Bismarck era el acorazado más moderno del momento pero representaba también el canto de cisne de estos grandes buques artillados cuyos días de gloria prácticamente habían terminado con la Primera Guerra Mundial. Hasta los enemigos de Alemania han reconocido que el Bismarck era un hermoso barco. Desde la distancia, su silueta transmitía una sensación de simetría, elegancia y poderío. El Bismarck podía jactarse de ser más poderoso que cualquiera de sus oponentes más rápidos y más veloz que los más fuertes. Su tripulación de 2221 oficiales y marineros lo consideraba indestructible y ni la memoria del canciller Otto von Bismarck, reconocido por su evaluación realista de las situaciones, ni la pérdida cerca de treinta años antes del invulnerable Titanic, pudieron contrarrestar esta manifestación de arrogancia germánica.
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