En Desperta Ferro Contemporánea n.º 7: Stalingrado (II): ¡Ni un paso atrás en el Volga! podrás encontrar: El destino de los prisioneros de guerra por Elena Tsunayeva (Volgogradski Gosudarstvenny Universitet)
A principios de diciembre de 1943 llegó a Stalingrado un tren especial con una delegación gubernamental encabezada por Stalin –de regreso de la Conferencia de Teherán–, quien, en una breve conversación con las autoridades del Óblast de Stalingrado, se interesó por la reconstrucción de la ciudad y, en especial, de la limpieza de escombros, y preguntó si se estaban empleando presos en esa tarea. A. I. Vóronov, responsable del Directorio de la NKVD en Stalingrado, contestó afirmativamente, “aunque pocos son prisioneros de guerra porque muchos de ellos sufren distrofia y están siendo tratados”. Estas palabras describen, solo parcialmente, el trágico destino de los prisioneros de guerra de Stalingrado, consecuencia de su fidelidad a un juramento y de la tozudez de Hitler al no aceptar la derrota en el Volga antes de que el Sexto Ejército fuera rodeado. Con el fin de concentrar, acomodar y proporcionar atención sanitaria a los prisioneros de guerra, la Unión Soviética estableció un sistema con diversas organizaciones: campos de prisioneros, centros de recogida, establecimientos especiales (para generales y oficiales de alto rango), hospitales especiales y batallones de trabajo; que estuvieron administradas por la NKVD, el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos en cuya estructura se creó un Directorio para Asuntos de los Prisioneros de Guerra y Reclusos.
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